Mía

❀~CAPÍTULO 1~❀

╭══════ .• ✈ •. ══════╮

- N A R R A D O R -

╰══════ .• ♥ •. ══════╯

~ Pasado ~

El viento frío silbó a través de la noche oscura, se movió entre personas enfundadas en sus mejores trajes y rodeó a la hermosa y juvenil Amy, haciendo bailar la falda de su vestido elegante.

Esa ráfaga en específico, fría y traviesa, jugueteó hasta hacerla sujetar el borde de la tela, en un elegante intento de proteger su dignidad... Y eso solo aumentó aun más su nerviosismo.

Le preocupaba su hermano y los negocios que estaba comenzando con los McFarland.

Amy aun estaba estudiando en la universidad, sin embargo, desde pequeña había entendido que ningún negocio real dejaba tantas ganancias en tan poco tiempo.

Kenneth McFarland había llegado a sus vidas ofreciéndole a su hermano el negocio del siglo y él, hambriento de ambición, aceptó sin dudarlo.

Amy conocía muy bien a Aaron, su hermano tenía años muriéndose por abandonar la empresa familiar para comenzar la suya propia y escapar de las exigencias enfermizas de su padre.

Suspiró de solo pensarlo y caminó hacia la barra, sintiendo que necesitaba algo de valentía líquida para continuar fingiendo sonrisas ante todos esos millonarios maestros del engaño... Poco sabía que esa era precisamente la excusa que iba a usar el universo para acercarla a su destino, ese hombre que había amado en secreto por años y el que le traería unos preciosos ojos grises para adorar por el resto de su vida.

A unos metros de distancia se encontraba Cam Veenstra dándole el último trago a su copa antes de hacerle señas al mesero, para que la llenara una vez más.

—¿Podría servirme un Everclear, por favor?—susurró una voz dulce a su izquierda y él arqueó una ceja, dándole una mirada distraída a la mujer... Que luego se convirtió en una mirada fija al admirar su belleza.

Intentó disimular su interés, pero no pudo.

¿Cómo podría, si esa hermosa mujer había hecho que su corazón muerto despertara con sólo aparecer?

—Si me permite la dama, he de decir que no es el tipo de bebida que le recomendaría... Sobretodo si de casualidad no ha cenado—susurró y el tono grave de su voz retumbó en el interior del pecho de Amy, haciendo que su corazón latiera desenfrenado.

Ella movió su mirada hacia él rápidamente y se quedó congelada cuando su tierna mirada ambarina chocó con su gris helado.

No podía creer que era Cam Veenstra, el dueño de su afecto desde que tenía uso de razón.

Ella se aclaró disimuladamente la garganta, rogando al cielo que no le temblara la voz.

—De hecho, ahora que lo dice... Creo que es mejor cenar—susurró ella con las mejillas arreboladas, cancelando su petición al uniformado con una sonrisa de disculpa.

Cam adoró su respuesta, porque le permitió hacer algo que no había hecho nunca con ninguna mujer.

—Qué coincidencia, justo voy saliendo a cenar—coqueteó ganándose una mirada irritada del hombre detrás de la barra, que obviamente ya había comenzado a rellenar su copa.

—¿Y su trago?—respondió Amy arqueando una ceja.

—Se lo regalo—escupió rápidamente Cam y el barman suspiró, cansado de tener que lidiar con los cambios de humor de esos riquillos molestos cada noche.

—Entonces, sobre la cena...—comenzó a decir Cam, sin que le importara ni un poco demostrar su interés.

Amy rió. Fue un sonidito musical que acarició sus oídos y llenó sus pulmones de aire.

Cam se volvió adicto al instante. Moría por escucharlo más seguido.

—¿Me está invitando, Sr. Veenstra?—le respondió ella intentando sonar atrevida, pero su expresión solo la hizo ver aun más tierna ante los ojos del pelinegro.

—Sólo si está funcionando...—le regresó él, regalándole una sonrisa perezosa que nació en la esquina de su boca y se extendió hacia el otro lado, haciendo que una de las prendas ocultas de Amy ardiera en llamas.

La noche puso especial empeño en verse perfecta para ellos, les envió viento frío para que Cam tuviera la oportunidad de cubrir a Amy con su abrigo, y luego les despejó el cielo para que pudieran ver las estrellas mientras cenaban.

Una noche se convirtió en días y los días en un par de meses perfectos que los vieron salir en las citas más románticas, hablar hasta altas horas de la noche por llamadas atrevidas, bailar bajo la lluvia y besarse en cada esquina que conseguían cuando estaban juntos.

Él jamás había sentido algo así; estaba loco de amor por ella. El amor de Amy se había colado en sus huesos hasta hacerlo olvidar el dolor que le había atormentado el alma por años. Se enamoró perdidamente, vio los colores del mundo a través de sus ojos y probó la dulzura de la vida en sus labios. Era un amor bonito, de esos que reconstruían almas y espantaban a los demonios más oscuros de un hombre solitario.

Él la adoraba y no quería pasar ni una sola noche sin su compañía.

—Múdate conmigo—pidió de pronto una noche, mientras veían una serie de chefs que les encantaba.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.