Fui, como una autómata, y le pedí a Mara que cuidara a Isaura y, nerviosa, me dirigí al encuentro trágico.
No hablé, porque no me dejó hacerlo. Su cólera lo llevó a ser cruel e inhumano. En ese momento, lo odié por insensible y abusador, me golpeó con rabia, exponiendo, con cada golpe, su instinto salvaje. Cada súplica provocaba, en aquel espíritu egoísta y sanguinario, una reacción más violenta. De pronto, dejé de quejarme y todo se oscureció, solo escuché, cada vez más lejos, la voz de Gustavo, que pronunciaba, con desesperación, mi nombre.
Cuando desperté estaba en la cama de la habitación y mi hija jugaba a mi lado.
- Mamita ¡te despertaste! – exclamó, con alegría, la pequeña.
Traté de incorporarme y no pude, sentía mi cuerpo alterado, adolorido y extremadamente cansado.
- ¿Cómo te caíste, mamá?
- Mamá es muy descuidada, mi amor – contesté ocultando, con las ropas las marcas.
De pronto la puerta se abrió para dar paso a mi esposo. Al verme despierta, sonrió en señal de alegría.
- Isaura, ve a jugar al parque, déjame hablar con mami – le dijo a la niña, más en señal de súplica que como orden.
Ella obedeció. Gustavo se sentó a mi lado y lloró desconsoladamente. Cuando pudo hablar dijo:
- Yo no quería pero tú a veces me provocas.
- No digas eso – contesté como movida por un resorte, he vivido para Isaura y para ti, no merezco esto.
Me besaba y acariciaba, pero yo rechazaba a aquel hombre que tanto daño me había hecho.
Salimos temprano del lugar, pues ambos temíamos un encuentro con nuestros amigos. Sentía vergüenza. A la joven, le bastó un momento para darse cuenta del abuso. Hasta llegué a envidar su seguridad y fortaleza.
Días después recibí la visita de Mara. Al principio yo estaba cohibida, avergonzada y desconfiada. Traté de ocultar la realidad de nuestra rápida partida, pero ella, dando muestras de inteligencia y sensibilidad preguntó:
- ¿Desde cuándo Gustavo te abusa?
Intenté ocultarlo, pero su seguridad me llevó a sincerarme. Le conté mi secreto, lloré y ella permaneció callada.
- No entiendo – dijo, después de reflexionar – una mujer no debe permitir que le hagan daño. Claudia, ese hombre es violento y puede hacerte mucho mal ¿dónde está tu autoestima? ¿Qué le estás enseñando a tu hija? No puedes estar con alguien que no te valora. Eso no es amor, es enfermizo – y después de una breve pausa agregó – vales mucho, eres una excelente madre y esposa y si él no sabe cuidarte tú sí tienes que hacerlo, por Isaura y por ti. ¿Para qué quieres estar con alguien que te anula, humilla y maltrata? Tu pequeña necesita una madre fuerte, segura, no le niegues eso. Mira, uno necesita admirar a su pareja, cuando le tienes temor o lástima se rompe el encanto y se acaba el amor.
Aquellas palabras se quedaron grabadas en mi mente. Evidentemente mi amor por Gustavo se había enfriado. Me aterrorizaba quedarme a solas con él pero, por mi hija, lo enfrentaría.