Mi vida en control de tus manos

15

Egan Reilch

—¿Y bien? —digo impaciente, volviendo mi mirada al doctor— ¿Cual es su estado de salud?

El doctor aparta la mirada, soltando un suspiro profundo.

—Hay algo que no me esperaba encontrar...

La angustia emergió, apoderándose de cada rincón de mi cuerpo por aquellas simples palabras que significaban mucho.

Buenas noticias o al igual que malas.

—¿Y que es? —la voz de Jen se hace escuchar entre nosotros.— ¿podría por favor dejar este aire de intriga eh incomodidad doctor?—el tono en el que hablo, era tenso eh irritado.

Le dedique una mirada cargada de reproche, aunque con rapidez, desvíe la mirada en lo que iba a decir el doctor.

De reojo veo como Roy está a punto de entrar con Key a la habitación, lo que hace que gire un poco mi cuerpo hacia su dirección, y como si fueran comprendidas mi señales; este mismo decide sujetar a Keylei por los hombros con suavidad, llevándose la afuera con naturaleza.

Cierro los ojos con suavidad para concentrarme nuevamente en este momento que necesita toda mi atención.

Cuando de repente la voz del hombre que tenía al frente y a tan solo metros de distancia, decide hablar.

—Bien... —dijo mientras se levantaba de la cama dónde mi abuela permanecía dormida. Acto seguido, metiendo ambas manos en los bolsillos y soltando lo siguiente—los pulmones han llegado a un estado preocupante y poco funcional —dijo mientras el tono de su voz se tornaba seria— Lo que podría decir que el tiempo frío, está agravando la situación de la paciente.

Tragué saliva y respire profundamente, sintiendo como una pequeña presión en el pecho empezó a aparecer con brusquedad.

Con disimulo, desvío mi mirada hacia Jen. Sus ojos reflejaban la misma sensación que sentí yo en el pecho, como si estuviéramos atrapados en aquella situación preocupante.

—Además —la voz del doctor se volvió a hacer presente, cantando nuestra atención.— con el estado en la que la encontré, me temo que esto podría llegar a mayores.

Desconcertado, miles de dudas comenzaron a atacar mi serenidad que tanto me estaba costando contener. Me lleno de valor, decidiendo hacer una pregunta con firmeza.

—¿Cómo cuáles aspectos debemos considerar? —trago saliva, manteniendo un semblante serio y sereno.

—Hay un riesgo muy alto que pueda contraer infección respiratorias o que en tal caso, se inflamen las vías respiratorias— informó su voz cargada de preocupación.

—¿Y que podemos hacer para evitarlo —el tono de voz de Jen era firme, pero, si te concentrabas, podías darte cuenta de un temblor traicionero en cada palabra que soltó después de aquel largo silencio que mantuvo.

—Me temo que el tiempo decidirá eso pero —hace una corta pausa y continúa— podemos evitar el humo al igual que el polen para minimizar el riesgo. De todos modos—dice mientras le echaba un vistazo a la abuela—, les pasaré una lista de las cosas que deben hacer junto con unos medicamentos que debe tomar.

—Una pregunta —suelto sin poder contenerme, haciendo que estos dos se girarán a verme.— Las flores...¿le hacen daño? —digo mirando las diferentes flores que tenía Luisa en la ventana que estaba al frente de su cama.

Analizo como procesa la pregunta que dije. Viendo cómo niega con la cabeza.

—Realmente no. A no ser que sea alérgica a alguna— comenta sin más, terminando de escribir en un papel la lista de los medicamentos y los cuidados—. Cualquier duda o emergencia, llamen al número que les dejaré en sus manos —dice. Entregándole el papel a Jen en sus manos— sin más que decirles, me retiro.

—Gracias.

La voz que emitió esa respuesta, que reconocí al instante, era la de Harris. El cuál ni siquiera me percaté de su ausencia en ningún momento.

¿Estaba tan concentrado en la situación de la abuela que no me di cuenta de su presencia?

No solo no había notado su ausencia, si no que también desconocía del tiempo en el que llevaba ahí.

—¿Harris? —hablamos al unísono Jen y mi persona.

—No podían imaginar que faltaría a un asunto relacionado con el estado de salud de mi abuela. —sonrio débilmente, dejando que sus ojos hablaran por si solos.

—¿Y Alan? —pregunta Jen arqueando una ceja.

—Esta con los chicos en el lago —dice, despidiéndose del doctor.

Este, como si tuviera un control remoto se retira, desapareciendo de nuestro campo de visión.

—¿Y bien? —interviene nuevamente, sus ojos recorriendo nuestros rostros—¿Cómo se encuentra?.

—¿Acaso no escuchaste? —replica Jen, con un toque de desdén en su voz.

—Jen, relájate —hablo con firmeza, mientras me llevo los dedos a la sien— esto no va a hacer que mejore la situación. Además...la abuela está dormida.

—De acuerdo— dice alzando los brazos en un gesto de derrota—. No fue la forma adecuada de responder —admite, lanzándole una última mirada matadora a Harris— ¿Cuánto escuchaste?.

—No podría decir que lo suficiente como para saber que tiene exactamente.

—Harris —Hablo, tomando fuerzas para pronunciar lo que no era nada fácil de admitir—. Los pulmones de la abuela están delicados y hay una posibilidad significante de correr riesgo de infección si no tomamos precauciones.

Al pronunciar aquella información que me dieron al respecto de la salud de la persona más apreciada de mi vida. Las lágrimas cristalizaron en mis ojos, sintiendo un leve pinchazo en ellos.

Lo que me llevo a deslizar la yema de los dedos sobre mis ojos, intentando eliminar aquellas lágrimas que gritaban por salir.

—¿Riesgo de infección? —resalta la palabra.

Jen asiente.

—Pero. ¿Tan repentinamente? —dice confundido— si ella estaba bien ayer cuando la visite.

—Harris, ten en cuenta que nosotros no somos iguales a los humanos ordinarios. Somos diferentes, eso ya debes tenerlo en cuenta —Responde Jen en un tono afilado, demostrando en cada palabra, pequeños destellos de irritación en ellos—. Un día estamos de una salud tan sorprendentemente firmes, y al día siguiente, nos encontramos terriblemente mal, tanto que nos consume. No somos seres humanos, Harris, somos sombras vivientes que nos movemos a un ritmo incierto.




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