Mi vida en control de tus manos

11

—Aquí tienes— dice Egan, arrastrando una taza de café al frente de mí.

—Gracias —le regalo una sonrisa amable, agarrando la taza de café con ambas manos para darle un sorbo.

Aún no podía asimilar lo que había ocurrido hace un par de horas. No podía creer que me haya quedado aquí con ellos gracias a... él.

Mi madre tenía una sonrisa cuando se despidió de mí y eso me reconfortó, me hizo sentir tranquila pero, había algo que no me lo podía sacar de la cabeza por más que lo quisiera. Era este chico que tenía al frente ofreciéndome un café, el como me pidió que me quedara a su lado me hizo sentir una sensación extraña en todo mi cuerpo y mente.

El como sujetó mi rostro entre sus manos dejándome sentir su tacto cálido y el sonido suave de su voz, me habían puesto los pelos de punta y los nervios a flor de piel.

Nunca se había dirigido de esa manera a mí, supongo que eso fue lo que hizo que me causará un descontrol.

La voz tranquila de Egan me hizo salir de mis pensamientos.

—Si quieres algo más no dudes en pedirme lo —informa mientras toma asiento al frente de mí, dejando unas papas fritas al frente de él.

Oh, dios. El olor a papas fritas invadió mis fosas nasales causando que rugiera mi estómago con ferocidad.

—Bueno —hago una corta pausa—. Si se me apetece algo —digo mirando las papitas que están en la mesa— oye Egan.

—¿Si, Key? —me mira con curiosidad, metiéndose una papa en la boca.

—Crees que, ¿Puedes darme una papa frita de esas que tienes ahí? —señalo el plato.

Una risita perversa se mostró en su rostro después de mirarme con seriedad por unos segundos.

—¿Estas tan interesada en una de estas que hasta te inclinas hacia mí? —su voz ronca y susurrante me hizo caer en cuenta de lo. Que estaba haciendo.

Tenía ambas manos apoyadas en la mesa, cada vez inclinando me más a él.

¡¿Qué demonios estaba haciendo?!.

—No me tientes así que me puedes encontrar preciosa —asegura. Cruzando los brazos y apoyando los en la mesa.

Sentí mis mejillas arder de una manera inexplicable. Me tape la cara, casi metiéndome debajo de la mesa.

—Dejame en paz —digo sin verlo pero escuchando su risa de fondo.

—Ten.

Escucho como desliza el plato hacía mí, bajo las manos tapando mi nariz y boca. Me había dado el plato completo de papitas, dejando en una servilleta solamente 10 para él.

—¿Y tú qué vas a comer? —pregunto.

—En este momento solo esto —responde.

Lo miro extrañada.

—¿Estas seguro?.

—Completamente. Así que come tú que eres la que tiene hambre.

Lo miré extrañada pero no le preste tanta atención después, ya que me estaba devorando las papitas.

—Keylei. Necesito comentarte algo —la voz sería de Egan me hizo detenerme y mirarlo. El suspira, acomodándose en su puesto— No iremos al pueblo.

Me atragante —¿Qué, por qué? —pregunto con confusión eh intentando no toser.

—Es un poco complicado lo que te tengo que explicar —asegura—, pero necesito saber si estarás de acuerdo con que te quedes en mi casa por un tiempo...—hace una corta pausa—claro, si eso es lo que quieres.

Me quedo en silencio, en un total silencio, analizando lo que acaba de decir. Egan a no recibir una respuesta de mi parte, continúa.

—Pero no te voy a obligar a algo que no quieras Key...

—Esta bien Egan tendrás tiempo suficiente para explicarme—lo interrumpo con suavidad, dejando que mi mano tocara la suya—. Estoy de acuerdo en ir a tu casa y quedarme por un tiempo hasta poder estar en la mía, en la que está en el pueblo —sonrio con amabilidad.

—Key no creo que..—se interrumpe él mismo.

—¿No crees qué cosa? —pregunto.

El niega con la cabeza.

—No es nada— asegura, cambiando de tema—. Entonces...—veo como sus ojos brillan y no puede evitar soltar una sonrisa— ¿Vamos a vivir juntos como una pareja?.

Sentí cómo mis mejillas se ponen calientes y mi nerviosismo sale a flor de piel; la sensación extraña de tener insectos en mi estómago empezaron a aparecer poniéndome aún peor de lo que ya estoy, una sonrisita nerviosa, y lo loco que era que solo por escuchar su voz al pronunciar esas palabras me causarán un desorden de emociones me causaba mucho terror.

—¡QUE DICES! —exclamo. Agachando mi cabeza y ocultando la con el suéter que tenía puesto.

El sin embargo ríe como un imbécil.

—Solo digo la verdad —afirma— viviremos juntos...pero como amigos casi hermanos.

Todas aquellas emociones y descontrol que me había causado, desaparecieron por arte de magia. Cómo aparecieron desaparecieron.

—Ah, bueno. —balbuceo— es cierto, como amigos casi hermanos...—repito lo que él dijo hace un momento. Me sentía como niña pequeña, sentía vergüenza y pena y eso no me gustaba, me ilusione yo sola.

—Esta bien— dice levantándose de su puesto— vámonos entonces para que veas el lugar donde te vas a quedar apartir de hoy.

•••

—¿De verdad está es tu casa? —pregunto, asombrada y sin apartar la mirada de la enorme casa que tenía al frente de mí.

Egan suelta una carcajada —Obviamente que...no —admite sonriente.

—¿No?— digo desconcertada—. ¿Entonces de quién es?

—De mi padre, pero —hace una pausa corta— Como el está en la otra vida la casa termina quedando a mi nombre como herededo y el único hijo de los Reilch.

Es cierto si no mal recuerdo el padre de Egan falleció hace unos años.

—Entonces... —me giro a verlo— ¿Te la pasas aquí cuando desapareces?.

—Y también la cafetería en la que estábamos hace rato.

—¿También?.

—Son uno de los lugares en los que me puedes encontrar si te preocupas por mí —sonrie divertido.

—¿Qué te hace pensar que iré atrás de tí? —lo miro con confusión.

—No lo sé —ladea la cabeza mientras busca las llaves para abrir la puerta— te hará falta mi compañía las veces que no esté.

Pongo los ojos en blanco.

—Deja de acerté tantas iluciones, eso nunca va a pasar.




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