La tarde transcurrió con normalidad, pero Aydee no podía dejar de pensar en el gesto de Dioel. Esa sonrisa fugaz, tan rara en él, había dejado una marca en su mente. A pesar de su esfuerzo por concentrarse en el trabajo, algo dentro de ella se agitaba cada vez que pensaba en él.
Esa noche, después de un largo día, Aydee decidió salir a despejarse un poco. No tenía planes, solo necesitaba un cambio de aire. Se dirigió al pequeño café al final de la calle, el que solía visitar cuando quería estar sola y pensar sin ser interrumpida.
Al entrar, el aroma a café recién hecho la envolvió, y la calidez del lugar la hizo sentirse un poco más tranquila. Se acomodó en una mesa cerca de la ventana, pidiendo su capuchino de siempre. Mientras esperaba, sacó su teléfono y comenzó a revisar correos electrónicos. No se dio cuenta de que alguien más entraba al café, hasta que escuchó una voz familiar.
—¿Aydee? ¿Aquí? —Dioel la miró desde la entrada, claramente sorprendido de encontrarla allí.
Aydee levantó la vista, estupefacta. No esperaba verlo. A pesar de que el café no estaba lejos de su oficina, nunca había imaginado encontrarse con él allí, en un lugar tan relajado.
—Dioel... —dijo, un poco nerviosa. ¿Qué estaba haciendo él allí? ¿De casualidad también necesitaba despejarse? ¿O simplemente había decidido que este era el lugar perfecto para interrumpir su rutina?
Él sonrió ligeramente, aunque sin la arrogancia habitual.
—Vine a relajarme un poco. ¿Te importa si me siento? —preguntó, señalando la silla vacía frente a ella.
Aydee asintió, aún sin poder disimular su sorpresa. Dioel se sentó y pidió un café. Mientras el camarero lo preparaba, un silencio incómodo se instaló entre ellos. Ninguno de los dos sabía cómo comenzar la conversación. Al final, fue Aydee quien rompió el hielo.
—No te imaginaba tomando café en este lugar. Pensé que eras más de lugares exclusivos.
Dioel soltó una pequeña risa.
—Bueno, a veces, los mejores cafés están en los lugares más simples.
Aydee asintió, sorprendida por la sinceridad de su respuesta. Algo en él había cambiado desde la primera vez que lo conoció. Ya no parecía tan inaccesible. Y, aunque todavía mantenía su aire serio, había algo en su presencia que la hacía sentirse... cómoda.
La conversación siguió con temas casuales: el trabajo, proyectos en común, la vida cotidiana. Ninguno de los dos mencionó lo que había sucedido en la reunión ni lo que había sucedido entre ellos esos días. Sin embargo, la tensión que antes existía entre ellos parecía haberse desvanecido, como si este encuentro fortuito les hubiera permitido estar, por fin, en un terreno neutral.
Cuando Aydee terminó su café, Dioel miró el reloj y se levantó.
—Bueno, creo que es hora de irme. —Se dirigió hacia la puerta, pero antes de salir, se giró hacia ella.
—Me alegra que nos hayamos encontrado aquí, Aydee. Tal vez deberíamos hacer esto más a menudo.
Aydee se quedó mirando su figura mientras se alejaba, una mezcla de confusión y curiosidad invadiendo su mente. ¿Había sido una cita accidental? ¿O estaba comenzando a florecer algo más entre ellos?
Se quedó unos minutos más, reflexionando sobre lo que acababa de pasar. Pero antes de irse, una nueva carta apareció sobre la mesa.
"Dioel está empezando a mostrarte su verdadera cara. No lo pierdas, Aydee. No lo dejes ir."
Su corazón dio un vuelco. La carta le daba la misma advertencia de siempre: no huir. Pero la pregunta seguía allí, vibrando en su mente: ¿Cómo podía confiar en alguien como él, cuando aún no entendía qué era lo que realmente quería?
Editado: 03.05.2025