Mi vida en control de tus manos

16

Sostenía una taza de té en las palmas de mis manos mientras miraba por la ventana, admirando las ramas que se extendían de los árboles secos por la temporada de nieve.

Estábamos a tan solo un día de navidad, pero, el ambiente no estaba como para celebrar un día festivo.

La brisa fresca y la luz del sol filtrándose por la ventana, estaba tiñendo de un color dorado, partes de la cocina; dónde hacía sentada la abuela en un viejo sofá cómodo y de aspecto suave, el silencio invadía el pequeño espacio de la cocina y el fragante aroma que emanaba el té de manzanilla, transmitía serenidad, calmando aquellos pensamientos inquietos.

—Querida.

La voz delicada y suave de la abuela, resonó. Instintivamente giré mi mirada hacia ella. Está vez, toda mi atención se concentro en la fragilidad de su presencia y su voz.

—¿Si?, abuela —pregunto, acercándome a ella a pasos lentos.

—Ven. Siéntate —dice, mientras daba palmaditas en el sofá.

Obediente, me siento a su lado, mirándola determinadamente.

—¿Qué sucede abuela?.

—Se que estoy delicada de la salud y no puedo arriesgarme a tales barbaridades por el tiempo frío, pero...— gira a mirarme, mientras veo como los destellos de Luz impactan con sus ojos, mostrando su color gris oscuro—. ¿Puedo pedirte algo?. —asiento con la cabeza y ella continúa— Vamos a dónde te encontrabas ayer con Alan y Roy.

—¿Cómo sabes eso?.

Abro los ojos de par en par sorprendida. ¿Cómo sabía que estábamos en el lago ayer si ella estaba dormida?. O según, fue lo que me comentó Egan ayer en la noche.

Las palabras de Egan regresaron a mi mente como eco, recordando su tono grave y lento con la que me comentó lo siguiente: “La abuela no sabe nada porque se encontraba durmiendo. Tal vez tenga que decirle mañana por la mañana lo que tiene.”

Recuerdo con claridad aquella imagen. Egan estaba sentado en el sofá, con mechones de cabello llenos de pequeños copos de nieve, manteniendo un semblante agotado y pensativo. Teniendo sus ojos verdes puesto en mí.

Key, cuida a la abuela hasta que regrese."

Querida. Hay cosas que no sabes todavía —dice regalando me una sonrisa cálida. Causando que saliera de mis pensamientos—. Pero supongo que los chicos se encargarán de hacértelo saber.

—¿De qué hablas abuela? —pregunto, aún sin entender sus palabras.

—Te contaré si me llevas al lago encantado.

—Pero abuela...—soy interrumpida por el tacto suave de su dedo, puesto en el medio de mis labios.

—Vamos. Los chicos no se darán cuenta.

Y en un abrir y cerrar de ojos estaba sentada en el pasto y a mi lado, en una silla de ruedas, se encontraba Luisa; admirando el campo de visión que compartíamos; el brillo del agua al frente de nosotras, el sonido de la cascada envolviendo nuestros oídos al igual que el sonido de los pájaros.

—Abuela, ¿Estás segura de que nadie notará nuestra ausencia? —digo, muerta de nervios como si estuviera cometiendo un crimen—. Recuerda que el doctor dijo que no puedes estar tanto tiempo en el frío, eso te puede hacer daño.

—Querida Key. El tiempo está en cuenta regresiva para mí. —responde con una calma inquietante, sintiendo como sus palabras golpeaban como el peso de un plomo.

—Abuela no digas eso —digo, intentando que mi voz no suene quebradiza por el impacto de sus palabras tan frías—. Aún tienes tiempo aquí con nosotros—siento como un nudo en mi garganta me cuesta mantener la respiración tranquila.

De un momento a otro, tan repentinamente, el lugar se volvió melancólico y pesado.

Estaba segura de que si decía otra cosa parecida, iba a desmoronar me por completo.

—Por ahora, solo quiero tener este lugar plasmado en mi mente como una pintura—dice, mientras suspiraba—. Key, hija.

—¿Si?.— respondí

—No mates tu mente con esos pensamientos negativos— su voz fue suave, pero pesaban como no tenían idea—. Comparte este momento conmigo, que aunque sea por un corto periodo de tiempo, sea un pequeño recuerdo guardado en ese grande corazón que tienes.

Quise decir algo al respecto pero, las palabras se negaban salir. Al ver esto, ella procede a continuar.

—¿Te digo algo querida? —dice, soltando una sonrisa— escuché algo hace mucho tiempo de una persona muy importante para mí en ese entonces —hace una corta pausa—. Aún recuerdo aquello que me dijo, como si fuera ayer....¿Quieres saber? —pregunta, sujetando mi mano sobre las suyas para continuar—. La vida no se mide por los años que vivimos, si no por los momentos que nos atrevemos a tesorar.

Intenté verbalizar algo, pero en este momento, mi mente estaba jugando en contra. Y tenía todas las de perder.

—Compartir este momento con la niña que llegó a iluminar el pueblo con sus travesuras hace 11 años, es un regalo. Recuerda que eres mi cómplice de travesuras y eso no se me va a olvidar jamás y estoy segura de que a ti tampoco se te olvidará.

—Jamas —suelto débilmente, las palabras apenas logran salir de mis labios. Sintiendo como mis ojos se llenaban de agua—. Prometo tenerlo plasmado todos los días, pero no será bajo una escritura, si no en la memoria. —el tacto de sus dedos frágiles y vulnerable, hacian que esto fuera casi insoportable.

—Estoy segura que así será. —Sus dedos viajan a mi mejilla, acariciándola con dulcura— No llores todavía, aún respiro y estoy consiente de todo. Vamos a casa, siento que mi nieto esta a punto de llegar —dice con una mirada traviesa, causando que cada sentimiento de tristeza se esfumara— si seda cuenta de que no estamos, saldremos regañadas.

No puedo evitar soltar una débil risa.

—De acuerdo —respondí. Pasando la yema de mis dedos sobre mis ojos húmedos, eliminando cualquier rastro de lágrimas.

Me levanté, sintiendo aún, el peso de la tristeza en la atmósfera.

—Regresemos a casa —dice, pero se detiene con brusquedad— Oh, casi se me olvida.

—¿Qué cosa?

—Solo te diré estás palabras que pronto tendrán significado —informa antes de pronunciar lo siguiente:




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