Esa incesante y llameante luz inundaba la estancia, aquel destello de fuego se bandea serpenteante dispersando cierto humo que se perdía entre el ambiente. Podía sentir esa abrasadora flama quemarme, pero no se comparaba al dolor que mis propias decisiones me habían arrastrado a esto.
Ese dolor me consumía como una oscuridad que succionaba a su vez las energías, la fuerza, me succionaba de una forma magistral de la cual no creía poder continuar con aquello. Pero lamentable había tomado una decisión, carente y esperaba no flaquear.
Si había otro mundo más allá de aquel que habíamos forjado, volvería, si había otra oportunidad allí nos encontraríamos, si ese lago me permitía cruzarlo, volveríamos en alguna odisea a cruzar esas tierras fértiles y aunque ahora, esas esperanzas parecían sueños queriendo quebrarme, mi fe intentaba ser pisoteada por una fuerza más grande que ella y mi amor no era fuerte para los caminos que empezaba a escoger.
- ¿Estas segura de lo que pides? – escucho aquella voz escalofriante detrás de mis espaldas.
- He tomado una decisión – digo con dolor, con duda.
- Y no la presiento lo suficientemente fuerte, dudas – indica descubriendo esa batalla que mi interior libra.
- He dicho que he tomado una decisión – me giro para detallar la figura expectante que en dicho lugar agazapado por la oscuridad de aquella fétida cueva envuelta por el hedor de la sangre, humedad y tierra la caracterizaba.
El rostro apacible de aquel demonio me muestra la verdadera duda que mi interior libra, sus ojos negros en totalidad, su rostro envuelto por esa viscosa capa de sangre negra que cubría la forma cadavérica de su rostro, su esencia es tan solo una aparición, pero basta con detallar su anatomía sin la presencia de sexo alguno para describir las garras afiladas que brotaban de sus brazos y los serpenteantes pliegues que recorrían su rostro como parte de su cuerpo si fueran cicatrices pero no son más que una relativa de lo que es. Su aspecto grisáceo, entre amoratado como el de un cadáver que por días se tratase no era más que el reflejo de lo que sería alguna vez.
- Te entrego las futuras almas de mis próximas generaciones a cambio de que nazca una humana igual a mí.
- Ella no se convertirá en una heroina, tus pensamientos idealistas y llenos de esperanzas no son más que un juego de azar. Y ante ese hecho, me quieres alimentar de almas inocentes por el cambio de tu propio experimento en sacrificio.
Bato la cabeza – que lo dijera de esa forma era... eran tan desgarrador.
- Solo salvo al hombre que amo y a personas inocentes – apreso los puños -. Sus muertes no traerán ningún alivio – aseguro causando que la voz se me rompa en el proceso.
Y una lágrima flameante me atraviece.
- Sé que soy un monstruo… pero mi monstruosidad, esa tendrá un mínimo salvamento, todos hemos sido unos monstruos. Todos hacemos algo creíblemente egoísta para zacear nuestra carente vitalidad de esperanza y felicidad.
Digo con ese coraje.
- El amor dicta fronteras, y destrucción, pues yo presiento destruir esas fronteras a cambio de salvar lo único bueno que poseo.
- Estas condenando a alguien y te asegurarás tu condena por igual – la saliva me atraviesa como espinas sobre la garganta – el destino prescrito es solo una brecha fina en el umbral y personas como tú y ellos, deseando cambiarlo no crea más que una fisura sobre ese umbral, desequilibrando todo.
- “Aun así, haré lo que me pides, es un precio muy alto y fogoso, pero recuerda… a veces las cosas no son como creen suceder, puedes incluso hacer que ese futuro se tropiece contigo misma en el anhelo de condenar a alguien más”.
Indica como si sus palabras tuvieran algún doble sentido detrás.
- Te entrego todo esperando que ella lo cambie.
- ¿Y teniendo tu rostro será capaz de hacerlo? – dudo sobre eso, pero no tengo opciones, es un tiro de azar como el propiamente ha indicado, pero ese tiro lo hago en la incertidumbre de la fe.
La gran y poderosa fe.
- Espero que ella cambien todo – alza los brazos.
- De acuerdo.
Si mi deseo es condenarlos, afrontaré ese castigo, solo espero muy en lo profunde ella lo cambie, en algún futuro lejano o no, espero que por primera vez una Greco sea capaz de detener esta guerra, no sé si mi rostro le sea de ayuda. Tan solo espero que su espíritu sea más fuerte que el de ninguna otra, de lo contrario fracasaríamos y este mundo sería extinto en la aniquilación. Si ella no es mi única esperanza, solo ruego que alguien más lo sea.
Y que yo, Celeste Greco, aceptando esa condena y todas esas muertes sobre mis hombros cree una brecha para salvar mis egoístas razones y el futuro de todos.
A veces necesitamos hacer sacrificios más grandes, pero matar a decenas son necesarias y justas para salvar a miles.
Y es algo que lamentable Alexander Coletti no pudo comprender.