Nunca jamás había llegado tarde el primer día de clase. Y mucho menos si se trataba del ultimo año de secundaria.
No es que fuera la persona mas puntual del mundo, que no lo era. Solo que esos pequeños momentos no solía perdérmelos. Plantarme en la puerta con Lila, Sol y Marina y despotricar de todos nuestros compañeros después de un verano sin verlos era uno de mis pequeños placeres de la vida.
Pero no, ese día no iba a llegar a tiempo. Mi móvil estallaba de tantos mensajes y llamadas mientras yo me vestía a toda velocidad para intentar al menos llegar a la primera clase. Me había quedado dormida leyendo uno de mis malditos libros hasta las tantas y no había dios que pudiese despertarme a la mañana siguiente. Eso era lo que mas echaría de menos del verano.
Me pongo el uniforme con el logo "Colloricchio" en dorado y bien vistoso. Cada vez que lo veía me costaba mas creer que iba a graduarme en ese colegio.
El colegio mas prestigioso del país y en el que solo entraba la elite.
Y yo.
Gracias a mis años y años estudiando hasta las tantas para conseguir una de sus TRES becas.
El día que me enteré lloré tanto que me quede sin lagrimas durante un mes. Mi madre durante un año.
Cojo la mochila, enrollo mi liso y largo cabello en una coleta mal hecha y salgo sin ni siquiera desayunar.
Cuando llego a la enorme puerta de hierro con una C gigante decorando la entrada me doy cuenta de que no hay ni un alma. Maldigo por quinta vez ser una fanática de la lectura y entro disimuladamente y sin hacer ruido. Como si por ir callada automáticamente me volviera invisible.
Recorro los pasillos y llego al aula. Casi derramo una lagrima la ver que la señora Costa aún no ha llegado y me siento rápidamente al lado de Lila. Las tres me miran con rencor.
-Señorita Young espero que tenga una buena excusa -reprende Lila con sus enormes ojos verdes clavados en mí.
Es guapa y lo sabe. Esos ojazos, esa piel morena y esos rizos rubios pondrían de rodillas al mismísimo Christian Grey. Ella lo sabia y lo usaba a su favor, por ejemplo, acostándose con quien se le pusiera en la mira. Era la chica que yo nunca tendría el valor de ser.
-Si te confieso que me he distraído con un buenorro ¿Qué me dices? -me defiendo intentando hacerme la interesante.
-Pues que de qué editorial es -cruza los brazos y levanta las cejas.
Marina y Sol se ríen, me conocen demasiado bien. A diferencia de Lila son chicas normales, como yo. Marina es alta y tiene un cuerpo atlético, una melena que le llega casi al culo y unos pequeños ojos café, del mismo color que su pelo. Sol en cambio es incluso mas bajita que yo, con el pelo corto y los ojos casi tan azules como los míos. Era rubia pero desde hacía unos meses se había tintado las puntas del pelo de rosa, como todas últimamente. Le quedaba muy bien. Yo con esa piel algo mas oscura no había otro color que me favoreciera aparte de mi negro carbón.
-Drácula te ha llamado por megafonía -masculla Sol y me quedo paralizada
¿En serio?
Una alarma en mi interior empieza a pitar. Solo había una razón para que Drácula te llamara el primer día de clase, y en absoluto era buena.
Así llamábamos al señor Colloricchio, el director del colegio, patriarca de la familia Colloricchio y dueño de nuestras almas. Casi nunca lo veíamos y cuando lo hacíamos era para cargarse a algún estudiante o llamar la atención "por bajo rendimiento" de alguna clase.
Ese colegio sin duda era diferente. No solo por sus alumnos, cuyos padres tendrían mas dinero que el pais entero, sino por la exigencia. No iban detrás de ti, no pasaban lista de los deberes ni te llamaban la atención por no atender. Todos sabíamos que estábamos haciendo ahí y si pensabas ir a perder el tiempo ya te podías buscar otro colegio. No avisaban, simplemente te echaban. Y mas si tenías una beca.
Aunque claro, como en todos los sitios había favoritismos. Muchos estudiantes habían sido expulsados mas de una vez pero después de un buen donativo al colegio milagrosamente volvían a clase. Puede que no fuera tan tan diferente.
-A lo mejor es algo bueno, no seas negativa -intenta animarme Lila ante mi cara de pánico.
Lila, de entre todas nosotras era la mas positiva, y la que mas dinero tenia, claro esta. Sus padres tenían el mejor bufete del país y sus clientes los mas exclusivos. Sol era hija de una de las influencers mas seguidas del país y eso le daba carta blanca en casi cualquier lugar. También hacía que siempre fuera a la moda y se coronara como la principal consejera en temas de belleza del grupo.
Marina, la ultima en entrar en la pandilla simplemente estaba forrada, pero aún no sabíamos muy bien porqué. Yo, la única becada del grupo era hija de una humilde profesora de primaria de un colegio publico y un orgulloso dueño de una tienda de muñequitos de cerámica. Muchas veces tenían la sensación de que era la única que tenía padres normales, y mira que los míos tampoco lo eran tanto.
La señora Costa entra con su estática expresión y nos saluda sin mucha alegría. Pelo negro corto, gafas y labios rojos como la sangre. La típica profesora que nunca sabes si esta feliz, triste o le da igual vivir.
Me acerco a ella con paso decidido
-Señorita Costa, me han comentado que el director me acaba de llamar por megafonía ¿Puedo ir a su despacho? -pregunto obviando un Drácula y poniendo ojitos.
Mis ojitos siempre funcionaban.
-De acuerdo, pero que dure lo mínimo posible, no pienso repetir nada -contesta con la misma pasividad con la que lo hacía todo.
Lanzo una ultima mirada de "deseadme suerte" a mis amigas y me voy. El resto de la clase me mira como miran las vacas a la que le toca ir al matadero. Chiara, la otra becada ocultaba una sonrisa de suficiencia, como si el echo de que yo me fuera diese mas valor a su plaza.
Avanzo por los majestuosos pasillos del colegio mirando las paredes como si fuera la ultima vez e intentando buscar los argumentos suficientes como para exculparme de lo que fuera que se suponía que había echo.
En ese momento mi mente estaba en blanco, solo quería irme a casa y ponerme a llorar.
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Editado: 02.08.2024