—Tengo nuevo trabajo —susurró feliz—. Tengo nuevo trabajo.
Clara se desenredó el pelo negro, dejando algunos pelillos en el cepillo. Se miró contenta en el espejo y chilló de alegría; hacía días que no estaba tan llena de...no felicidad, más bien era alivio. Por primera vez en semanas una cosa le había salido bien, había conseguido trabajo y podía mudarse—de hecho ya se había mudado.
Trabajaría. Con Vincent.
Ahora tendría una excusa para pensar en él más seguido, y quizá hasta para hablar de él con sus amigos. No entendía por qué lo tenía en su cabeza, tan metido en sus pensamientos, pero allí estaba, invadiendo la mitad de su cerebro. Era algo extraño, pero en cierta forma le gustaba sentirse así.
Y si tenía suerte, si la vida por fin comenzaba a sonreírle, Vincent iba a sentirse igual con ella.
Eso sólo si tenía suerte.
Se alojó el cuello de la bata blanca y miró la franja morada en su cuello. Deslizó un dedo por esta, y luego por todos los moretones de su rostro. Cubrirlos con maquillaje era fácil pero hacer expresiones faciales no tanto, aún dolían, incluso el cuello.
Haberle mentido a Vincent sobre la... antigüedad de la herida del cuello la hizo sentir un poco culpable, después de todo él solo trataba de ayudarla. Debió haberle dicho que aquella marca era del propio cinturón que Josh le había regalado, debió haberle dicho que la razón del ahorcamiento no fue nada más que haber llegado tarde a casa. Debió...debió. Pero no lo hizo.
Era mejor así. Vincent no tenía que enterarse de todos sus problemas.
Clara suspiró, gesto que se le estaba haciendo costumbre. Se deshizo de su bata y se visitó con ropa negra: una musculosa algo ajustada, un jean y zapatillas, todos del mismo color. Y un saco, su saco negro favorito, largo hasta las rodillas pero de tela fina, perfecto para ese día.
Iría a la tienda de Vincent por la mañana, iría de negro para adaptarse al ambiente. Y en la tarde simplemente se cambiaría e iría al bar. Una buena rutina, a pesar de que no le dejaba tiempo para salir a correr.
Se arregló el cabello, se maquilló los moretones y salió del departamento, del nuevo y hermoso departamento color crema —lo había pintado apenas se mudó—. El sol la deslumbraba un poco. Pronto llegó a la tienda, entró y se encontró a Vincent acomodando algunos estantes; su hermano no estaba con él, y saberse sola con aquel chico tan atractivo, la hizo ponerse algo nerviosa.
Sin embargo disimuló su nerviosismo. No había razón para sentirse así ¿Verdad?
—Hola —saludó Clara con una sonrisa mientras se quitaba el abrigo y lo dejaba colgado en el respaldo de una silla roja.
Vincent la miró, y le devolvió la sonrisa.
—Hola. Llegaste temprano —respondió. Ella asintió llena de...¿felicidad? ¿satisfacción?
—Espero que no sea algo malo.
—Para nada —Vincent hizo un gesto con su cabeza—. De hecho nos gustan las personas que llegan temprano al trabajo, pueden ayudarnos.
—¿Nos? —miró hacia todos lados— ¿Está tu hermano?
—¿Victor? No. Ha tenido que hacer cosas, como siempre —dijo con cierto enfado en su voz que Clara fue capaz de notar—. La mayoría del tiempo estoy yo, en la mañana al menos. Él es más de la noche.
Clara rió, ligeramente, y ayudó a Vincent a dejar la tienda en condiciones para abrirla. Ambos abrieron, y fue ella quién se mantuvo detrás del mostrador, sonriente, atendiendo a cuanta persona entrara en busca de algún objeto aterrador. Vincent solo la miraba desde una silla; su mirada tenía algo extraño, lo mismo que tenía la primera, no, la segunda vez que lo había visto.
Sintió miedo. Y ahora estaba segura, era miedo.
¿Por qué?
Sus manos comenzaron a temblar, titubeó algunas veces, y balbuceaba cuando los clientes se marchaban. No entendió el cambio repentino, simplemente al ver los ojos de Vincent...su cuerpo entero se sumía en escalofríos. Podía jurar que ese brillo tétrico en esos faros verdes era similar al brillo en los ojos de Josh.
Eso fue lo que la hizo temblar.
Como pudo siguió atendiendo a los clientes, hasta que llegó un punto en que no era capaz de estar tranquila con esa mirada en ella. Entonces decidió averiguar el por qué de dicha mirada.
—Vincent ¿Ocurre algo? —preguntó, y Vincent parpadeó dos veces.
—Perdona ¿Has dicho algo?
Alivio fue lo que Clara sintió. No se estaba concentrando en ella, eso era bueno.
—He preguntado que si ocurre algo. Es que...hoy te ves extraño —le sonrió, pero él no le devolvió el gesto.
—Ah sí. Anoche vinieron policías preguntando por no sé qué robo de por aquí cerca —señaló con su mano un lugar en la esquina.
—¿Y por eso estás enfadado? —arqueó una ceja.
—¿Enfadado? —Vincent sonrió con ironía— No estoy enfadado, pero no me agrada la policía.