Mi version de ti

Mateo Colloricchio

Era sabado y la casa de los Colloricchio estaba mucho mas tranquila de lo habitual. Mateo estaba en su despacho, como siempre. Era el lugar en el que mas horas pasaba y no tenía intención de cambiarlo.

Lo verdaderamente extraño era que su mujer y su hija no estuvieran por alrededor molestando y mas aún que hubieran salido a dar un paseo. Enzo, como de costumbre, ni estaba ni se le esperaba.

Suspira molesto. El problema de su hijo mayor es que siempre lo había tenido todo.
La histerica de su madre nunca habia permitido que su pequeño sufriera ni por un instante ningun disgusto, nunca le contrariaba y jamas permitia que se las apañara solo. Igual que su abuelo. Por eso cuando él faltó, su hijo perdió el rumbo definitavemente.

Alessandro Colloricchio no había sido un buen padre, estaba claro y era algo que con los años hasta le había perdonado, tampoco es que le hubiera hecho falta nunca.
El problema vino cuando viejo y debil decidio redimirse siendo el mejor abuelo del mundo. Siendo el padre que nunca fue. A Mateo le hervía la sangre ver que el afecto que nunca tuvo se lo regalaba a Enzo por nada, por aprender a caminar, a hablar o hacerle reír con estupideces de niño pequeño.

Ni aprendiendo a tocar el piano a los cinco años habría sido bastante para recibir tanto amor. Ni siendo el mejor en el colegio. Ni graduandose summa cum laudem en la mejor universidad del pais. Ni llevando el peso de aquella empresa que sin su ayuda, no hubiera durado ni dos días.

La gota que colmó el vaso en la relacion con su padre fue el día que le comunico que iba a donar toda su herencia a un niño de 12 años. Un niño que no sabía ni lo que era ser fuerte y llevar el peso de una familia y de un apellido como aquel. Por si fuera poco a él solo le dejaba ese maldito colegio.

"Espero que algún dia te conviertas en un hombre de verdad" fueron sus palabras. Como si tuviera derecho a reclamarle alguna cosa.

El día que le comunicaron su fallecimiento no lloró, no sintió pena. No lo iba a echar de menos. Lo único que pasó por su cabeza fue la cuenta atras que se inicio en ese instante. Una cuenta atras que iba a finalizar cuando Enzo cumpliera 19 años.

Dos toques en la puerta lo devuelven al presente.

—Pasa.

—Buenos días señor Colloricchio —le saluda un joven pelirrojo desde la puerta.

Victor era sin duda uno de los hombres de mayor confianza de Mateo.
Discreto, servicial y muy inteligente. Era joven, pero tras quedarse sin sus padres en un accidente de coche a los 12 años había madurado convirtiendose en un hombre con tan solo 22 años. Mateo lo admiraba, le hubiera gustado que su hijo hubiese escogido ese mismo camino.

—Espero que vengas con buenas noticias —suena intimidatorio y lo hacia a proposito.

El joven sonríe nervioso. A pesar de los años y la confianza serguía temiendo a su jefe. Aunque Mateo sabía que para Victor, tan falto de cariño, era mas bien como un padre.

—No tengo mucho que contarle. Ha habido algún que otro incidente menor, pero nada que saliera en ninguna portada. Al parecer el chico se esta portando bien.

Mateo analiza sus palabras un instante. No era lo que esperaba en absoluto.

—Bueno, dale tiempo. Aún quedan dos meses hasta que cumple 19 y uno mas para la vista. Acabará metiendo la pata —sonríe sin darse cuenta ante la idea.

Era como pedirle a un niño que no cogiera un caramelo, cuanto mas se lo prohibias mas ganas tenía de hacerlo.

—Hay una periodista que esta muy pesada. Se ve que la jodieron cuando se metio en el colegio y los tiene entre ceja y ceja. A él y a su novia.

—Vaya que oportuno —se alegra Mateo.

La vida no dejaba de sorprenderle. Había intentando deshacerse de la becada y resulta que al final estaba siendo la que mas le va ayudaba a conseguir sus objetivos. En el momento en el que lo mando a tomar por culpo sospechó que era una chica con caracter pero la idea de besar a su hijo delante de los periodistas se lo había confirmado. Juntarlos era la manera mas rapida de que todo acabara explotando.

—Averigua quien es la periodista y concierta una cita con ella para la semana que viene. Tiene que ser algo discreto asi que tampoco en ningún restaurante ni hotel. Puede ser en el piso de la Avenida. Por la tarde.

Victor lo anota todo con una rapidez pasmosa a pesar de la sencillez de sus indicaciones. Sabe que no necesita repetirselo y sabe que no cometerá errores. Ya le enseño una vez lo que pasaba si cometia errores y con esa ya había aprendido.

A Enzo en cambio por mucho que se lo intentara enseñar nunca parecia suficiente.




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