Todo está oscuro. Una multitud grita mi nombre:
—¡Archie! ¡Archie!
—¿Dónde estoy?
—¡Ánimo, Archie, tú puedes! —reconozco una voz femenina, demasiado familiar.
Miro a mi alrededor, desorientado. Los focos se encienden de golpe y me ciegan. Parpadeo. Al enfocar, veo un estadio a rebosar. Gente grita, aplaude, vitorea. Estoy en el concierto de mis sueños.
Camino por el escenario con seguridad, moviéndome a mi ritmo. La música fluye. Estoy brillando. Pero a mitad del show… todo cambia.
Mi vista se nubla. Me cuesta andar recto. El suelo parece alejarse bajo mis pies. Mi cuerpo pesa. Todo a mi alrededor da vueltas. Me tambaleo hacia el borde del escenario, hacia esa negrura absoluta… La angustia me sube al pecho. Quiero gritar, pero no me sale la voz.
—¡Ah! —despierto de golpe.
Estoy en mi habitación. Me incorporo en la cama empapado en sudor frío, con el corazón a mil. Me acerco al espejo que tengo en el baño de mi habitación. Me miro con asco.
—Otra vez ese maldito sueño —maldigo rascando mi cabello rojo teñido.
Editado: 12.08.2025