Mi version de ti

20

El sábado por la mañana me levanto especialmente feliz. El porqué no lo tenía del todo claro. Había estado muy a gusto con Javi la noche anterior y habíamos cruzado umbrales que para mi era nuevos, aún con todo, no podía negar que escuchar en bucle la canción que Enzo me había pasado influía mucho en ese estado de animo.

Me encantaba y no solo por la letra. Era el tono, el ritmo y el hecho de que viniera de él. Había compartido una pequeñisima parte de si mismo conmigo y eso era tan inusual que necesitaría un tiempo para asimilarlo.

Eran las 9 y me disponía a desayunar cuando mi padre entra por la puerta de casa. Era demasiado pronto para que estuviera ahí y mas un sábado que era cuando su tienda mas se llenaba.

En cuanto lo miro sé que pasa algo. Era un sexto sentido de hija que reconoce a la perfección cuando su padre esta sufriendo. Mi madre baja rápidamente las escaleras, igual de sorprendida por ese excepcional hecho.

—Pedro cariño ¿Qué haces aquí? —le pregunta alarmada.

Mi padre me mira a mi y luego a mi madre, se acerca a esta última y le susurra algo al oído. La cara de preocupación pasa de uno a otro y empiezo a estar nerviosa.

—¿Qué pasa? —intento saber.

Mi padre esta a punto de hablar cuando Begoña le corta con la mano.

—No pasa nada, vamos a salir un momento a arreglar una cosa en la tienda y volvemos.

Conocía lo suficiente a esa mujer como para saber que me estaba ocultando algo. Y ese secretismo era muy poco propio de ellos.

—¿Desde cuando en esta casa se ocultan cosas? —les reprocho.

—Kate cariño, es una tontería.

—Entonces no contármelo es aún mas tonto.

Mi madre sopla estresada y me siento mal por presionarles pero algo en mi interior me decía que aquello era importante.

—Han entrado en la tienda esta noche. Me han roto el cristal de la puerta y alguna cosa mas —el tono de tristeza en la voz de mi padre me hierve la sangre .

¿Quién había sido capaz de hacer algo en su tienda? Lo quería absolutamente todo el puto barrio y no era el mas exclusivo pero esas cosas no eran habituales en esa parte de la ciudad.

—Quiero ir a verla —les pido y vuelven a mirarse.

—Quédate en casa y nosotros lo solucionamos todo —intentan tranquilizarme sin mucho éxito.

—Voy a cambiarme, no tardo nada —me dirijo a mi habitación sin darles opción a debatirlo.

Me visto lo mas rápido que puedo, con unos vaqueros y una camiseta básica. Cada segundo que pasa noto mas impotencia y rabia. Amaba la tienda de mi padre por encima de muchas cosas.

Era un verdadero artista con sus muñequitos de cerámica, creaba ciudades enteras con esas piezas tan finas y diminutas. Cuando era pequeña me pasaba horas correteando por allí mientras él hacía las figuras, luego me las enseñaba nada mas terminar y dejaba que yo hiciera la firma que las hacía únicas. Hacia años que ya no iba pero el recuerdo de que aquel era un lugar feliz seguía vivo. Para mí era especial pero para mi padre lo era todo.

No tenía la tienda para forrarse, ganaba dinero porque era muy bueno en lo suyo pero no era un negocio millonario, solo un negocio hecho con muchísimo amor. Y alguien había pensado que era muy graciosa la idea de romper la propiedad ajena.

Salimos de casa y nos metemos en el coche. La tienda estaba cerca pero había insistido en ir lo antes posible. Estaba demasiado nerviosa como para ponerme a dar un paseo.

Llegamos en cinco minutos y veo la preciosa fachada de la tienda delante de mi. La puerta estaba hecha añicos y dos policías miraban los daños mientras anotaban en una libreta.

—¿Viene la policía por una puerta rota? —les pregunto confundida pero no me contestan.

Mi madre agacha la cabeza y mi padre suspira. No necesito que me digan mas y salgo del coche a toda prisa. Los policías se sobresaltan pero se quedan quietos al ver a mi padre detrás de mi. Cruzo con cuidado el hueco que ha quedado donde estaba la puerta y lo que veo me parte el alama.

No era una puerta rota, habían destrozado por completo toda la tienda. La estanterías por el suelo y millones de restos de cerámica por todas partes.

No se había salvado ninguna. Miro los pasillos por los que corría como una niña feliz y no reconozco ese lugar.

De repente miro una de las paredes y noto un puñal directo al corazón. El logo de la familia Colloricchio, el mismo que veía cada día al entrar por la puerta de mi colegio estaba estampado en una enorme tela de tres metros de alto, colgada en la pared del fondo de la tienda. Debajo habían dejado un mensaje.

"Ser la puta de los Colloricchio tiene un precio"

No soy capaz de controlar las lagrimas que bajan por mi mejilla. Era mi culpa. Todo eso era mi maldita culpa.

Noto como mi padre pone la mano sobre mi hombro.

—No es tu responsabilidad lo tremendamente imbécil y mala que puede ser la gente.

Su intento de animarme solo hace que llore con mas fuerza. Quiero pedirle perdón pero no soy capaz de de decir nada. No había suficientes palabras en el mundo que pudieran arreglar aquello.

De pronto siento miedo.

¿Quién estaba haciendo eso y por qué? Enzo era alguien que apenas estaba ya en su vida y no veía sentido en que alguien pudiera tener tanta rabia hacia ella. Lo peor de todo es que sabían muy bien quien era, donde estaba su casa y donde trabajan sus padres. Iban a por ella y no tenía ni idea de porqué.

—Señor Young ¿Puede salir un momento y terminamos el atestado? —oigo a un policía desde fuera.

Mi padre me planta un beso en la cabeza y se marcha. Sé que no me culpa y no lo hará nunca pero sé también que aquello le habrá roto el corazón y eso no me lo podría perdonar nunca.

Necesitaba salir de allí y volver a mi casa. Salgo de la tienda y me seco las lagrimas, no iba a permitir que nadie me viera llorar. Estoy a punto de pedirle a mi madre que me lleve cuando aparca un Audi A6 justo detras de nuestro coche.




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