Mis ojos no podían creer lo que veían. La silueta de un hombre mayor, de casi setenta años estaba presente al frente de la puerta.
Mi pecho se contrajo. Un torbellino de emociones me sumergió sin piedad, la sensación de nostalgia, incredulidad y alegría.
Quería hablar y decirle algo, pero la sorpresa era tan grande que no podía emitir ni un solo sonido ordinario. Hasta que su mirada se encontró con la mía y entonces, una leve sonrisa curvó sus labios.
—Abuelo— solté, sintiendo un leve nudo en la garganta.
Al envolverlo entre mis brazos, un calor familiar me inundó. Haciendo que me olvidara por un instante de lo que me rodeaba.
—Que sorpresa verte aquí— murmuré, aferrándome a él.
—Quería saber cómo está mi nieta consentida— admite él, recibiéndome entre sus brazos con firmeza, pero, lleno de sentimientos y recuerdos.
—Estoy perfectamente bien, gracias a los chicos y a mi abuela Luisa —admito, sonriente y al mismo tiempo incrédula.
—¿A tú abuela Luisa? —Arquea una ceja, alzando la mirada para ver a los chicos y a la señora que estaba sentada al borde de la mesa con una sonrisa cálida y sincera.
Noto como se inclina un poco hacia mí, diciendo lo siguiente:
—Hija, ¿Tú vives con todos estos chicos? —pregunta con seriedad.
—Oh, abuelo casi se me olvida presentarte a cada uno de ellos. —digo, agarrando lo de la mano con suavidad y acercándolo a punto donde pudiera ver a todos.
Estaba emocionada. Sentía como mi corazón latía con fuerza al tan solo imaginarme que por fin, una de mis personas más importantes iba a conocer a los chicos que me hicieron sentirme como en casa desde que llegué a Gringovelld.
—Abuelo —murmuré, con una mezcla de orgullo y emoción—, él es Roy y este es Alan.
Los chicos intercambiaron miradas rápidas antes de enderezarse con respeto pero sabía que en sus rostros se reflejaba la curiosidad.
—Ellos tres, son los mayores del grupo —hablo de nuevo, señalando a los chicos—, Harris, Jen y Egan— ellos sin necesidad de decirles algo, saludaron con un estrechamiento de manos y con respeto.
Mi abuelo los observo con determinación, su mirada recorriendo cada expresión, gesto y expectativas, como si descifrara algo más allá que solo los nombres de cada uno de ellos. Y Con normalidad, sonrió con calidez.
—Un placer conocerlos— su voz fue suave, en un tono amable.
—Supongo que te quedarás, ¿verdad?— pregunto, sintiendo como una sensación que no logré entender, emergía en mi estómago con ferocidad.
Él se gira a mirarme.
—Por supuesto, pero, solo será está noche— informa, cambiando de tema—. Supongo que tus padres están trabajando.
Frunso el ceño, confundida.
—Pues... —hago una pausa, ocultando la duda que causaron sus palabras— a esta hora, creo que deberían de estar en las oficinas.
—Oh, es verdad. Es que necesito comentarles algo de nuestra casa en la ciudad.
—¿Qué?
Me confundí aún más al escuchar aquello que acaba de decir. ¿Necesitaba comentarles? ¿No tendrían ya bastantes días para decirles?
Giro levemente mi cabeza a dónde se encontraba Egan. Quien mantiene su postura relajada, pero hay un destello extraño en su mirada que aún no lograba descifrar.
Por un instante, parece evaluar mi reacción, como si ya sospechaba de algo...¿qué yo no sabía aún?
—Señor...
La voz de Roy interrumpe mis pensamientos, captando mi atención y la de todos por igual, haciendo que nos giremos a verlo.
—Edward —responde mi abuelo, con amabilidad en su tono, pero envuelto en una autoridad natural.
Roy como respuesta asiente.
—Señor Edward, ¿Quiere ayudarnos a montar el árbol?
Edward como respuesta suelta una carcajada divertida asintiendo en seguida.
—¡Por supuesto! —responde, reflejando en sus ojos aquella chispa de diversión—. No hay mejor forma de empezar el primer día de navidad como este.
—Es una llegada inesperada, así que...—la ví de Harris resuena en el lugar—. Hay que recibirlo como se merece —dice en una sonrisa amable—, con una cálida bienvenida a nuestro pueblo señor Edward.
—Se lo agradezco joven Harris.
Suelto una sonrisa leve, pues...lo que dijo hace un momento me dejó pensando.
—Key
La voz de mi abuelo me saco de mis pensamientos con brusquedad.
—¿Si abuelo?
—¿No hay problema en que conviva con los chicos no?
—No abuelo, tranquilo —niego con la cabeza soltando una sonrisa—, puedes compartir con ellos todo lo que quieras.
—No estaría mal convivir con estos chicos para así ver, con que junta se las pasa mi nieta ¿No? —dice en una sonrisa, recorriendo los rostros de cada uno con curiosidad y otro gesto que no logro entender.
doy pasos tímidos a dónde se encontraba Luisa sentada para terminar sentandome a su lado y observandolos a cada uno, mientras ponían el árbol.
—Me sorprende la visita inesperada de tu abuelo —admite Luisa, con la mirada al frente—, ¿Cómo llego aquí el solo?
—A lo mejor se guío por la apps de Google maps —respondo, un poco distraída.
—Entonces se adapta fácilmente a la tecnología.
—No lo sé con certeza, pero... quizá y mis padres se lo enseñaron —digo, sintiendo una sensación pesada que se instala en mi estómago, como algo que no termino de comprender.
—Si te parece bien. En la noche podemos tener la noche de juegos que siempre hemos hecho a comienzos de navidad cariño —comenta—. Así derretimos el hielo entre todos y le preguntamos, recuerda que todo sale a la luz en la noche de juegos —dice sonriendo. Causando que aquella sensación tan incomoda desvaneciera en tan solo segundos— ¿Te parece bien?
—Más que bien, me parece increíble —admito con espectativa.
Veo a Egan y Jen dirigirse hacia la puerta listos para salir, pero se detienen al escuchar mi voz:
—¿A dónde van? —pregunto, sin poder ocultar la curiosidad en mi tono.
Ellos se detienen al mismo tiempo.
—Vamos a comprar unas cosas.