Mi vida intentando ser social

CAPÍTULO VI Un cambio de ambiente

A finales de septiembre, luego del mes de paro de docentes, los profesores de Media Fortalecida planearon una feria de proyectos de nosotros, lo estudiantes de grado once para que los demás estudiantes, docentes y directivos observaran lo que habíamos hecho en las clases de la tarde. Los mejores pasarían a exponerlos, por suerte, mi grupo quedó seleccionado. En el proyecto participaron 1101 y 1102 de la mañana. Por cosas de la vida, el grupo de Kevin quedó seleccionado también y estuvimos en los días de ensayo y presentación.

En el primer día de decoración llegué temprano, pero Kevin y una amiga de él —posteriormente sabría su nombre—, Laura ya habían llegado mucho antes. La profesora Eleida se sorprendió al verme y me saludó de buena manera. Me di cuenta de que él estaba en el computador editando un video y había música que cualquiera podía pedir que se pusiera, quise ir a donde él para pedirle que me dejara escuchar una canción. Me demoré un buen rato esperando a que se acabara la otra canción, y otra que por pena no fui antes.

—¿Me dejas poner una canción? —le pregunté.

Él no me respondió, pero me dejó el teclado libre y se volvió a mirar a otro lado. Coloqué una de mis canciones preferidas de mi cantante favorito que se trataba de que él trataba mejor a la chica que el propio novio y me fui a hacer lo que estaba haciendo.

Más tarde, ayudé a pintar una cartelera. Había tarros de pinturas por todas partes, algunos de ellos destapados. Una chica me pidió el favor que la dejara pasar y accidentalmente dejé caer un tarro de pintura amarilla atravesando la cartelera con una línea.

—Profe… Profe —llamé a la profesora aprovechando que Kevin estaba al lado mío ella al lado de él mirando el desastre. La profesora me miró y le pregunté—: ¿Qué le parece?

—Me gusta, parece un vector.

—¿Quién hizo esto? — preguntó Kevin.

—Amm… —esperaba a que lo preguntara—. Lo que pasa es que yo estaba pintando la cartelera, una chica me pidió que la dejara pasar y en ese momento derramé la pintura y justo se formó una línea

—Ah ya.

En ese preciso momento todos nos íbamos a tomar unas fotos, así que quedé cerca de Kevin. Accidentalmente en ese instante, sin que nadie se diera cuenta, y dando unos pasos derramé también un tarro de pintura roja que quedó esparcida entre el muro y el piso. Después la profe se dio cuenta del desastre, pero no le dije quien había sido, pues me llamaría torpe o algo así y no quería tener esa imagen ante ella.

Antes de salir, regresé a llevarme el refrigerio que estaba al lado donde Kevin estaba sentado terminando de editar el video, casualmente no encontré mi naranja y le pregunté a él si había visto una. Kevin les preguntó a sus amigas que estaban por ahí si alguna de ellas la había visto, pero ellas dijeron que no. Bueno, me resigné y dije entre mí: —ojalá esa personita haya disfrutado mi naranja.

Esa tarde del mismo día, al haber llegado a casa, pasó una idea por mi mente mientras pensaba en todo lo que me había ocurrido en el colegio, sobre todo cuando le hablé a Kevin. Me sentí extraña y agradable a la vez, como si hubiera sentido que mi vida quería eso, vivir con personas agradables. Luego me pregunté: —¿por qué no vivo con gente así? —entonces me acordé de mi curso, un ambiente no tan agradable—. ¿Por qué no les caigo tan bien? ¿por qué no me hablan? ¿qué piensan de mí? —Me analicé, soy inteligente, los profesores me tienen en cuenta, no presto cosas, lloro si me va mal, etc. En fin, me fijé que no era tan agradable. Se apoderó entonces una fuerza en mí de querer cambiar, ser otra persona y agradarle bien a todo el mundo, al menos a la mayoría.

Fui al espejo y miré mi presencia. No soy fea, soy linda, pero no les caía bien y eso no me tenía muy satisfecha. Tal vez la gracia no está en lo físico sino en la personalidad y de eso siempre me había dado cuenta con otras personas y sus experiencias. Quería mejorar mi actitud y ser más abierta a las personas, en vez de encerrarme a escuchar historias y posiblemente alejarme de todos como ya lo estaba haciendo. Sin embargo, mejorar ante mi curso ya no lo veía conveniente ni era necesario, sabía quiénes eran y cambiar para ellos no era mi objetivo, y si lo fuera sería un error «en ese caso cambiaría para mí misma», ninguno me daba confianza y yo tampoco, y si cambiaba con ellos desconfiarían aún más. Entonces si quería cambiar, tenía que empezar con el ambiente, aunque estuviera en el mismo colegio, lo cual era una ventaja, pues allí estudiaban más de mil estudiantes por la mañana sin contar los de la tarde que serían otros mil; además conocer gente nunca había sido malo.



#11689 en Joven Adulto

En el texto hay: jovenes, colegio, sociabilidad

Editado: 14.04.2019

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