A partir de mayo en ese año me comenzó a gustar un chico llamado Cristian que encontré por Facebook, lo había visto en el colegio y sabía que era de grado once, pero a partir de allí me empezó a interesar; sobre todo, porque tenía algunos de mis atributos físicos como el cabello rubio y los ojos verdes. Lástima que no nos hubiéramos conocido, tal vez la historia pudo haber sido otra. Al menos, pude darme cuenta de que le interesaba, pero nunca me dijo nada. Me acuerdo una vez que en septiembre quería hablarle, aprovechando que no tenía novia, pero Liceth después me dijo que no podía acercarme a él porque ya tenía novia, y ahí yo me pregunté:
—¿por qué cuando le quiero hablar ya tiene novia?
Regresando a mayo, en la época en que me empezó a gustar ese chico de once, empezamos a tener Media Fortalecida, al principio fue los miércoles y sábados; luego cambiaron los días a miércoles y jueves. Los miércoles podía ver al chico, fue muy emocionante y gracioso ya que mis amigas lo sabían y hacían corazones cuando él pasaba cerca de nosotras. Igualmente, podía ver a los de la tarde, y algunas chicas, incluida una de mis amigas les gustaba un chico de la tarde de grado décimo con rostro hermoso, alto, apuesto, con expansiones en las orejas, y que normalmente no se ponía la chaqueta del uniforme, sino que se dejaba en camiseta blanca. Pocos hacían eso, así que fácilmente se podía reconocer.
Ese chico en un principio no me interesó ni me gustó, aunque era lindo. Pero cada vez que pasaba de cerca me quedaba mirándolo, no sé por qué me llamaba la atención. Tal vez en ese tiempo me hubiera gustado si no hubiera visto a Cristian antes. Un día jugaba con mi amiga Adriana a recuperar un zapato que me había quitado y ambas corrimos por todo el colegio como niñas pequeñas de quinto grado. De pronto, en un instante vi al chico de la tarde y él también me vio lanzándome una sonrisa, sentí satisfacción, aunque al mismo tiempo pena por estar comportándome así. Sentía que todo a mi alrededor se trataba de él, pero no le dije nada a mis amigas, ni siquiera a Daniela.
Pasó el tiempo y aún seguía gustándome Cristian porque, también, se dejaba pillar cuando me miraba. A final de año, creía que en la fiesta de despedida de grado once iba a ver algo sorprendente, esperaba que me invitara a bailar, pero nadie me dijo nada. Sólo me integré a los círculos entre todos cuando se escuchaba una electrónica o música grupal. Sin embargo, unos chicos y chicas de once a la salida me preguntaron que cómo me había parecido la fiesta y les respondí que bien y, por broma me dijeron que me iban a secuestrar. Lástima que tenía que cambiar de dirección para ir a mi casa —buena elección, mi mamá venía en camino, —pues me hubiera divertido más con ellos.
Aquellos chicos los había visto desde siempre, pero los distinguí mejor en unas prácticas de un evento musical en inglés. En ese evento cantaron una canción de mi artista favorito y me cayeron súper bien, tanto que hubiera querido estar en su curso para ser tan chévere y cantar esa canción con ellos. En cuanto a la canción que yo interpreté era distinta, se trataba de que estaba perdida si no encontraba lo que quería. En fin, quería hacerme notar ante Cristian, aunque él no entendiera lo que significaba esa canción y, de mi parte, no cantara tan profesional. Por cantar nos dieron un diploma y cuando salí, noté que mi amiga Jireh estaba triste, ella sabía cantar, pero no pudo asistir a las prácticas para presentarse en el evento. Por esa razón, cuando salí del evento, mis amigas no me felicitaron, entendí y no les reclamé.