Mi yo del futuro en el amor

Capítulo 10: Entre lo que somos y lo que fuimos

El ritmo entre Aydee y Dioel había cambiado. Aún no lo hablaban abiertamente, pero ya no eran solo colegas ni rivales silenciosos. Se miraban distinto, se buscaban sin darse cuenta. A veces, el amor no llega con fuegos artificiales, sino con pasos suaves, casi invisibles... pero constantes.

Una tarde, mientras organizaban documentos para una presentación importante, Dioel encontró una carpeta antigua con planos de un proyecto que Aydee había propuesto al inicio de su trabajo en la empresa. Un proyecto que nunca fue aprobado.

—¿Esto es tuyo? —preguntó, alzando las cejas.

Aydee asintió, sin entusiasmo.
—Sí. Lo presenté hace años. No creyeron en él.

Dioel hojeó los planos, analizando los trazos, la propuesta de sustentabilidad, la visión humana del diseño. Su rostro se transformó en algo serio, casi admirado.

—Esto es brillante, Aydee. ¿Por qué nadie lo retomó?

—Porque en ese entonces yo no tenía voz. Y tú… tú tampoco estabas para escucharla.

Dioel bajó la mirada. Sentía el peso de esa verdad. Él también había sido parte del entorno que la hizo invisible.

—¿Y si lo retomamos ahora? —preguntó de pronto—. ¿Y si lo presentamos juntos?

Aydee lo miró, sorprendida.

—¿Por qué harías eso?

—Porque quiero ser parte de lo que tú eres capaz de construir. Porque lo que fuimos no define lo que somos ahora.

Aydee sintió un nudo en la garganta. Era más que un proyecto. Era una segunda oportunidad. No solo para su idea, sino para ella misma. Para ambos.

—Está bien —respondió al fin—. Lo haremos. Pero será en tus términos y en los míos. Nada de órdenes. Nada de “porque yo digo”.

Dioel sonrió.
—Trato hecho.

Esa noche, ya en casa, Aydee encontró una nueva carta bajo su almohada. Volvía el misterio.

> “Has sanado un fragmento del pasado. Ahora toca cuidar lo que estás empezando a construir. El amor no grita. El amor demuestra.”

Sus dedos temblaron al leerla. Era cierto. El amor con Dioel no estaba gritando… pero estaba ahí. En cada gesto. En cada silencio que ya no dolía.

Y por primera vez en mucho tiempo, Aydee se permitió sonreír con esperanza.




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