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- A M Y -
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❀~ Pasado (Un mes después) ~❀
Entré a la casa de mis padres sintiéndola como un lugar desconocido.
Mis pasos eran ligeros mientras me abría paso entre las altas columnas romanas que jamás me habían infundido más que la sensación de hogar... Pero en ese momento se sentían gigantes y terroríficas.
Estaba demasiado asustadiza desde que Cam desapareció de su vida sin más.
No entendía qué estaba pasando, por alguna extraña razón no estaba recibiendo mis mensajes y llamadas; su teléfono siempre estaba apagado y encima el portero me había informado que tenía prohibida la entrada al edificio de departamentos donde vivía.
Había desaparecido de la faz de la tierra después de haberme pedido matrimonio, pero luego de hablar con mi familia planeaba buscarlo en la empresa de su familia porque ya no se trataba solo de nosotros.
Le había dado tiempo pensando que quizás se había asustado después de pedirme matrimonio, pero un par de días se convirtieron en semanas y luego en un mes completo... Y después de eso había comenzado a sentirme extraña.
Tenía un mes sin saber de Cam cuando descubrí que se había sumado una nueva personita a la ecuación... O al menos lo haría en nueve meses, si todo marchaba bien con la bendición de Dios.
Estaba feliz y muy asustada, pero sobretodo feliz.
¿Qué otra cosa podía sentir una mujer que había concebido a su bebé de la forma más increíble que existía en la faz de la tierra?
Guardaba los recuerdos de nuestra noche en la parte más bonita de mi corazón, y los recordaba cada vez que podía, intentando hacer más llevadera su ausencia.
Él me había adorado y con todo su ser y yo había sido completamente feliz en sus brazos.
Por eso no entendía el motivo de su desaparición.
Me muero por encontrarlo e informarle que vamos a ser padres, pensé contenta y acaricié disimuladamente mi vientre.
Me preocupaba que algo le hubiese sucedido a mi prometido... Pero me aterraba aun más la idea de que él estuviese sacándome a propósito de su vida.
—No. No pienses en eso—me dije nerviosa, dándome cuenta de que había interrumpido mis pasos a medio camino del comedor principal.
Reanudó las pisadas sobre el mármol e intenté con todas mis fuerzas mantenerme serena.
Sabía muy bien que iba a librar una batalla perdida pero, muy en el fondo de mi corazón, aun tenía la esperanza de que me consideraran lo suficientemente importante como para que quisieran ser parte de la vida de mi bebé.
Sabía que era tonto de mi parte considerarlo, sobretodo cuando había pasado la vida entera recibiendo nada más que su indiferencia... Pero aún así, por absurdo que pareciera, seguía aferrándome a la idea de que un nieto o nieta fuera la pieza clave para conmover los corazones de mis padres.
Qué estúpida fui.
—Hasta que finalmente te dignas a llegar—masculló su padre como saludo, usando ese tono brusco que era tan familiar para mi.
En ocasiones me dolía, porque tenía claro que esa forma de hablar la guardaba especialmente para mi... Nunca para Aaron, porque él había tenido la suerte de nacer con una tortuga en lugar de hamburguesa en medio de las piernas.
—Es muy temprano para ese humor, papá—terció mi hermano rápidamente y luego me guiñó un ojo, sacándome una sonrisa algo nerviosa.
—¿Saliste a correr hoy, Amy? Creo que aumentaste de peso—soltó mi madre a modo de saludo y yo la miré pasmada, siento que era una cuestión de “es ahora o nunca”.
—De hecho, no, mamá... Yo...—comencé a balbucear nerviosa.
—“Mamá”—repitió ella con desagrado y siguió cortando su huevo benedictino en trozos diminutos—. Te he dicho que me llames madre. Odio que me hables así, como si fuéramos una familia de corrientes—agregó despectiva y yo me mordí la lengua, intentando ignorar el hecho de que Aaron se dirigía a nuestro progenitor como “papá” y nadie le decía nada.
—Lo siento, madre—respondí intentando mantener la compostura por el bien de mi bebé—. En fin, intentaba decirles que tengo un anuncio muy importante—agregué dándoles una gran sonrisa de auténtica felicidad.
—¿Qué es?—preguntó mi hermano soltando los cubiertos y contagiándose de mi alegría.
Se inclinó hacia atrás en la silla, como preparándose para recibir la noticia... Y fue el único que me dio una reacción, porque mis padres siguieron con la misma actitud que antes, como si yo no existiera.
—Estoy embarazada.
En cuanto solté la noticia me arrepentí, porque el comedor principal se sumió en un silencio sepulcral.
Estuve segura de que, si lanzaba una aguja al suelo, podríamos escuchar cada tintineo con claridad.
—¿Qué es lo que acabas de decir, pedazo de imbécil?—reclamó papá, finalmente dándome una reacción.