Mi historia
Por Keidy Paredes
Los términos abuelo y abuela son los nombres con los que los hijos designan al padre y a la madre de sus padres, y se les llama, respectivamente, abuelo paterno y abuela materna. Los padres llaman nietos a los hijos de sus hijos. Eso es lo que dice Wikipedia, pero la verdad es que los abuelos son unos de los regalos más preciados de la vida. Con ellos aprendemos a convivir, a amar, a respetar, a ser honestos y a agradecer. Soy Keidy Estefan Paredes Díaz y esta es mi historia.
Desde los seis meses de gestación del embarazo de mi madre vivo con mis abuelos y nos es porque mi madre no me quiera o algo así, si no es que nací el día del cumpleaños de mi abuelo (el 04 de diciembre del 2003) y él dijo: "Está es mía si tú quieres ten otro para ti porque esta es mía." Siempre tengo recuerdos de mi infancia sobre cómo nos mudamos a una casa al lado de un río y me encantaba porque siempre me bañaba ahí con mis primos o unas amiguitas que tenía. Recuerdo que teníamos una yagua. Subíamos una cuesta y luego la bajamos encima de la yagua. Un día mis amigos me dijeron que como yo era la mayor tenía que montarme atrás, entonces, pasa lo menos esperado: la yagua se fue por el río. El karma existe, porque ellos se mojaron y yo quedé seca. No les contaré lo que pasó después porque ya se lo deben imaginar.
También recuerdo que siendo una niña le pedí a Dios una bicicleta le dije que me iba a portar bien y no sé cuántas cosas más, un día cuando llegué de la escuela en la que estudiaba, (Escuela María Yolanda Almánzar) encontré una bicicleta en la casa. Y no, no era mía. Había llegado de los Estados Unidos en una caja de las que la madre de mi abuela mandaba. Tan pronto se la pedí a mi abuelo, él me la compró.
Cuando tenía ocho años me mudé a Las Lagunas, Moca, donde vivo actualmente. Me cambiaron de escuela. Hice amigos nuevos, pero lamentablemente me robaron la bicicleta. Competí en el grupo de ajedrez de mi escuela, viajaba siempre en las vacaciones a la capital donde mis padres y mi hermano (él es la representación gráfica de como odio y amo una persona al mismo tiempo).
Cuando cumplí los doce años, entré al Politécnico Salesiano Arquidez Calderón y fue unos de los mejores y peores momentos de mi vida. Me da pena decirlo, pero todos entramos en la etapa de la pubertad que odiamos todo y a todos. En ese momento de mi vida dije cosas de las que hoy me arrepiento porque herí con palabras a todos los que me rodeaban: a mi tía que siempre ha estado pendiente de mí; a mi abuelo, que aunque le quedaran los últimos cien pesos en los bolsillos, me los daba de recreo; a mi abuela, que desde que me levanto hasta que me acuesto siempre se preocupa si como o no, que si ya desayuné, que siempre tiene un consejo que darme o un jalón de orejas. Bajé mis calificaciones. No me importaba si hacía la tarea o no. ¡Gracias a Dios ya pasó! Recuperé mis calificaciones y los más importante: la relación con mi familia.
El día de mis 15 primaveras había llegado (nunca había visto tantas personas desesperadas dando vueltas por la casa) y detrás de ese día maravilloso se encontraba el esfuerzo de mi abuela por darme lo mejor que ella tenía. Yo sabiendo que ella hasta hizo un préstamo en el banco, cogió sanes semanales y dinero a rédito, todo para darme esa alegría. Lo mejor, hizo eso y más con una sonrisa y diciéndome que yo me merezco todo lo que ella no tuvo.
Hoy en día estoy estudiando para darle un mejor futuro a mis abuelos y saber que sí yo tengo ellos tienen.
Marzo 2021