Mi vida en control de tus manos

19

EGAN REILCH

Key descubrió finalmente la verdad sobre la muerte de sus padres. Llevamos semanas sin hablarnos.

Desde entonces.

No me ha vuelto a hablar ni a dirigirme la mirada. En la universidad me ignora como si fuera un desconocido, y en casa… apenas y sale de su habitación, y cuando lo hace, solo es para comer en silencio, un matador silencio.

No la culpo.

Fui un cobarde. Guardé un secreto que no era mío, convencido de que lo hacía por su bien. Pero ahora… ahora no hay un solo instante en que no me arrepienta.

La primera semana le di su espacio mientras le pedía consejos a Jen de como solucionar lo que había ocasionado mentir.

La forma en que me mira —o más bien, la forma en que evita mirarme— duele más que cualquier grito.

—¿Haz podido hablar con ella?— pregunta Jen del otro lado del teléfono.

—No, no eh podido ni acercarme— respondí, deslizando mi mano por mi cabello con frustración.

Me levanto de la cama, caminando por toda la habitación sin rumbo. Volviendo a hablar.

—Jen, está aquí, en la otra habitación, a metros de mí, pero es como si estuviera a kilómetros de distancia. Eh intentado de todo de verdad...—Jen se mantenía en silencio, escuchando sin intervenir— le eh preparado su chocolate caliente con malvaviscos como a ella le gusta, le dejé espacio, eh intentado hablar de las mil maneras que existen; suave, con cuidado, miedo...y nada.

Me dejó caer en el sofá de mi habitación, devastado.

—Lo que más me jode—digo al fin— es que la tengo cerca, pero no la puedo alcanzar. Cada noche que escucho sus pasos en el pasillo, que la veo caminando por los alrededores de la casa, cada vez que evita mirarme...siento que la pierdo cada vez más.

—Creo que ya es hora de decirle la verdad—dice Jen sin rodeos— tal vez así te entienda.

Me quedé en silencio, la mirada perdida en el suelo, como si eso fuera capaz de borrar aquellas palabras.

"La verdad."

Ese peso que me he guardado desde que me enteré de todo.

—¿Y si no me perdona? —pregunté al fin, con la voz más baja de lo que pretendía.

—Pero al menos sabrá que fue real, Egan. Que tu silencio no era desinterés, que no lo hiciste por querer cuidarte la espalda. —toma un suspiro, conservando la calma que siempre lo caracterizó— A veces, la verdad no arregla todo… pero abre la única puerta posible para empezar.

Tenía razón, callarme me estaba matando más que perderla.

La voz de Jen escucharse nuevamente me saco de aquella reflexión.

—Tengo que colgar. Te hablaré en la noche cuando termine la jornada.

—Espera y...

—La abuela la está cuidando Harris y Alan—responde—. No te preocupes por ella.

Asentí con seguridad, desconfiando mínimamente.

—Te aviso si logro mejorar las cosas con Coldwell —conteste, para luego colgar.

El silencio se volvió más tranquilo, pero no menos inquietante.

No se preocupe mi señor, siga esforzándose. Se que ella entenderá.

Aquella voz resonante venía del búho, más sabio que el mismo Jen en persona.

—Solo espero que tengas razón.

•••

Miraba mi plato sin apetito, solo al frente de ella con una mesa en el medio que no me permite estar más cerca de ella. Cómo si esto fuera la pared que me aleja. Este silencio me estaba quemando por dentro, el sentimiento de querer decir algo pero el miedo a ser ignorado otra vez no me permitía. "¡Joder Key, rompe este silencio por más que quieras por favor!"

Y como si hubiera leído mis pensamientos, como si mis pensamientos fueran más ruidosos que las mismas palabras calladas, ella susurro sin levantar su mirada del plato.

—¿Podemos hablar?

Mi corazón se detuvo un instante, preparándose para lo que venía. Trage saliva pero asentí apenas, incapaz de sentir indiferencia.

—Claro— mi voz se escuchó más baja de lo que hubiera querido—, estoy aquí para escucharte.

Ella apretó los labios por un segundo, tomando aire, y entonces levantó la vista. Sus ojos no eran los mismos. Había un cansancio nuevo, una rendija de miedo y algo más... algo que quizás era esperanza.

Esperanza de volver hacer las paces y explicar, para llegar a recuperarla.

—No sé por dónde empezar —confesó.

—Desde donde duela menos —le respondí.

—Es que todo duele— admite, mordiéndose el labio.

Sus palabras quedaron suspensas en el aire, sintiendo la fragilidad de ellas, que si no estaba consiente de la fuerza, estarían listas para quebrarse. Sentí un nudo en el pecho, de esos cuando lo qué más quieres es sanar algo que quizás ya no tenía reparación desde varias semanas.

Respiré profundo.

—Entonces, empecemos por lo que aún se puede salvar—dije, con más esperanza que una certeza.

Ella bajó la mirada, y por un instante, pareció niña otra vez: vulnerable, temblando entre el orgullo y el miedo.

—Yo… no quise que termináramos así —susurró—. Me dolía tanto todo que me alejé pensando que dolería menos. Pero no fue así.

Tenso la mandíbula como respuesta, las palabras golpeaban como piedra, pero, la grieta se mantenía ahí, si...pero también estaba la intención de cerrarla.

—Gracias por decirlo —digo, inclinándome ligeramente hacia ella, eh atravesando la pared invisible que me ponía la mesa al frente de mí—. Yo tampoco supe cómo hacerlo. Cargaba conmigo todo el peso de lo que pasaba...no quería que sufrieras. Esa no era la intención, nunca la fue.

Key bajo la mirada en un corto silencio.

—Pero sufrí Egan—dijo, apenas audible— sufrí mucho. Y aunque me hayas ocultado tal gravedad, no deje de pensarte ni un segundo en todos los benditos días que pasaron...

—¿Y entonces por qué me ignoras?

Las palabras salieron sin mi consentimiento, un impulso crudo, tal vez...una herida hablando por mí.

—Tenia miedo— admite, con lagrimas en sus ojos—, miedo de verte peor y agarrarte odio.

Me mantuve en silencio, en un terrible silencio devastador. Al ver que no decía nada, dijo lo siguiente:




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.