Viernes, 13 de octubre. Otro día normal sin aparente sorpresa al principio. Tuve clases, aprendí lo que tenía que aprender y luego, a las dos últimas horas cambiaría el salón con 1101 para intercambiar las clases entre inglés y sociales; quizás un cambio absurdo, pero armonioso para mí al ver las caras de las personas que me agradaban socialmente. No obstante, el cambio absurdo de clases no se hizo aquel día y, más bien, se cambió por algo mejor y sin necesidad de concentrarse en escuchar a los profesores.
Una universidad nos sacó de aquellas clases para dar paso a sus ofertas de acceso a la educación superior. Todos los cursos de grado once salieron de sus aulas para ingresar al teatro. Así que no me entristecí y me dispuse a sentarme en algún lugar cerca de 1101 a ver si tendría alguna oportunidad de hablar con Kevin o sus amigas.
Me senté en la primera fila alejada de Jireh, por cosa extraña ella también se le antojó cambiar de ambiente. Al menos tuvo oportunidad de que la recibiera un grupito popular de nuestro salón que se conformaba por Jeisson, Lina, Karen Julieth, Angie Yurani, y Rafael (no era social, pero estaba incluido en el grupo). Una vez, sin éxito intenté incluirme en ese grupo porque no sacaba tema y me aburrían sus conversaciones. Prefería irme con Carol en los descansos, con ella podía reír sin parar por sus locuras.
Algunos compañeros se sentaron en la primera fila como yo, sin embargo, minutos después cambiaron de puesto dejándome sola por completo. Además, quería cambiar de puesto, pues Kevin había llegado y estaba en otra columna de puestos sin oportunidad de verlo. Así que me puse atenta a cualquier oportunidad antes del evento para lograr acercarme a él. Aproveché un instante para pararme del puesto dejando mi pesada maleta y fui a reclamar una dulce gomita que estaba regalando Lizeth de 1101 a todos sus amigos. Aunque no estuviéramos en el real sentido de amigas, de alguna forma hablábamos y eso era un punto a favor para reclamar el pequeño y dulce premio.
Al lado de donde reclamaba la gomita estaban sentados Kevin y su amigo Federico. No tenía planeado forzar las cosas, sino dejar que se hicieran solas. Efectivamente, luego de reclamar mi gomita Federico me habló y me insistió en que me sentara al lado de Kevin, e incluso accedió a ceder su puesto para sentarme en su lugar. Después de rogarme y decirme cosas lindas de Kevin, acepté a sus peticiones y traje mi maleta del puesto anterior para sentarme donde anhelaba, al lado de Kevin.
Ese día no tenía nada que decirle y sentarme en su puesto era una oportunidad para afianzar nuestro contacto de amistad y, tal vez, otro tema más íntimo del cual ignoraba hasta ese entonces. Cuando la charla por parte de un representante de la universidad comenzó, de pronto, noté de reojo que Kevin miró a sus amigos que estaban al lado de nuestra columna de puestos. Pronto, empezó a bostezar para después poder levantar el brazo y así abrazarme con naturalidad (un clásico de película), sin embargo, quedó en el intento y no hizo lo último; lo cual no me sorprendió.
—Seguro, está bromeando con sus amigos— pensé dentro de mi cabeza.
Más tarde, Kevin se paró de su puesto y me pidió que le diera permiso de pasar, le di paso y se sentó con sus amigos del otro lado lo restaba de tiempo. Otra vez quedé sola nuevamente y no quise refugiarme hablando con las amigas de él, me quedé en donde estaba ignorando la situación y poniendo atención a las ofertas de acceso a la educación superior que seguramente nunca tomaría, pues no aparecía la carrera que quería estudiar.
A la hora de salida acabó el evento y recogí mi maleta viendo a todos irse del teatro. No hubo más sorpresas o bromas en el camino por parte de los amigos de Kevin y de eso medio me alegré. Sabía que no debía tomar en serio la situación, pero surgió en mí una duda si le gustaba o no. También, por raro que fuera, quería estar cerca de Kevin, como si él fuera el imán de mis sentidos de metal.