Mi Vida Sobrenatural Llega La Magia

Capítulo 30. La cuna de los elfos

Actatarii

Con ayuda de Kirune y Anastasia fuimos capaces de abrir un portal cerca de mi casa familiar en Undaterra, soy parte de una familia “noble” cuyo lugar de residencia es a pocos metros del bosque de espinas, no todos los legionarios nos acompañaron, el señor Jasper decidió que era importante que varios se quedaran en Supraterra protegiendo la casa y dándole asilo a personas Undaterrenses que lo necesiten, según nos explicó Angus, la señora concejal suprema puso un hechizo de protección y repudio que mantiene alejados a compañías indeseables.

—¿Estas bien pequeña? —

—Si señor Marco, es solo que estar de vuelta en esta planicie sin vida me trae recuerdos de mi niñez—

—No estás tan bien, pues no refutaste cuando te dijo pequeña— me sonrió el señor Teo apoyándose en el hombro del hombre lobo

Le di una sonrisa —No es eso, es que ya creo que es un caso perdido refutarles que no me digan pequeña, cuando en realidad frente a ustedes lo soy—

—Eso es una buena decisión— me sonrió la señorita Katherine

Guarde silencio en la espera que los demás terminaran de cruzar, a este viaje vinieron los señores, Marco, Jasper, Teo, Yojan, Franco, Arístides, Philiph, Amunckra y Angus, y las señoritas Maya, Katherine, Shauna, Eloise y Angélica. No sé cómo les explicaría a mis padres que me acompañan catorce personas, y que entre ellos nueve son parte de la legión de los 25, pero todo sea por ayudar a mi distrito a ser mejor.

—Síganme, mi casa está más adelante—

Todos me seguían en silencio, observando todo alrededor, que siendo honesta no era mucho que ver, arboles con poco follaje, un pasto largo pero marrón que nos llegaba a los tobillos y una nula vida silvestre es todo lo que nos rodeaba, si me preguntan a mí y con conocimiento de causa como me crie aquí es una vista más que deprimente.

—Lamento que se vean arrastrados junto conmigo a este lugar tan poco agradable a la vista— dije con la cabeza baja por la vergüenza

Alguien tomo mi mano y al levantar la viste me topé con la sonrisa de la señorita Eloise —No tienes por qué disculparte por el lugar de dónde vienes, pues lo importante no es lo que está alrededor, sino la forma en la que eso creo y ayudo a florecer a un ser tan hermoso y maravilloso como tú—

Sentí mis ojos aguarse —Gracias por tan bellas palabras— la señorita es para mí lo que todo elfo debería ser, esbelta, alta, con larga cabellera y sumamente hermosa

—No hay nada que agradecer, pero es importante que se tenga siempre pendiente que el lugar donde nacemos no define quienes somos como Minister—

—Así es— corroboro el señor Jasper

Les di una sonrisa sincera y cargada de nostalgia, nunca podría dar gracias suficientes a la vida por hacer que la señorita Katherine me encontrara y llegar hacia todos ellos que me tratan con afecto y amabilidad sincera.

Luego de caminar unos pocos minutos más pude ver mi casa —Ese es el lugar donde me crie—

Al voltear vi como todos estaban con la boca abierta y sin poder emitir palabras, el primero en responder fue Amunckra —Es enorme—

Me sonrojé de golpe y respondí algo atragantada —Es herencia familiar, las personas como mi familia y yo, vivimos fuera de la ciudad no solo porque nos tratan mal, también es porque nuestra herencia nos dejó casas enormes como esta que contaban en su momento con todas las comodidades, pero los siglos no perdonan y la falta de recursos hacen que ya solo queden los cascarones de lo que un día fue un palacio real imponente—

—¿Dijiste palacio real? —

Mire al señor Yojan con duda y luego recordé que no les mencione mi descendencia —Disculpen, que estúpida soy, soy descendiente del primer príncipe de Undaterra—

Otra vez todos abrieron la boca de forma incrédula —¡Cómo se te olvido decirnos que eres una princesa! —

—Señorita Maya, nunca me he considerado una, con lo que llegue a su casa era mi ropa más fina, y parecía una pordiosera—

—No digas eso, eres hermosa y mírate ahora—

La verdad es que las señoritas me habían ayudado a subir mucho mi autoestima, pero al mirarme al espejo con esta ropa nueva que me habían dado los señores cada que podían de verdad me veía sumamente distinta, ni siquiera las usaba pues paraba todo el tiempo con mi uniforme y era raro cuando salía.

Cuando iba a responder un grito me hizo voltear —¡Actatarii! Hija mía— mi madre corrió hacia mí y me envolvió en sus brazos, comenzó a llorar y yo por igual —Cuanta falta me has hecho mi pequeña—

—Madre, cuanto te extrañé, estas hermosa— mi madre siempre usaba largos vestidos, confeccionados por ella misma, con la tela más elegante que podía crear en base a la lana de las pocas ovejas que tenemos, ella siempre se preocupó porque nuestra familia vistiera lo más presentable posible, pero para poder llegar a Supraterra tuve que vender las piezas que mi madre confecciono para mí, con su permiso claro esta

—Pero que cosas dices pequeña mía, eres tú la que estas preciosa, esa ropa te queda hermosa y tu cabello esta tan bien cuidado— luego de mimarme un rato fue que deparo en las caras sonrientes que la observaban —¡Oh por todos los cielos, disculpen! — soltó haciendo una reverencia con una mirada atónita




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