Mi vida es un desastre

'La calefacción está perfectamente bien'

— ¿Te pusieron una multa?—preguntó Leandro.

—No. Supongo que soy media exagerada.

—O tal vez fue fruto de tu “ataque de exasperación”.

—Puede ser.

Mi ‘ataque de exasperación’ es algo que inventamos Leandro y yo. Puedo llegar a ser algo inestable a veces y me pongo así. Pensarán que es que estoy loca, o que tengo un trastorno bipolar, pero no, no es así. Simplemente es mi personalidad. Ya mis padres me llevaron con una psiquiatra cuando era pequeña debido a eso, pero él aseguró que no era nada que afectara mi salud mental.

Pero bueno, olvidando ese tema. Gracias a mi amigo, pude salir ilesa de todo esto. Aunque de lo único de lo que no me recuperaré es de mi despido. ¡Me han despedido!

Ya no tango salario. ¿Qué me haré? ¿Con qué pagaré ahora el alquiler del departamento? ¿Y la universidad?

—Tranquila, sabes que puedes quedarte a vivir en mi casa el tiempo que quieras—dijo Leandro como si hubiera leído mis pensamientos.

—Gracias—Le di una sonrisa—. Pero tengo que empezar a buscar un trabajo desde ya.

Él asintió y yo suspiré.

— ¡Oye!—sentí esas voces por detrás de mí y me quedé petrificada en mi lugar, en lo que Leandro miraba a los dos sujetos que avanzaban en mi dirección.

Él puso una mueca de frustración.

—Camina, ¡rápido!—susurré lo más alto que pude para que pudiera escucharme.

Y eso hicimos los dos. Parecíamos par de imbéciles caminando rápidamente para librarme de aquellos dos.

—Hey, espera.

Enseguida las figuras de los dos sujetos aparecieron en frente de mí. Los rubios malditamente sexys, pero idiotas.

Me crucé de brazos.

— ¿Qué?

—Queríamos disculparnos—dice el de los tatuajes.

—Ustedes dos—Los señalé con mi dedo—. Prácticamente arruinaron mi vida.

—Sí, bueno…—murmuró el del piercing, rascándose la nuca.

Simplemente me di media vuelta y me marché de ahí, dispuesta a no seguir escuchándolos.

 

                  ~

Una vez he terminado de recoger cada una de mis cosas, le doy una última ojeada al que era mi pequeño departamento.

—Voy a extrañarte, bebé.

Sí, lo sé. Suelo apegarme mucho a todo.

Dejo salir un suspiro y, enganchando mi bolso al hombro, agarrando a Biscuit con la mano izquierda, y la maleta con la derecha, salgo del lugar, cerrando la puerta detrás de mí.

Cuando ya he bajado las escaleras, me detengo un momento en medio de la acera. ¿Y ahora qué hago? ¿A dónde voy?

Leandro me dijo que me podía quedar en su departamento cuanto quisiera, pero en estos momentos la verdad no tengo ganas de ir hasta allá.

Tengo las llaves de su piso—tenemos mucha confianza—pero sin mencionar que están en el fondo de mi bolso.

Al final opto por coger un poco de aire y camino hasta el parque, que queda a solo unos pasos de mí. Sí, muy central todo.

Me siento en un banco y dejo salir un suspiro, acariciando a Biscuit. Tal vez no debí exagerar e irme de casa de esa forma. Papá solo quería que fuera más independiente, por eso dejó de pagar mi universidad. Soy tan estúpida. Aún puedo recordar el rostro de mamá cuando me vio salir de casa…

 

Ya tengo todo listo. No necesito mucho, solo dinero, ropa y ya lo otro son cosas que llevo porque sí. Solo una maleta.

Me miro nuevamente en el espejo de cuerpo entero.

¿Quién soy?

Estoy segura de que puedo ser como los demás y pagar yo misma la universidad. Todo lo que necesito es a Biscuit y algo de fuerza interior.

Echo a mi gato dentro del bolso, me despido de Pío, agarro mi maleta y bajo las escaleras apresuradamente. Dios, en serio voy a extrañar esta enorme casa. Y mis sábanas de seda, y… ya, basta.

— ¿Emma?—siento la voz de mamá por detrás de mí.

Cierro los ojos un momento y me doy media vuelta, encarándola. A su lado está papá que me mira igual de extrañado.

— ¿A dónde vas?

—Mamá, papá—inhalo algo de aire—. Seré una persona independiente. Papá, si ya no quieres pagar mis estudios…estoy bien con eso—miento—. Quieren que sea independiente, pues lo seré.

— ¿Emma, de qué hablas?

—Voy a demostrarles que puedo formar una vida normal sin tener que estar con todo lo que necesito y lo que no a la mano. Por lo tanto…creo que es hora de que me marche.

— ¿Qué?

—Emma, déjate de estupideces—dice papá algo enojado.

—No, papá. Me voy, formaré una nueva vida. Y estaré bien. No necesito de tu dinero para poder vivir, no es como si fuera aire.

Mentira, mentira, mentira.

Todo es una mentira y ahora me doy cuenta.

Soy una persona que no está acostumbrada a vivir sin lujos. No sé cómo me las voy a arreglar, la verdad. Pero ya es tarde, y no dejaré caer mi orgullo.

—No te irás de casa. Si pones un pie fuera, olvídate de nosotros y no vuelvas más—sentencia, seguro de sí mismo, y también de que esto que estoy haciendo es un simple show y que desistiré y volveré corriendo a mi habitación.

Las lágrimas empiezan a llenar los ojos de mamá y tengo que poner mucho de mi parte para no echar a llorar también. Me pone mal verla así.

Doy media vuelta y empiezo a caminar hasta la puerta.

—Emma Johnson vuelve aquí ahora mismo.

Quisiera decir que sus palabras no me afectan. Pero sí lo hacen, porque son las palabras de mi padre. Es mi padre el que me está diciendo que me olvide de él.

Pero sin dudar más, cruzo la puerta y enseguida siento los sollozos de mamá.

Giro mi cabeza y la miro. Está destrozada.

—Lo siento—murmuro y cuando veo a papá, no me puedo aguantar más y rompo a llorar.

Su cara de decepción es notable y no se molesta en ocultarlo.




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