Llegamos justo a tiempo, la señora Gil no había llegado.
—Por los pelos —dice Jack sofocado.
—¡Qué raro! ¿Hemos llegado antes que el resto de la clase? —pregunto echando los pulmones por la boca.
—¡Espera! ¿Hoy no era el día de la botánica? —responde Ulrich.
—¡Ahí no! —Jack se golpea la cara decepcionado.
Nos levantamos del suelo de clase, dejamos las mochilas en nuestras respectivas taquillas y salimos al patio.
—¿Qué hacemos? ¿Volvemos a casa? —pregunta Jack, aburrido, tumbado en el suelo.
—¡Ni se os ocurra, jovencitos! Hay cosas para hacer por todo el instituto —la voz cabreada de la directora nos sobresalta a los tres.
—¿Por qué si no hay nadie en el instituto? —protesto.
—Tenían que estar los tres con su clase a las 8:30 a.m., y han llegado tarde. Toda la escuela, incluida vuestra clase, está en el jardín botánico de la escuela Greenfull —nos reprende con voz autoritaria.
—Lo sentimos, directora. Fue culpa mía, me entretuve preparando unas cosas en casa —nos defiende Ulrich.
—Joven Baker, que usted se retrase no justifica que Lee y López también se retrasen —le da unos golpecitos a Ulrich en la cabeza.
—Sí que lo justifica. ¡Nos trae mi padre, que es abogado! —nos defiende Jack.
La directora suspira y nos fulminó con la mirada. Tragué saliva. Ni Jack se atrevía a bromear. La seguimos en silencio por el pasillo. Nos abre la puerta del aula, y cada uno se sienta en su sitio. Se gira lentamente, coge una tiza y, sin decir una palabra, empieza a escribir en la pizarra: “No volveremos a llegar tarde a una excursión escolar.”
—Vais a escribir esa frase cien veces. Me lo tenéis que entregar antes de que lleguen vuestros compañeros de clase. —nos informa a los tres—. Ulrich, Liam, cada uno en una esquina. Sé que os sentáis juntos, pero ahora quiero que estéis separados.
Miro a mi mejor amigo con cara de susto. De pronto, el corazón me late a mil por hora, las manos me sudan, la cabeza me da vueltas. Me siento solo. Los ojos se me llenan de lágrimas. Me dan espasmos. Un sabor agrio sube por mi garganta. Salgo corriendo al baño.
Después de un rato de vomitar, escucho unos pasos.
—¡Liam! ¿Te encuentras bien? —la voz preocupada de la directora me sobresalta.
Me pongo alerta. Es una reacción automática. El sonido de sus tacones me congela. Un estremecimiento recorre mi cuerpo, y por un momento, el baño ya no es el baño. Es la oscuridad de aquella noche. Mi madre, el golpe, la sangre... todo vuelve. Era esa noche… después de que mi padre casi me matara a golpes, delante de mi hermana menor.
El olor del baño, el frío del suelo… me hacen sentir como si el tiempo se hubiera detenido. Araño mis muñecas, como si al hacerlo pudiera liberarme del dolor que me atormenta, otra vez, en ese lugar oscuro y aterrador. Un sabor a hierro inunda mi boca. Toso la sangre. Por mis muñecas corre sangre. Un terrible recuerdo me viene a la mente. Mi respiración se hace entrecortada, cada vez más difícil. El aire me quema la garganta, como si hubiera tragado fuego. Mi cuerpo colapsa en el baño.
—¡Liam! ¡Liam! ¡Abre la puerta! —grita la directora desesperada.
—Ayuda —de mi boca sale un hilo de voz inaudible.
—¡Conserje! ¿Tiene las llaves? ¡Hay un chaval en el interior! —grita la directora.
Cuando abrieron la puerta mi frágil mente divaga hacia aquella noche. Con mi vista borrosa, vislumbro al conserje, a mi mejor amigo y a la directora. Mi mente empezó a desconectarse dejándome descansar.
Editado: 15.09.2025