Mía

6

14 de agosto de 2015.

Ya son las 10:30 de la mañana... Algo que odia Mía y lo detesta es la escuela. No la soporta.

Odia escuchar a sus compañeros cómo se ríen por cualquier estupidez, aunque sea mínima la cosa, se ríen por todo. Odia cuando la ven comer.

Está en el recreo, sentada en un banquito y comiendo un sandwich que su abuela siempre le prepara todos los días para ir a la escuela.

—Mía, ¿cómo te fue en el punto tres de la tarea de Ciencias Sociales?

—Creo que me fue bien, no lo sé. Me duele mucho la cabeza para pensar en la tarea, solo espero sacarme un ocho y soy feliz.

—Opino lo mismo, ¿vas a venir hoy a mi casa? Dice mi mamá que no te ve y quiere que comamos juntas.

Su amiga Amanda es su consuelo en la escuela, ya que es la única que no le molesta y es la única que siempre está cuando quiere llorar por sus problemas.

Amanda y Mía se conocen desde tercer grado, las dos niñas se conocieron porque Mía tiene un escondite en ese lugar, uno donde nadie entra porque da miedo y son los baños clausurados.

Amanda aún le dicen la niña nueva, aunque nueva ya no es. Lleva dos años en esa institución.

—Mmm no, mi mamá no me da permiso para ir —miente. De tan solo pensar que tiene que comer le revuelve el estómago—, pero ¿qué van a comer hoy?

—Lo poco que sé es que van a comer ñoquis con salsa de pollo — sonríe con mucha ilusión—. Hace mucho que no como ñoquis —dice mientras cierra sus puños con emoción.

—Amanda, ¿podemos dejar de hablar sobre comida? Eso me provoca más hambre de lo normal y me duele el estómago.

—¿Qué tiene de malo? Solo es comida y si tenés hambre, pues come.

Mía no puede creer que su única amiga de ese lugar le diga eso. ¡La comida le hace subir de peso! Pero tampoco la juzga porque ella no sabe por la situación que está pasando. No quiere preocuparle.

—Mía, ¿qué tenés?

Esa pregunta alerta a la menor, no quiere tener un interrogatorio este día, ya suficiente tiene con las preguntas en su casa.

—¿Por qué lo decís?

—Estás más pálida, con unas ojeras muy negras y tu cabellos está más opaco. ¿Estás enferma? —Amanda trata de tocarle el rostro, pero su amiga rechaza el tacto.

—No, no lo estoy. Solo que no he dormido bien en estos días.

—¿Por qué?

Mía se queda callada al no saber qué responder.

—Ya sé, te la pasas estudiando toda la madrugada.

Esas palabras calmaron el miedo que siente y el dolor en el estómago va disminuyendo.

—Tenés que calmarte con el estudio, Mía. No vas a dejar de ser la más inteligente del salón si dejas de desvelarte.

—Lo bonita no me sirve, no soy bonita y ser inteligente de algo me tiene que servir, ¿o no?

En eso toca la campana indicando que todos tienen que volver a las aulas.

Amanda se levanta del banco y le agarra la mano de su amiga para correr, y llegar al aula.

Mía corre sin ganas, no quiere entrar a ese infierno. No quiere ver las cara de ratas de sus compañeros y sí, ella los apodó "caras de ratas".

—¡Dale! ¡Corre, cerdito!

Grita su compañero Lucio, el bravucón del curso. El niño que le hace bullying desde primer grado. Él es el causante de su llanto en el baño de mujeres. Él es el causante de que medio curso se burlen de ella.
Él es el causante de que ella esté en ese mundo.

—¡Sos un idiota, Lucio! —grita Amanda y le saca el dedo del medio.

—Quiero volver a mi casa —piensa Mía.

————————————————————————

13:30 pm.

Mía abre la puerta de su casa y tira su mochila al piso.

Su abuela está poniendo la mesa y le sorprende que su madre no esté en la casa, haciendo o ayudando en algo.

—Hola, abu, ¿y mamá?

—Se fue a hacer unos papeles y a conseguir trabajo. Espero que pueda conseguirlo porque nos hace mucha falta en estos tiempo.

Mía siente un alivio increíble, siente que su corazón vuelve a latir con normalidad y suelta un suspiro.

—Vení, mamita. Ven a comer —anuncia su abuela.

La niña se acerca a la mesa con enojo. Está enojada porque tiene comer ese puré de papa con milanesa de pollo. No quiere comer, lo único que quiere es dormir.

Mía detesta el pollo, ya que piensa que el pollo es un asco a la hora de vomitarlo y lo mismo pasa con el chocolate.

—Espero que te guste, mi tesoro.

La niña le regala una sonrisa a su abuela, una sonrisa demasiada falsa para el gusto de la abuela.

—¿Te pasa algo, Mía? Me has estado preocupando mucho en estos días. No pareces la misma niña desde que era tu cumpleaños.

—No me pasa nada. Solo que me he estado desvelando mucho por ver muchos vídeos de YouTube.

—¡Ah! —suspira la señora— Yo sabía que tu mamá no tenía que darte un celular a una edad tan temprana. Sabía que te iba a perjudicar.

—No te preocupes, abuela. Voy a tratar de no usar tanto el celular en las noches. Me veo horrible con mis ojeras.

—Tenés 12, no deberías tener ojeras a esta edad. La próxima semana te voy a llevar al doctor para que te cheque otra vez porque estás muy pálida.

La niña asiente a la orden de su abuela, se levanta de su asiento para dirigirse al tacho de basura de la cocina a tirar la comida, ya no puede soportar el olor que tiene.

—Ya tengo que decirle la verdad a mi abuela sobre esto... No puedo guardarlo más.

Se va a su habitación como siempre y prende la televisión para ver Sam y Cat.

—Qué linda es Ariana Grande.

Mía comienza a tener mareos y a ver borroso.

"Otra vez no, por favor"



#5308 en Otros
#1529 en Relatos cortos

En el texto hay: bulimia, mia, tca

Editado: 17.05.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.