Mi vida intentando ser social

CAPÍTULO X Compañía imprevista

Jueves, 5 de octubre. Aquel día no pensé hacer lo impensable. Tuve clase normal incluyendo Media Fortalecida hasta las 4:30 de la tarde. Luego del día anterior me sentía feliz y con ganas de socializar con todo el mundo si pudiera. También estaba un poco aburrida ya que quería empezar a hablar de una vez con Kevin y saber de su vida social.

Mientras almorzaba cerca del colegio acompañada de mi madre, vi salir a Kevin acompañado por un amigo suyo, un tal Federico. Él me vio mientras lo observaba y tímidamente bajé la mirada. Cuando volví a levantar mi vista, noté que le había dicho algo a su amigo, y ambos de nuevo y sonrientes, voltearon a mirarme, y como si lo hubiera adivinado, bajé mi mirada a tiempo sin que me pillaran y supusieran que me gustaba alguno de los dos. Al parecer, les había causado impresión, —y buena tal vez —pensé en ese momento.

Entré nuevamente a recibir otras aburridas clases de Media Fortalecida. Al momento de terminar ese calvario, me enteré de que podía quedarme en el descanso de la tarde para contemplar el partido de los chicos de mi curso. La profe Eleida era generosa y dijo que quien tuviera que irse inmediatamente pues que lo hiciera, no había ningún problema en ello.

No tenía razones para quedarme y mucho menos quería irme tan rápido a mi casa, así que me quedé sin pensar en lo aburrida que iba a estar por no tener buena compañía, ni siquiera tenía amigos en la tarde para divertirme, aunque fuera por un pequeño instante.

De pronto, miré a la cafetería y vi a los estudiantes que compraban comida chatarra. Nada había de especial a mi vista, pero vino un recuerdo a mi mente de hace poco tiempo cuando acompañé hasta allí a una tal Ashlee, y observé de cerca, por primera vez, a un apuesto chico que atendía en esa cafetería, en la cual antes no tenía capricho ni interés de comprar cualquier cosa que fuera comida.

Miré en mi maleta si tenía plata y lo único que encontré fueron unos simples y escasos 200 pesos, —al menos podré comprarme un dulce— me dije a mí misma intentando pensar con optimismo acerca de la situación monetaria. Sin dudarlo, bajé de las gradas amarillas donde estaba ubicada y fui arriesgándome a perder el hilo del partido de mi curso, donde esperaba esperanzada a que ganara y tuviera fama de ser un buen equipo. Al final, no supe quién ganó ni quién perdió porque mi ser completo iba a recibir un choque de emociones ajenas a aquel partido que me distraerían para casi todo el resto de año que quedaba.

Cada vez que avanzaba la fila sentí que mis nervios empezaban a intensificarse como si estuviera a punto de hacer lo imposible, lo impensado que no me esperaba, y pronto llegó la hora, mi turno de saltar al abismo a romper el hielo. Cuando vi su hechizante mirada y ojos cafés oscuros me paralizaron por completo en unas milésimas de segundo que parecían ser segundos enteros. Nunca habría creído que ese chico era tan hermoso y que ahora cedía a sus encantos deslumbrantes. Antes de la broma que un día me había hecho Liceth de 1101 que era él de quien estaba enamorada y era falso, al fin y al cabo, eso quedaba en el pasado. Ahora mi corazón empezaba a latir nuevamente y se abría a las oportunidades que daba el destino de la sociabilidad.

—¿Qué desea comprar? —preguntó él seriamente en su trabajo sin demostrar mucha sorpresa en su rostro ante mi presencia.

—¿Qué cosas hay de 200 pesos? —le respondí con una pregunta intentando comportarme como si nada hubiera pasado.

—Le ofrezco «…» —nombró una larga lista de cosas que costaban 200 pesos.

Mmm... puede ser oca loca, por favor.

Instantes después trajo un pequeño y largo paquete que parecía ser un sobre de azúcar. Entre mi remota sorpresa del tamaño del impensado paquete (había visto sobres de oca loca más grandes, por algo éste costaba no más 200 pesos) sólo entregué la moneda y dije —gracias, —con mucha timidez bajando la cabeza sin mirar a ese chico de la cafetería. Antes de irme, alcancé a percibir una ligera risita que nunca me dejará duda alguna de que el dueño era él, mi próxima compañía imprevista para consolarme en breves instantes y algunos descansos cuando no hubiera gente para ejercitar mi sociabilidad.



#11101 en Joven Adulto

En el texto hay: jovenes, colegio, sociabilidad

Editado: 14.04.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.