Mi Vida despues del fin de la humanidad

Capítulo 12: Sombras del ayer

La noche envolvía la habitación en un silencio pesado, apenas roto por el crujir de la madera con cada ráfaga de viento. Ethan estaba sentado junto a la cama, la mano pequeña de Hikari apretada contra la suya. No recordaba en qué momento la niña había buscado su contacto, pero ahí estaba, aferrándose a él como si temiera perderse en medio de las sombras.

Él miró la ventana, oscura como un pozo sin fondo, y trató de convencerse de que estaba todo bajo control. Pero algo en su interior sabía que esa calma era frágil, como un vidrio a punto de romperse.

"Tienes que mantenerte firme", pensó. "Si ella despierta y me ve dudando, perderá la poca seguridad que tiene. No puedo permitírmelo."

El cuerpo de Hikari se estremeció levemente, como si un mal sueño la atrapara. Entonces, entre murmullos quebrados, su voz infantil se coló en el aire:

—Papá… me quieren agarrar los monstruos…

Ethan sintió cómo un nudo le apretaba el pecho. No era su padre, lo sabía, pero el simple hecho de escucharla pedir auxilio lo golpeó con una fuerza inesperada. No podía dejar que siguiera atrapada en esa pesadilla.

Con cuidado, se inclinó y le susurró cerca del oído, como quien tiende un puente entre la vigilia y el sueño:

—Tranquila, Hikari… no hay monstruos aquí. Yo estoy contigo. No voy a dejar que nada te haga daño.

Al mismo tiempo, comenzó a acariciarle suavemente el cabello, como si ese gesto pudiera espantar los restos de la pesadilla.

La niña apretó más fuerte su mano, y poco a poco su respiración se hizo más profunda, más acompasada. Ethan se permitió soltar un leve suspiro.

El tiempo pasó sin que lo midiera, hasta que escuchó pasos rápidos en el pasillo. La puerta se abrió con un chirrido, y Luisa apareció, respirando agitada, con las mejillas encendidas por el frío de la noche.

—¿Todo bien aquí? —preguntó en voz baja, mirando a Ethan y luego a la niña.

—Sí… solo tuvo una pesadilla —respondió él, bajando la voz—. Ya está más tranquila.

Hubo un breve silencio, roto solo por el golpeteo del viento en la ventana. Luisa entró un poco más y se sentó cerca, aunque mantuvo cierta distancia. Apenas llevaban cinco días conociéndose, pero había algo en esa convivencia forzada que los acercaba más rápido de lo que hubieran esperado.

—Gracias por quedarte con ella —murmuró Luisa, evitando mirarlo directamente.

Ethan asintió, sin soltar la mano de Hikari.

No hablaron mucho más. Solo permanecieron ahí, compartiendo una quietud que parecía más fuerte que cualquier palabra. Poco a poco, el cansancio los venció, y ambos se quedaron dormidos en el suelo, cerca de la cama de Hikari.

El primer sonido que rompió la madrugada fue un golpe seco, como si algo pesado hubiera caído cerca de la casa. Ethan abrió los ojos de golpe. Luisa también despertó, con el gesto endurecido por la alerta.

—¿Lo oíste? —susurró ella.

—Sí.

Ambos se incorporaron, aunque Ethan aún sostenía la mano de Hikari, como si temiera que soltarla fuera a despertar otra pesadilla. El silencio posterior se volvió insoportable.

Un segundo golpe resonó, esta vez más cercano, acompañado de un arrastre irregular. Luisa se tensó, su mirada fija en la ventana. Algo en su expresión cambió: primero sorpresa, luego una sombra de dolor que no pudo ocultar del todo.

Ethan notó la manera en que sus labios temblaron, como si quisiera decir algo pero se obligara a callar.

El viento agitó la cortina y, en ese instante, un murmullo gutural se coló desde el exterior. Un lamento bajo, casi humano, acompañado de pasos descompasados. Luisa no apartaba los ojos de la ventana.

—Luisa… —Ethan comenzó, pero ella levantó una mano pidiendo silencio.

Sus pupilas parecían atrapadas en algo que él no alcanzaba a ver. Unas figuras se proyectaban borrosas tras el vidrio: tres siluetas tambaleantes, una más pequeña que las otras, avanzando lentamente hacia la casa.

La respiración de Luisa se quebró apenas, pero bastó para que Ethan entendiera que aquello significaba algo más que simple miedo. No preguntó

Ella giró el rostro un instante, ocultando sus emociones bajo una máscara de frialdad, aunque sus ojos húmedos la delataban.

El tercer golpe retumbó y hizo que Ethan se ponga en alerta , preparado para lo que viniera, pero en su interior no dejaba de repetirse la misma pregunta:

¿Qué fue lo que vio Luisa allá afuera… que la dejó tan rota en un solo segundo?




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