Mi Vida despues del fin de la humanidad

Capitulo 4: Un Encuentro inesperado

Ya afuera de mi refugio fortificado, entro en modo alerta. Cada sonido, cada sombra en movimiento, podría ser una amenaza, y no puedo permitirme el lujo de cometer errores. Asegurándome de que la puerta quede bien cerrada tras de mí, reviso mi equipo una última vez. Mi meta es clara: recargar las provisiones y regresar sin contratiempos. En este mundo, no hay espacio para la improvisación.

Planear la ruta con precisión es fundamental. Evitaré cualquier enfrentamiento innecesario, pero eso no significa que este paseo sea tranquilo. Vamos, ¿de verdad pensaste que sería fácil? Aquí, la calma es solo un espejismo, una trampa que podría costarte la vida. Spoiler: el destino siempre encuentra la forma de lanzarme algo peor que zombis hambrientos. Pero dejemos el drama por ahora y sigamos.

Mi primera parada es el centro comercial. El mismo lugar donde lo perdí todo y, de alguna manera, donde comencé a forjarme como el Ethan que soy ahora. Ya no me permito sentimentalismos; ese pasado no tiene cabida en este caos. Sin embargo, cada vez que piso este lugar, no puedo evitar notar los rastros de lo que ocurrió: huellas de sangre seca, paredes desgastadas y vitrinas vacías. No es más que un recuerdo. O al menos, eso intento convencerme.

Recojo lo necesario de las pocas tiendas que aún tienen algo útil. Principalmente comida enlatada y agua embotellada, aunque las reservas están casi agotadas. Necesitaré buscar pronto otra zona, pero por ahora aprovecho lo que puedo. También reviso materiales útiles: cables, herramientas y cualquier cosa que pueda servir para mejorar mi refugio. Últimamente, he estado considerando reforzar las trampas del perímetro. Quizás algún sistema que me alerte antes de que los infectados estén demasiado cerca.

Mientras recorro los pasillos silenciosos, mi mente no puede evitar regresar a aquella noche. Aquí mismo perdí a mis padres y a mi hermano. Pero esa persona que lloró y dudó ya no existe. Aprendí de la forma más cruel que sobrevivir no es un acto emocional; es una estrategia. Respiro profundo y sigo adelante. No hay lugar para distracciones.

El centro comercial, aunque familiar, se siente más peligroso cada vez que vengo. Las señales de actividad reciente están por todas partes: vidrios rotos, huellas arrastradas en el polvo, puertas mal cerradas. Mis sentidos están en alerta máxima, buscando cualquier señal de los infectados especiales que sé que podrían estar cerca. Cada paso es un cálculo. Cada sonido, una amenaza potencial.

Cuando termino de recolectar lo que necesito, Cuando termino de recolectar lo que necesito de otras tiendas en las que aún quedaban materiales útiles, ajusto mi mochila para salir del centro comercial. No puedo evitar pensar en lo limitado que es el tiempo. Este lugar se vacía más rápido de lo que puedo imaginar, y el mundo afuera no se detiene.

Al salir, mi última parada antes de regresar era una pequeña tienda en dirección al este. Sin embargo, mi plan cambió de golpe. Apenas doblé una esquina, me encontré con un Aullador rodeado de un grupo de infectados. Sabía exactamente lo que podía pasar: un solo grito de esa cosa y atraerá a más infectados que los que podría manejar. Decidí retroceder lentamente y buscar otra ruta. Mi respiración era casi inexistente; cada paso debía ser perfecto para no alertarlos.

Al tomar un desvío, me encontré con algo peor. Otra multitud, mucho más grande, bloqueaba el camino. No tenía opciones. Retroceder significaba toparme con el Aullador, avanzar era suicidio. Miré a mi alrededor en busca de alguna salida y noté una casa un poco destrozada al otro lado de la calle. No parecía ser un refugio seguro, pero era mi única opción.

Corrí hacia la casa, manteniéndome agachado para no atraer la atención de los infectados. La puerta estaba cerrada, pero noté una ventana rota por la que podría colarme, así que, con cuidado, me deslicé hacia adentro. El interior estaba oscuro y olía a humedad, pero parecía desocupado. No había señales inmediatas de peligro.

Recorrí las habitaciones en silencio, asegurándome de que no hubiera ninguna amenaza. Encontré un par de muebles viejos y algunos objetos dispersos, pero nada indicaba que alguien viviera aquí. Cerré la ventana rota lo mejor que pude y coloqué un par de muebles como barricada improvisada. No era perfecto, pero al menos me daría tiempo si algo intentaba entrar.

Me senté en un rincón, ajustando mi mochila mientras el cansancio comenzaba a hacer efecto. El sonido de los infectados afuera parecía lejano, pero sabía que no podía bajar la guardia. Las horas pasaron lentamente, y estaba a punto de quedarme dormido cuando escuché el sonido que menos quería oír: alguien girando la manija de la puerta.

Me puse de pie de un salto, tomando mi bate con fuerza. La puerta se abrió lentamente, revelando a una chica de unos 20 años. Su mirada era una mezcla de miedo y determinación. Antes de que pudiera decir algo, me apuntó con un cuchillo improvisado y gritó:

—¿Qué haces aquí? ¡Responde o te corto ahora mismo!"

El aire se carga de tensión, y aunque no respondo de inmediato, mis pensamientos ya están en marcha. Y lo primero que se viene a la menta es “Genial, lo último que necesitaba: un enfrentamiento con alguien que parece tan desesperada como yo”.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.