Mi versión de nuestra historia

Capítulo 8: Efectos secundarios

Olivia había empezado a dirigirme miradas asesinas.

Bueno, no asesinas. Pero si molestas. Todas las clases tomabas asiento a mi lado y ella había notado eso enseguida. No decía nada, le bastaba con mirarme con su entrecejo fruncido por minutos. O incluso horas. 

La verdad es que nunca intenté comprobarlo, me bastaba con que cada vez que miraba en su dirección, ella continuaba con su mirada fija en mí. 

Bueno, ahora no sé como entrelazar todo lo que pasó aquella semana. 

Ya sé. ¿Sabías que las personas se sonrojan por un proceso científico?

Resulta que es una respuesta fisiológica provocada por una hiperactividad en el sistema simpático, esto dilata los vasos sanguíneos faciales y provoca esa ligera coloración en el rostro.

Ahora pregúntame que te acabo de decir y te diré que no entendí la mitad. Pero me pareció importante mencionar que investigué esto a manera de respuesta del porqué solías sonrojarte tanto. Creí que de esta forma por fin respondería a mi duda, pero no. 

Y es que, era algo tan personal que internet jamás tendría la respuesta. 

Pero yo no me lo imaginaba. 

Aquella semana estuviste demasiado presente en mi vida. Comías con nosotros, te sentabas cerca de mí e incluso le guardabas un asiento a Fede cerca de nosotros. 

Y a pesar de todo el tiempo que pasábamos juntos en la escuela, cuando pasaste por ambas y conducías en dirección a la fiesta, me sentí completamente nerviosa. Como aquel día en que me pediste mi borrador en la biblioteca. 

Sentía a mi corazón demasiado pesado e intentaba sonreír cada que me preguntabas algo. Ni por mencionar las veces que restregué mis manos en mi vestido. Ah, a esto agrega que yo iba de copiloto. 

—Jonás— te llamó Fede apenas bajamos del carro, —¿Crees que pueda decirle algo a Inés?—

Asentiste y después agregaste:

—Las espero en la entrada—

—Inés para ya, me pones nerviosa—

—Es que me dejaste en el asiento del copiloto— señalé, 

—Dios mío, Inés— exclamó rascando su cabeza con bastante agresividad, —Esto haremos. Tú ve con Jonás y yo iré a buscar a Olivia porque necesito entregarle su memoria con el proyecto, ¿Bien?—

Asentí. 

Quién sabe, quizás si no hubiese estado tan nerviosa, me habría dado cuenta de que Fede mentía. 

Una vez me dijiste que lamentarse no cambia las cosas, que lo único que hace es que nos aferremos a las cosas malas del pasado cuando realmente deberíamos dejarlas ir. De igual manera, ese quizás ha sido una pregunta constante en mi vida. 

—¿Y Fede?— preguntaste cuando llegué a tu lado. 

—Fue a buscar a Olivia— contesté, —Algo de una USB, no estoy segura—

—¿Te parece si entramos?—

¿Qué te puedo decir?

Estaba bastante nerviosa y cada que me preguntabas algo solo asentía o sonreía de una manera bastante torpe; he ahí la razón por la que embriagarme me pareció la mejor solución. Pero claro que a mi segundo vaso me miraste extrañado. 

—¿Todo bien?—

—De maravilla— te contesté con una enorme sonrisa, tú mantenías tus cejas arqueadas mientras negabas ligeramente con tu cabeza. Te divertía aquello, —¿Quieres bailar?—

—¿Quién baila en estas fiestas?—

—Dios mío, eres un amargado— exclamé provocando que rieras, —Es increíble que me gustes—

A pesar de lo ebria que estaba, recuerdo tu expresión cuando dije esto. Alzaste mucho tus cejas y sonreíste. 

—¿Te que?—

—La música no está tan alta— solté. —¿No tienes frío?—

—¿Tú tienes?—

—Si— admití, —Me puse vestido porque quería verme bonita y fue una mala decisión—

Sonreíste. 

—Toma— dijiste al extenderme tu chaqueta de mezclilla que no dude en tomar. 

Que curiosos so los efectos del alcohol, ¿No?

Antes de este, me estaba desmayando por los nervios, incluso mi estómago dolía demasiado. Y después, bueno… decía cosas como esa. 

—¿Y si me das un beso?—

Sonreíste y negaste mientras tomabas el vaso de mis manos y lo apartabas. 

—Creo que ya ha sido demasiado—

Negué mientras recuperaba mi bebida y la tomaba de un trago. Durante todo ese acto, tú intentabas quitármela. 

—Si me das un beso, te daré mi vaso— sentencié. 

Apretaste un poco tu boca y después depositaste un suave beso en mi frente. 

—Eso es una estafa—

—Tu vaso— y si, te lo entregué. Vacío, pero lo hice. —Vamos por agua—

—No— dije tomándote de la mano y haciendo que me siguieras, —Me vas a dar mi beso—

—Inés, basta— decías entre risas —Estás ebria—

—Quiero mi beso— insistía. 

Como el caballero que eras, te negabas rotundamente a darme un beso e insistías que sería abusar de mi confianza. Así que pronto terminé en un sillón, casi sobre ti intentando obtener esa muestra de afecto que tanto te pedía. 

—Necesitas agua— insistías. 

—Necesito un beso—

—Te lo daré cuando estés sobria—

—¡Falta mucho para eso!—

—¡Si tomaras agua no faltaría tanto!— 

Reíamos. 

Estoy segura de que aquel recuerdo sería muy distinto si me hubieras besado y jamás te agradecí por no hacerlo, así que…

Jonás, gracias por no haberme besado mientras estaba ebria. 

Gracias por no haber abusado de mi confianza y por ser tan terco. 

Te lo agradezco porque recuerdo que en aquella fiesta ocurrieron dos situaciones bastante distintas y complicadas, pero al final de cuentas, las tres chicas involucradas no volvieron a ser las mismas después de esa noche. 

La primera fue cuando Corban se atrevió a darle una bofetada a Sada. Tú y yo no nos enteramos porque estábamos riendo en aquel sillón. Él la había golpeado porque se había negado a subir con él, después se armó una pelea y ella no volvió a confiar en su mejor amigo. 

Después tenemos la otra historia. 

De esa si nos enteramos, incluso la presenciamos. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.