Mi vida intentando ser social

CAPÍTULO XXIV Mentirosa decepción

En el proyecto de grado no me fue tan bien porque las chicas no progresaban si no les decía algo, y Walter era el hombre invisible. La coordinadora hace poco había mencionado que un grupo hasta ahora pedía autorización para las prácticas y eso me frustró porque era el mío. En la sustentación sacamos la nota más baja para pasar (3.3), y como era predecible, Walter no asistió y por eso perdió el año otra vez, ya no volvería a estudiar en este colegio. Sin embargo, con el trabajo escrito que logré hacer, la nota se subió a un 3.8; algo más aceptable.

Por aparte, me alegraba saber que el chico de décimo de la tarde estaba dispuesto a colaborar en mi libro, y Daniela me apoyaba a través de Facebook. A pesar de esos pequeños detalles, no bastaba ante el peso de trabajo en los hombros por otro proyecto de Media Fortalecida, y demás tareas que ponían en mi jornada.

No sabía qué hacer y mis pensamientos me jugaban malas pasadas. De pronto, quería desahogarme con el chico de la cafetería porque tenía una decepción de él. Y como ya casi se acababa el año, me pareció una buena idea. Esperaba sentirme libre después de hacerlo.

Pronto lo haría y luego de varias oportunidades sin éxito, llegó el viernes. Pero el jueves, un día antes con rabia lo saludé, preguntando irónicamente.

—¿Por cuánto me toca pagar para hablar contigo?

—Es complicado, lo entenderías si supieras cuánto me toca trabajar.

—Entiendo —sabía que le tocaba trabajar duro, pero ese no era motivo para que de un momento a otro se dejara de interesar por mí. Luego decidí preguntarle algo que hasta la fecha no sabía, o bueno, no por parte de él.

—¿Cómo te llamas?

—Edisson.

—Ah bueno —dije hirviéndome por dentro. Hacía poco había encontrado su perfil de Facebook gracias a una niña llamada Edna, ella también lo visitaba a veces y una vez observé que se habían abrazado. El punto fue que en esa red social se llamaba Mateo y no ese otro nombre que había pronunciado. Por decirme mentiras, decidí alejarme de él—. Mmm, no te volveré a hablar.

—Ay, eso me pone triste.

No quise escuchar más mentiras de Edisson o Mateo, o cual fuera su nombre realmente. Al menos, durante ese día. Tal vez tuviera alguna razón para hacerlo y quizás no era yo, porque no le había hecho nada malo, excepto molestarlo en su trabajo, eso pensaba. Así que al día siguiente fui para aclarar las cosas con él.

El viernes aproveché para quedarme por la tarde diciéndole a mi mamá que informaría a los profesores de Media Fortalecida que no iba a asistir ni el lunes ni el martes, para asistir a unas pruebas de admisión de la Universidad Distrital (a la final no pasé la segunda prueba, así que perdí tiempo y dinero). Antes de ir a hablar con la profesora que estaba almorzando en el segundo piso de la cafetería, decidí hablar con él primero.

—Creo que eres bipolar —mencionó el chico de la cafetería.

—Sólo dejo de hablar con la gente cuando siento que no le importo… —comenté esto como excusa, mientras me preparaba para hablarle de la situación—. Me iba a alejar porque me habías dicho mentiras. Hace poco vi que tienes un perfil de Facebook y con otro nombre.

Él sin pronunciar palabra, sacó su billetera del bolsillo del pantalón y me mostró su cédula. De verdad era él, su nombre si es Edisson. Y sorprendida, me pregunté a mí misma por qué en Facebook no tenía su nombre verdadero. Como si él hubiera leído mi mente me explicó.

—Prefiero que no me molesten por las publicaciones que hago. Por eso no tengo amigos.

Ahí entendí todo. Cuando vi su perfil de Facebook me pareció muy interesante, pues aparecía contenido muy deprimente; al parecer era alguien muy lastimado en el pasado. Su perfil decía que era YouTuber de Mundo cerrado, Heridas Abiertas. No sé cuántas personas habrán sabido de esto antes, pero para mí fue una nueva experiencia, conocí un poco más de este mundo cruel y sombrío. Desde ahí cuando observé a través de videos cómo se cortaban las venas, me dio un asco total, un aborrecimiento implacable que por nada del mundo desearía volver a ver. Si antes lo veía como un juego para relajarse y llamar la atención, ahora lo veía como algo tan sádico que me avergonzaba de mí misma cuando una vez lo intenté hacer, pero en ese entonces era pequeña y sólo logré unos pequeños rasguños invisibles. No obstante, al ver esto, era otro nivel, aquellas personitas se cortaban en serio y me dio mucha lástima y tristeza. Desde ese día juré que por mi vida no lo volvería a hacer, aunque nunca lo hubiera hecho en serio.

Me impactó mucho la otra cara de Edisson, ese chico llamado Mateo era su lado oscuro. No sé por qué, pero a mí me atraían esas características ocultas de los chicos por descubrir, aunque no fueran tan bonitas. En fin, él aparentaba ser otra persona en el colegio, alegre, amable y servicial, algo que nunca podría creer si no lo hubiera conocido en persona. Cuando me terminó de explicar, me despedí de él de la mejilla como era de costumbre y subí al segundo piso a hablar con la profe Eleida. De vez en cuando subía Edisson a atender a las personas que estaban ahí en el comedor. En una ocasión subió para recoger comida y venderla nuevamente en el primer piso, así que pude entrar y admirar la gran bodega oculta llena de comida; fortuna que no muchos habrán contemplado.



#11101 en Joven Adulto

En el texto hay: jovenes, colegio, sociabilidad

Editado: 14.04.2019

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