Mi vida intentando ser social

CAPÍTULO V El parecido de mi cantante favorito

Durante los meses de vacío amoroso en mi colegio, asistí a un curso pre Icfes para prepararme a la próxima prueba de Estado que se realizaría en mes de agosto. Mi madre se aseguró de que fuera a un buen lugar para que me enseñaran lo mejor posible, pues en mi localidad de Bosa tal vez me toparía con unas caras, así que lo mejor sería que fuera lo más lejos posible. Mi madre tomó como opción llevarme a Chapinero, sabíamos que nos tocaba pagar el transporte de ida y venida de ambas, por seguridad no me enviaba sola, ya que al salir por la tarde era un poco peligroso, y una chica sola era un blanco perfecto para los borrachos, ladrones, drogadictos y peor aún, violadores.

En ese instituto había dos horarios los sábados, uno por la mañana de 8:00 a 12:00 am y el otro por la tarde de 1:00 a 5:00 pm. Ambas optamos por el de la tarde, ya que posiblemente me hubiera tocado Media Fortalecida los sábados y aunque, no tuve clases esos días, fue beneficioso para mí en dos aspectos: me levantaría más tarde sin necesidad de madrugar, y el otro, habría de encontrarme una sorpresa muy peculiar que sólo podía estar de 1:00 a 5:00 pm.

Habían pasado varias clases antes de que me diera cuenta. Para mí, era normal que en cualquier lugar me empezara fijar en los chicos más lindos. Y desde preescolar, el primer día había adquirido esa costumbre. En ese instituto, un chico no era la excepción y, de hecho, era el único apuesto y lindo de la clase. Se llamaba Emmanuel y empecé a fijarme en él, pero no era la única, pues todos los presentes lo miraban cuando participaba en clase. Primero, lo admiré su sabiduría y después en lo demás sin saber por qué exactamente al principio.

En una de las clases, un profesor pidió el significado de una palabra. Yo como era buena en descifrar significados di mi respuesta, sin embargo, no estaba completa y fue entonces que Emmanuel levantó la mano dando un significado parecido al mío. Entonces el profesor dijo que ambos habíamos aportado a la respuesta correcta y ambos nos miramos, yo ruborizada bajé mi mirada; me estaba empezando a gustar y no quería que se diera cuenta.

Tenía como costumbre escuchar música en el largo trayecto de ida y de venida, y como desde un principio lo supuse, era extraño pensar que era susceptible a ciertas cosas como, por ejemplo, escuchar alguna canción de mi artista favorito implicaba que no iba a hablar con Emmanuel. En efecto ocurrió tal como lo indicaba y una vez, luego de muchas, al fin no había escuchado ninguna canción de él, y fue cuando, una ironía dentro de mí creyó hacerse el control de mi destino.

Ese día fue lluvioso y lleno de charcos por doquier, una normal característica de Chapinero para los que frecuentaban el lugar, excepto yo. Llegué mojada de pies a cabeza, incluidas especialmente mis botas preferidas que habían cambiado su color beige a uno más oscuro, reflejando la entrada inocente a un charco profundo. Mi tía (uno de los pocos días en que mi mamá no podía llevarme) no sufrió de la lluvia tanto como yo, ella se había hecho cargo de la sombrilla y era obvio que no sintiera consecuencias en su cabello.

Una vez que entré al salón, él no había llegado, pero algo me decía que era mi día. Luego de terminar la clase de una materia, empezó la otra. Nos tocó reunirnos en grupos, y por suerte mía, tenía una amiga y él se ubicó cerca, dando como resultado, unirnos los tres. No sé si hubiera sido por efectos de imaginación mía, pero noté que él me miraba con ese aire de curiosidad que tanto me gustaba observar y me tranquilizaba saber que un chico tan lindo se fijara en mí, de hecho, era el más apuesto que había visto en toda mi vida y admirando su rostro una vez más, mis sospechas confirmaron algo de mi más grandioso gusto.

Desde ese entonces, quería decirle que se parecía a mi cantante favorito, pero nunca hubo el momento de decirle con tranquilidad. Pasaron los días y por cosas del destino, el número trece me perseguía siempre, afortunadamente para darme buena suerte, y un sábado de mayo no sería la excepción. Llegué y de antemano había decidido sentarme en un puesto cercano a donde Emmanuel supuestamente se sentaba siempre, pero fue mejor elección quedarme donde normalmente me ubicaba —un poco lejos de él. —Pronto llegó mi amiga Paula que se sentó al lado mío y le relaté de lo que habíamos visto la clase pasada, pues ella no había podido asistir.

Todos, al menos la mayoría, había llegado, pero Emmanuel aún no y, posteriormente, empezó la clase sin muchas esperanzas de verlo. Por costumbre, algunas personas llegaban tarde y él desde hace un tiempo también lo hacía. A la media hora se encendió mi corazón y me tranquilicé, pues sentía morirme en vida, me estaba preocupando de que algo malo le hubiera pasado y los minutos se hacían horas hasta que llegó él, todo caballeroso disculpándose con la profesora por haber ingresado tarde. Sin embargo, la espera valió la pena, pues sólo quedaba disponible un puesto detrás de la primera fila, y aquél estaba detrás de Paula.



#11096 en Joven Adulto

En el texto hay: jovenes, colegio, sociabilidad

Editado: 14.04.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.