Mi Verdugo

Capítulo 2

Hasta la noche anterior confiaba ciegamente en Gustavo y tenía la plena seguridad de estar protegida en sus brazos, pero allí totalmente lastimada comencé a temer por mi vida.

Pasé todo el día realizando las labores domésticas con un poco de dificultad pues, al más mínimo movimiento, la incomodidad de las carnes mancilladas se presentaba como testigo del horrible espectáculo del que había sido víctima.

En la tarde me visitó mi madre y tuve que dar muchas justificaciones por la marca que se veía en el brazo. Ella, pensé con tristeza, no ha visto el resto del cuerpo porque mi esposo se cuidó bastante de golpearme en lugares visibles.
- Tienes que cuidarte, Claudia, un golpe en una zona delicada puede ser fatal.

Fueron las únicas palabras que pronunció refiriéndose a la marca del brazo. ¡La pobre!, ella adoraba a Gustavo y nunca lo hubiera creído capaz de hacerme daño.

Me sentí animada con su conversación, pues contaba historias de mis primas en sus viajes por Europa, deseé pensar y actuar como ellas, viajar y escapar de mi triste realidad.
- Hola, mi suegra - escuché decir a Gustavo, mientras entraba a la casa.
- Bueno, ya me extrañaba que no hubieras llegado - alegó mi madre, contenta de verlo.
- Sí, tardé un poquito – dijo -pero ya estoy aquí, feliz de verla.
- Papito, ¿ya llegaste? – gritó, mientras corría, mi pequeña cuando sintió la voz del padre. Este la estrechó entre sus brazos, besándola.

La escena era tierna y conmovedora pero yo, que había comenzado a temblar desde que noté su presencia, lo miraba aterrada. Se aproximó, con lentitud, se sentó a mi lado y me alargó su brazo.
- Toma, mi amor, quiero que me disculpes, te amo – expresó con lágrimas en los ojos, entregándome una sortija.

Yo apenas moví la cabeza en señal de aprobación, había enmudecido.
- Está linda, gracias – solo pude exclamar, después del embarazoso silencio.
Antes de irse, mi madre, me interrogó. Quería saber la causa de aquellas palabras y el motivo del costosísimo regalo. Inventé una historia que, sin dudas, creyó.
- Cuídalo, es un buen hombre – aconsejó – tienes que ser inteligente.

Pensé, con tristeza que, en medio de su ignorancia, mostraba adoración por Gustavo. Para ella, mi matrimonio, gozaba de una salud perfecta y mi esposo era el hombre más amoroso y tierno del Universo.



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En el texto hay: mujeres, novela, violencia abuso

Editado: 04.10.2024

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