—Cariño estamos a punto de llegar a nuestro nuevo hogar — habló mi padre estando en el asiento del conductor y con los ojos en la carretera.—Bienvenidas a Gringovelld queridas.
Estaba sentada en los asientos de atrás con la vista en la ventana. Lo único que podía mirar eran los árboles que parecían no tener un fin.
—Es un nombre raro para un pueblito — me asomé en medio de los dos puestos de adelante, dónde también se encontraba mi mamá con una sonrisa de oreja a oreja.
—Cariño, siéntate— me mostró una de sus sonrisas dulces.— y si tienes razón, es un nombre muy raro. Pero tal vez, la gente de ese pueblo sea muy amable.
—¿Tu crees?— pregunté.
—Yo creo, además solo tienes 7 años key. Se te hará fácil hacer amigos a tu edad querida.— habló mi padre acariciando mi cabeza.
Me senté en mi lugar repiqueteando los dedos en mis piernas con inquietud.
Estaba un poco asustada ya que no me había alejado tanto de la casa de mis abuelos, y estar mucho tiempo en un carro, molesta. No sé puede hacer nada y las cosas que me entretenían se habían apagado.
Alargue un suspiro.
—¿Por qué a dónde vamos a ir, queda muy apartado de la ciudad?— Pregunté esperando una respuesta de mis padres.
—Tu madre y yo quedamos de acuerdo en que es mejor y no haría daño vivir en un lugar rodeado de árboles grandes y con gente diferente.
—¿Diferente?.— hablé con detenimiento.
—Observa lo por ti misma cariño.
No sabía a lo que se refería mi madre pero, no tarde mucho en darme cuenta. Miré por las ventanas y ya habíamos llegado.
Pero ¿En qué momento qué no me fijé?.
Las casas eran de madera, pero no cualquier madera, no sabría explicarlo pero todas ellas eran con el mismo material. Una más grande que otra y con flores en las ventanas o al rededor de ellas, dandole ese toque hogareño.
—¿Estás lista? — Preguntó mi padre estirando su brazo para sujetarlo y cerrar la puerta del coche atrás de mí.
Asentí completamente distraída por lo que tenía al frente de mis ojos.
El lugar era hermoso.
—Es, lindo.
Mi vista se desvío a una persona que se acercaba a nosotros con una sonrisa amigable.
—Bienvenidos, ustedes deben ser los nuevos vecinos del pueblo. ¿ familia?...
—Coldwell — mi madre le estrecho la mano a la señora de la tercera edad.
—la familia Coldwell— esbozo una sonrisa enorme.— ¿quieren que les muestre el pueblo queridas?.
—Es muy amable de su parte...¿señora.?
—Mi nombre es Luisa, disculpe por no haberme presentado antes.
—No se preocupe—Mamá le devolvió aquella sonrisa cálida a Luisa—. Pero no podría dejar a mi esposo solo cargando con las maletas.
—No se preocupe señora Coldwell, ellos se ofrecerán a ayudaros si no es mucha molestia para ustedes recibir un poco de ayuda.
Mi madre se giró en dirección al coche dónde estaba mi padre sacando todo.
— Si no es mucha molestia.
— Claro que no querida, estamos para ayudar.
Mi madre le agradeció a la señora Luisa por la ayuda y aceptamos que nos guiará y así conocer el pueblo en el que íbamos a vivir.
—Y tu cómo te llamas querida?—la miré, ¿Se refería a mí?
A quien más está mirando? A tu sombra niña? Es obvio que se está refiriendo a tí.
¿Otra vez esa vocecita?
—Me...me llamo Keylei, mucho gusto— mí voz salió con un hilito de nervios. Ella sonrió amablemente.
—Que lindo nombre tienes.
No sé cómo termine hablando con la señora Luisa de las cosas que nos gustaban a ambas, al final me dijo que le gustaba mucho ir a pintar en su taller y me invitó a ir un día de estos, pero eso sí, mi madre tenía que saberlo antes para no preocuparla.
También me dijo que si necesitaba una ayuda la podría encuentrar en la cabaña del lago o en la fuente que tenía el pueblo.
—Me agrado mucho hablar con ustedes, sobre todo contigo pequeña Keylei —me dió un pequeño abrazo y nos miró a ambas—. Casi se me olvidaba. Tenemos una pequeña reunión donde vendrán toda la gente del pueblo por su llegada, será a las 8:30pm. No falten, las espero.
Apreté los labios con una pequeña sonrisa y despidiéndome con la mano.
Mi mamá me observó por un momento.— ¿estás lista para entrar a nuestra cabaña keylei?.
—¿No se llaman casas?— pregunté.
—No cariño, estás son cabañas.
Cuando abrimos la puerta encontramos a papá sacando las cosas de las cajas. Y si efectivamente tenía un desastre en la sala.
—¿Cómo les fue en su recorrido por el pueblo?—papá nos miró con una sonrisa mientras que a mí madre le daba un ataque por ver tanto desorden en la sala.
—Nos fue bien, la señora Luisa nos trató muy bien y nos enseñó cada rincón del lugar.
Hablé atrayendo la tensión de mi padre.
—Y también nos invitaron está noche a una reunión y así conocer a nuestros vecinos.—Mamá habló mientras trataba de acomodar el desastre que hizo papá.
—¿De verdad?. Eso es estupendo.
—Se me olvidó decirte que ya Keylei hizo una nueva amiga.
El me miró confundido esperando una respuesta de mi parte. Solo asentí.
Luego de una larga charla entre mis padres y yo, al final mi papá me ofreció ver cuál sería mi cuarto y dónde estaría el baño y la cocina.
Entramos a la habitación que al parecer iba a hacer mía. Me subí a la cama la cual se hundió apenas haberme sentado.
—Es muy linda y la cama es cómoda.— miré la ventana que estaba a la derecha de mi habitación. Me asome y se podía ver la entrada hacia el lago donde habían unas pequeñas escaleras y un puente de madera—. La señora Luisa dijo que ese lago era encantado y tenía piedritas doradas de la suerte.
—¿Te dijo eso la señora Luisa?— me habló con un tono de curiosidad en su voz.
—Si, y dijo que también podría ir a la cabaña que quedaba en ese lugar.
Miré a un grupito de 5 niños corriendo por el bosque, justamente iban al lago, seguro a ver a la señora Luisa.