Katherine
Dos semanas después
Caminaba por los largos pasillos de la enorme mansión que se nos asignó como residencia luego de la evacuación de Unix, es un lugar bastante ostentoso para mi gusto, pero la hospitalidad ha sido innegable, pero estar en Supraterra el distrito más rico de todo Adernon me ha abierto los ojos frente a la desigualdad social, la población nativa es asquerosamente rica, pero el trato al pobre o la servidumbre deja mucho que desear.
Hasta donde se la esclavitud no existe, pero las personas del servicio tratan a sus llamados “amos” como si fueran dioses en la tierra, uno de los chicos que es nativo de aquí nos explicó que son así por agradecimiento de tener las tres comidas al día, un sueldo con el cual proveer y un techo cómodo bajo el cual dormir, pero que también hay muchos que se aprovechan y tratan mal a la servidumbre porque los ven como inferiores a ellos, y los maltratados no dicen nada por miedo a perder la poca comodidad con la que viven y tener que volver a Undaterra, que a pesar de ser el distrito más cercano a este, es el más pobre de todos, un contraste demasiado literal si me lo preguntas a mí.
Bajé las escaleras y escuché las voces de los chicos socializando o hablando de temas triviales que tenían para el inicio del día, así que como quería un poco de paz y silencio decidí salir a correr un rato, una de las chicas me había pasado las mejores rutas para correr pues estaban vacías y más a primeras horas de la mañana para poder ejercitarse sin muchas personas en el medio.
La fría brisa me dio directo en el rostro haciéndome sonreír, el sol apenas comenzaba a decir presente en el cielo, luego de más o menos veinte minutos corriendo, antes de doblar en una esquina escuché algunas voces sospechosas, así que decidí detenerme y escuchar lo que decían.
—Que preciosura nos encontramos verdad chicos—
—Tienes razón, pasaremos un buen rato con esta pequeña zorra— mis ojos se abrieron por la expresión tan denigrante
—Señores por favor déjenme ir, yo solo voy camino a un lugar— escuche una cachetada
—Quien te crees para dirigirnos la palabra perra estúpida, te enseñare una lección— escuche otra cachetada y la hebilla de un pantalón abrirse, eso fue suficiente para mi
—Buenos días, que tenemos por aquí—
Había tres elfos a penas adultos pero altos, con ropas caras y que apestaban a licor, tenían a una pequeña chica elfo con ropas desgastadas acorralada contra la pared, tenía los cachetes rojos y las lágrimas corrían por sus mejillas.
—Señorita, corra antes de que le hagan algo— le sonreí para calmarla
—Otra perrita con la cual pasar un buen rato, pero esta sí que esta buena, mírale esas curvas— saco la lengua y la paso por sus labios, los otros dos asintieron y sonrieron de manera lasciva
—Lastima para ustedes, ya yo tengo novio y no creo que su armamento tenga el calibre que necesito— sonreí con malicia haciéndolos enojar, mis ojos se volvieron rojos —Además, no les enseñaron en sus casas que todos merecen respeto— corrí rápidamente hacia ellos, choque la cabeza de uno de ellos contra la pared dejándolo inconsciente, el que tenía a la chica atrapada hice que la soltara y le rompí ambos brazos, por el dolor perdió el conocimiento y el que se atrevió a cachetearla intento huir despavorido, pero lo alcance fácilmente y le di una patada tan fuerte en la entrepierna que la sangre mancho sus pantalones, si vuelve a tener una erección en su vida es un milagro.
Una vez que comprobé que todos estaban con vida, los desperté —Por favor, no nos hagas más daño—
Sonreí mostrando mis colmillos —Ahora no te ves tan macho como cuando me llamaste perra— sentía mi espíritu de cazadora bastante activo y solo quería verlos suplicar por piedad, pero no valían la pena —Olvidaras que me viste a mi o a la chica, el daño que tienen los tres fue por una pelea con unos asaltantes—
—Si señora—
Use la misma mentira con todos, los deje inconscientes y le extendí la mano a la pequeña chica —Debemos irnos antes de que el sol termine de salir y cruce alguien—
Ella tomo mi mano vacilante —Es usted muy fuerte mi señorita, gracias mil—
Le sonreí sincera —No te preocupes, ahora sube a mi espalda— abrió los ojos por la sorpresa, pero lo hizo y de esa forma con mi velocidad vampírica nos llevé lejos de ese lugar regresando a la mansión
—¡Oh por Dios! Yo venía justo a este lugar a buscar espacio—
—¿Ah sí? Que pequeño es el mundo, yo vivo aquí, mi nombre es Katherine ¿Cuál es el tuyo? —
Se puso de rodillas —Soy Actatarii, hija de Luxetti y Maximulius, busco trabajo para poder mantenerme ya que soy nueva en estos lares, deseo techo y sustento, prometiéndole serle fiel a mi o mis amos ayudándole en lo que sea necesario—
Le extendí la mano y le sonreí —No necesitas ser tan formal, yo no tengo problemas, pero debo hablar con los demás a ver que piensan— ella solo asintió.
Entramos a la casa, en esta ocasión se escuchaban aún más voces alrededor, pues ya es hora del desayuno, me acerqué al comedor y me topé con mis amigos, y algunos de los otros legionarios, todos me dieron los buenos días y comenzaron a observar a la chica que se encontraba detrás de mí, está bajo la cabeza avergonzada