Mi vida en control de tus manos

26

Keylei Coldwell

El silencio siempre había sido mi refugio. No porque no tuviera palabras, sino porque el miedo me las arrancaba antes de que pudieran salir. Cada vez que intentaba hablar, el pánico me cerraba la garganta, como si el aire mismo me negara el derecho a existir.

No hablé porque temía que mi voz desatara lo que todos evitaban nombrar. No hablé porque cada mirada sobre mí era un recordatorio de que algo dormía en mi interior, algo que podía quebrar el mundo.

Pero ahora… después de ver a Egan desafiar el pacto, después de escuchar a Harris pronunciar con desprecio lo que yo representaba, entendí que mi silencio era también una condena. Que callar era dejar que otros decidieran por mí.

Respiré hondo. Sentí cómo el temblor en mis manos se transformaba en fuerza.

—Roy… —mi voz salió baja, pero firme, como un río que por fin rompe su cauce—. Dime qué significa el Enualem.

Roy me miró sorprendido. Sus ojos, siempre serenos, se oscurecieron con un peso que no había querido mostrar.

—Key… —dijo con cautela—. El Enualem no es un enemigo que puedas enfrentar con armas. Es el reflejo caído del guardián. Es lo que despierta cuando el equilibrio se rompe.

Sentí un escalofrío recorrerme.

—¿El reflejo caído… de mí? —pregunté, con la voz quebrada.

Roy bajó la mirada.

—Sí. Si recuerdas todo, si retomas tu lugar como guardiana del puente, el Enualem también despertará. No es otra criatura. Es el guardián que se convierte en grieta.

Roy me mudo con una mezcla de dolor y respeto. Sabía que había llegado el momento de decir lo que siempre había evitado.

—Key… —su voz era grave, pero serena—. El libro no habla de un enemigo cualquiera. Habla de uno de los primeros guardianes. Él también se enamoró de la mujer que debía proteger. Y por ese amor, por no aceptar perderla, su destino se torció.

Lo escuchaba con los labios apretados, como si cada palabra fuera un golpe.

—¿Qué le pasó? —pregunte, con un hilo de voz.

Roy bajó la mirada, como si temiera que el eco de su respuesta despertara algo en el jardín.

—Su maldición fue convertirse en una sombra herrante. El Enualem. Desde entonces, vaga entre las grietas del puente, esperando que se rompa para despertar y traer caos. —hace una pausa para tomar aire—. No nació del odio, ni de la venganza. Nació del amor. Y por eso es tan peligroso.

El silencio se hizo pesado.

Sentí como un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

—Entonces… —dije, con un temblor en la voz—. ¿Eso es lo que temen de mí? Que yo también despierte esa sombra.

Roy levantó la mirada y la sostuvo con firmeza.

—No lo tememos de ti, Key. Lo tememos de todos nosotros. Porque todos, de una forma u otra, hemos empezado a amarte. Y el libro dice que ese amor es la grieta.

cerré los ojos. Por primera vez entendía el peso de mi silencio.

No había callado por debilidad, sino porque el miedo me había paralizado. Pero ahora, con la verdad frente a mí, sabía que debía hablar.

—No entiendo cómo toda mi vida se volvió un caos —solté un suspiro derrotada. Mi mente estaba colapsando, y ahora describir que era la guardiana del puente de ambos mundos me hacía perder la cabeza.

El silencio se apoderó de la sala. Nadie se atrevía a interrumpir mi confesión. Por primera vez, mi voz había roto la barrera del miedo.

Roy me miró con calma, pero en sus ojos había un peso que no podía ocultar. Dio un paso hacia mí, como si quisiera sostenerme antes de que me derrumbara.

—Key… —dijo con voz grave—. Tu silencio nunca fue debilidad. Fue miedo. El mismo miedo que todos sentimos. Pero ahora que has hablado, debo decirte la verdad.—No podía hablar, solo mis ojos y mis oídos se mantenían atentos a él—.El libro lo dice con claridad: el primer guardián que cayó por amor se convirtió en sombra herrante. Desde entonces, espera que la grieta se abra para traer caos. Y ahora… esa grieta eres tú.

Sentí como el peso de las palabras me aplastaban sin importancia de salir herida.

—¿Cómo es que de la nada soy una guardiana del puente que conecta ambos mundos? —puse ambas manos en mi rostro con frustración—. ¿Desde cuándo dejé de ser alguien normal?

Roy me observó en silencio por un instante, como si buscara las palabras exactas para no herirme más de lo que ya estaba. Finalmente, habló con voz grave, pero serena:

—Key… nunca fuiste “normal”. El puente no elige al azar. Desde el día en que naciste, tu vida estuvo marcada por esta conexión. Lo que tú llamas normalidad era solo un velo, una ilusión para protegerte de la verdad.

Sentí que mi respiración se aceleraba.

—¿Entonces todo lo que viví… todo lo que fui… era mentira? —pregunté, con un nudo en la garganta.

Roy negó con la cabeza.

—No era mentira. Era tu refugio. Tus recuerdos fueron sellados para que pudieras crecer sin cargar con el peso del puente. Pero tarde o temprano, esa memoria volverá. Y cuando lo haga, no podrás ocultarlo.

Me quedé helada.

—¿Cómo sabré que está ocurriendo? —susurré.

Roy dio un paso hacia mí, y por primera vez su voz tembló con un matiz de advertencia:

—Lo notarás en tu cuerpo. Un pinchazo en el pecho, como si tu corazón recordara antes que tu mente. Ese dolor será la señal de que los recuerdos están regresando. Y no solo tú lo sentirás… todos los que te rodean lo percibirán.

Un escalofrío me recorrió.

—¿Todos…?

Roy asintió lentamente.

—Sí. Porque el puente no es solo tuyo. Es de ambos mundos. Cuando tu memoria despierte, el eco se extenderá. Los chicos lo sentirán, la abuela lo sabrá, incluso Harris y Egan no podrán ignorarlo. Será como una marca invisible que los atraviese.

El silencio se volvió pesado.

Sentí como mis piernas estaban perdiendo la fuerza para mantenerme en pie. Roy me sostuvo, haciendo que me sentara en el pasto a su lado.




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