Mi vida antes y después de Dios
Por Luz del Alba
Mi vida no era nada hasta que conocí al que de la nada la convirtió en todo.
Un 7 de agosto del 2002 nací yo, recuerdo que mi abuela siempre me decía “tu nombre iba hacer Esmeralda” -gracias a Dios que no fue así (siempre pensaba)-, pero al final decidieron ponerme Luz del Alba que significa “Luz del amanecer” y según mi abuela pegaba mucho conmigo porque era ese rayo de luz que iluminaría la familia. En ese entonces mi apellido era Pérez porque mi papá no me había declarado, no había nacido y ya se sentían los problemas. Mi madre me tuvo los 15 años, sí, lo sé, súper joven de hecho eso me hacía pensar la mayoría del tiempo que fui un error o un accidente, pero Dios me hizo ver que no hay nada que se haga sin su consentimiento o sin que Él lo permita.
Según lo que recuerdo tuve una linda infancia, a pesar de los dramas de mi vida y de mi familia. Vivía con mis abuelos, ya que no crecí con mis padres porque ellos no estaban juntos y les confieso que en su momento los añoré, pero no me arrepiento de haber crecido con los más maravillosos seres del mundo que son mis abuelos, Dimas Pérez y María Díaz, dos seres de luz que Dios puso en mi camino para que hoy yo sea la Luz del Alba que soy.
Se encargaron de darme una excelente educación, me criaron en base a valores morales y con sus ejemplos me enseñaron que la familia es lo más importante y que siempre debemos de luchar y trabajar por ella. Desde que tengo uso de razón mis abuelos me han hablado de Dios y de su gran amor. Recuerdo que iba a la iglesia, pero a pesar de que desde siempre he sido religiosa, desconocía la verdadera grandeza de nuestro Señor y de muchas cosas que tenían que ver con Él. A causa de eso, pasé por muchas vicisitudes en la secundaria y como toda adolescente tuve mis crisis existenciales, como sentirme sola, vacía y sin propósito alguno. No había verdadera fuente de agua viva que me llenara totalmente. Tuve amistades y noviazgos tóxicos, malas decisiones y todo iba de mal en peor y sí creía en Dios, pero no le había entregado mi vida.
Les cuento que sentía que era nada, lo peor de todo es que lo ocultaba siempre, llevaba la careta de ser “una chica feliz”, pero ¿cómo serlo si me faltaba lo más importante? Pasé casi toda mi adolescencia deseando cosas que a la larga no me llenaban, como querer emborracharme para saber qué se sentía, ir a fiestas o discotecas para saber cómo eran, tener novios para ser parte del grupo, entre otras cosas. Todo se basaba en querer saber y experimentar lo que el mundo ofrece aunque en el fondo sabía que me consumiría porque siempre queremos más, es como sentir un vacío por dentro y buscar con qué llenarlo. A esto se le suma esa sensación de estar solo aun estando rodeado de personas, percibir esa oscuridad en tu vida que poco a poco te consume sin esperanza alguna de salir de allí. Quieres hablar, estallar, tienes con quien hacerlo, pero no lo haces. Sí, es contradictorio, pero sucede. Así, amigos míos, me sentía antes de saber que sí había un ser que estaba ahí limpiando cada lágrima derramada, abrazándome y cuidándome, sólo que yo no lo sabía. Con el tiempo me di cuenta de que algo no estaba bien conmigo y sentí la necesidad de acercarme a Dios, no sabía por qué, simplemente lo sentía.
Recuerdo que un 31 de diciembre del 2019 estaba en mi cuarto sentada con mis ojos cerrados y miles de pensamientos llegando a mi cabeza con ese inmenso deseo en mi corazón de querer cambiar y ser mejor porque en el fondo sabía que no estaba haciendo nada por Dios, que debía dar más de mí porque Él lo había dado todo y cada día lo seguía haciendo, así que me propuse como meta para el 2020 estar más cerca de Dios, conocerlo y estudiar su palabra. No tenía la menor idea de cómo lo iba a hacer, pero sé que lo haría.
Llegó enero del 2020 y comencé con mi plan de cumplir esa meta, leía la biblia, pero no la entendía, eran palabras muy extrañas que no se quedaban en mi mente y corazón. En su momento llegué a pensar que esto no era para mí, pero sin importar lo complicado que fuera no me iba a rendir. No sé cómo pasó, pero Dios miró la necesidad que tenía de Él y comenzó a poner las herramientas que precisas para estar más cerca de su presencia. Recuerdo que mi youtuber favorita llamada Ivonn Cris hizo un “live” en Instagram titulado “¿Cómo estudiar la Biblia?”. Sentí que era una señal de parte de Dios, como si fuera una respuesta en la que me decía: “Sé que me estás buscando y aquí estoy”.
Poco a poco pude ir acercándome más a Dios, fui tomando hábitos como el orar todos los días, el estudiar su palabra, ir tratando de entender cómo era Él y, claro, no lo hacía perfecto porque todavía me faltaba conocimiento, pero iba mejorando porque más que conocerlo quería tener una relación y una intimidad con Él. Les confieso que muchas veces me desesperaba porque quería ir súper rápido, pero Él me recordaba que todo en la vida es un proceso y, obviamente. que esta no iba a hacer la excepción.
Sabía que había avanzado mucho con él, pero todavía había actitudes y cosas en mí que no me dejaban entregarme plenamente. Fue cuando entró la pandemia del COVID-19 en marzo del 2020 que mi vida dio un gran giro y no solamente la mía, sino la de todo el mundo, pero Dios supo cómo utilizar eso a favor de muchas vidas. Gracias a esta pandemia pude tener más tiempo para analizar mi vida, lo que quería y el propósito de ella en Dios. El ejemplo de una gran amiga me ayudó a ir dejando muchas cosas que todavía me seguían separando de Él.
Sin darme cuenta ya estaba super enamorada de Dios de cómo Él me hacía sentir, de lo completa y llena que ya me había dejado. Por su amor decidí quitar acciones que nos separaban y comencé a hacer cosas que me edificaran y me acercaran más a su presencia. Pasaron los meses y fui participando de muchas actividades con más chicas que me sirvieron de apoyo, quienes reflejaban esa fe que yo quería obtener, fue muy linda la experiencia y jamás voy a olvidar como Dios cambió mi vida a través de ellas, como Él de la nada construyó un todo, la Luz del Alba de enero del 2020 era muy distinta a la Luz del Alba de marzo del 2020. Es increíble cómo en tan poco tiempo Dios puedo construir una vida nueva para mí. Obviamente no era perfecta porque no lo somos, pero si tenía la certeza de que era un barro en las manos del alfarero, Dios nunca se rindió conmigo y poco a poco me siguió cambiando y yo dejé que lo hiciera porque en una relación es importante que ambos estén dispuestos y yo sabía que Él lo estaba.