No tardamos mas de diez minutos en llegar a la casa de Enzo.
Miro la enorme puerta de hierro con el logo de la familia delante de mi y pienso de inmediato en la tienda de mi padre. Empezaba a cogerle mucha tirria a ese símbolo.
Un guarda de seguridad se asoma desde la garita y Javi baja la ventanilla.
—Hola Custodio, soy Javi —avisa como si fuera su propia casa.
Me seguía sorprendiendo mucho lo cercano que parecía Javi a aquella familia y como había acabado de fría su amistad con Enzo. ¿Sería todo por su culpa?
—Señorito Montgomery me alegro de volver a verle, hacía mucho que no nos visitaba —le devuelve el saludo alegre el guarda. —Pasen.
Las puertas se abren y entramos por un camino de piedra de unos 200 metros hasta llegar a la casa.
Bueno, casa no era la palabra adecuada.
La mansión que se yergue frente a mi parece sacada de una revista de decoración.
Era una construcción enorme de mármol blanco impoluto, de estilo señorial, con dos enormes columnas a cada lado de una puerta de madera de unos 4 metros de altura. Los ventanales igual de gigantes y con bordes de madera estaban iluminados por pequeños farolillos a su alrededor que daban la sensación de que aquel era un lugar casi mágico.
No entendía como Enzo no quería vivir ahí, no podía ser mas exagerado ni mas ostentoso.
Bajamos del coche y la imagen de aquella casa estaba haciendo que me sintiera realmente mal.
Javi coge mi mano y lo agradezco, toca el timbre y una señora bajita nos recibe con otra sonrisa. Allí al parecer estaban obligados a sonreír si o si.
—Bienvenidos —saluda y nos indica con la mano que pasemos.
Cruzamos el umbral y pongo mi modo alarma al 100%.
Miro alrededor en busca de unos ojos grises que gracias a dios no veo, eso sí, era difícil distinguir algo entre tanta gente conocida.
Estaban políticos que salían cada dos por tres en las noticias, jueces, fiscales, algún que otro famoso de pacotilla y otros tantos empresarios que probablemente ni conociera.
Javi saludaba cada dos por tres a alguno con la mano y yo seguía intentando pasar desapercibida.
El salón era infinito o eso me parecía a mi. Techos altos, lamparas de lujo, enormes cortinas y estanterías llenas de libros que nadie habría leído nunca decoraban la estancia.
O no tenían ningún mueble o los habían hecho quitar a propósito porque no veía ni un puñetero sofá, una tele o una mesa en la que cenar en familia los domingos.
Distingo a lo lejos al padre de Enzo, hablando con gesto serio con el padre de Lila y mi cabeza recuerda de pronto a quien habíamos ido a buscar allí.
¿Si estaban sus padres por qué cojones nos había llamado Enzo?
—Esta tu padre —le señalo a Javi.
La cara de sorpresa de Javi es difícil de ocultar y de repente lo noto tenso.
—Voy a hablar con él, ahora vengo —me informa y esta vez no pide que le acompañe.
Suelta mi mano y me quedo allí en medio, sin saber que hacer y sintiéndome totalmente fuera de lugar.
Localizo las escaleras que subían a la planta de arriba y me dirijo allí con cierta prisa. Lo ultimo que necesitaba era que Mateo Colloricchio me viera en aquel sitio, mas aún cuando ya sabía que entre su hijo y yo no había nada.
Subo con disimulo y agradezco el silencio que vuelve a envolverme. Recorro un pasillo largo, pisando la moqueta bajo mis pies y pensando en todo lo que pensaba gritarle a Lila a la cara por obligarme a hacer aquello.
Sigo caminando pero me freno en seco delante de una puerta que me llama la atención.
Las letras "Enzo" estaban talladas en la madera oscura.
¿Era su habitación? ¿Lo había sido en algún momento?
Miro a los lados y no viene nadie, pongo la mano en el pomo y lo giro, sabiendo que podía estar metiéndome en la boca del lobo. Entro y la enorme habitación parece vacía.
Si no llega a tener el nombre en la puerta nadie sabe que esa habitación algún día fue de algún niño.
Era muy sencilla, con una enorme cama con un dosel de madera precioso, una alfombra blanca cubriendo casi toda la sala, un baúl a los pies y una mesa en una esquina totalmente despejada.
Ni estanterías, ni juguetes antiguos, no habían fotos ni recuerdos que pudieran dar una pista de quien había vivido allí.
Como por arte de magia la sabana de la cama se destapa y pego un brinco del susto.
—¡Te pille! —grita eufórica una niña riéndose a carcajadas.
Me mira y la sonrisa se borra de su preciosa cara.
—Tú no eres mi hermano —confirma decepcionada.
Mi corazón se acelera, era la hermana de Enzo.
Caigo en la cuenta de que me he metido demasiado de lleno en un sitio que no debería. La miro con atención. Sus piel tan blanca, sus enormes ojos negros y la melena rizada que caía sobre su espalda hacían que esa niña pareciera sacada de una película disney.
—No, lo siento, al parecer me he perdido —me justifico como si pudiera saber que mi presencia allí no era bienvenida.
—No pasa nada, yo te ayudo, a mi también deberán estar buscándome.
Se levanta como un resorte de la cama y como si nada me ofrece su diminuta mano. La cojo y dejo que me lleve al exterior de la sala.
Lleva un vestido amarillo lleno de flores con un vuelo que hacen que la imagen de princesa de película sea todavía mas exagerada.
Vestida así parecía mucho mas pequeña de lo que había creído en un primer momento.
—¿Cuántos años tienes? —le pregunto mientras volvemos al pasillo.
—8 pero como dice Enzo tengo el espíritu de una de 10 por lo menos.
Sonrío ante tan tierno comentario, la imagen de Enzo con su hermana pequeña era algo difícil de imaginar.
—¡Aurora! —grita la voz de una mujer a nuestras espaldas.
Maldigo ciento cincuenta veces el momento en que pensé que meterme en aquella casa era un buena idea y me giro con una sonrisa fingida.
No necesito que se presente, sé perfectamente por esos ojos grises quien es.
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Editado: 02.08.2024