Mia | Híbridos Rebeldes 1

8. Una foto

Mia

Me desperté de pronto, el corazón me latía rápido y mi respiración era pesada, me incorporé en la cama con la ayuda de los codos, quedándome de lado manteniendo la cabeza gacha y una mano sobre mi frente. Arrugué los párpados y luego abrí los ojos, viéndome un tanto confundida. Alcé la vista cuando recordé el lugar en donde estaba, todo lo que sucedió el día anterior se repitió en mi mente: desde que los autos nos persiguieron hasta que mi vista se encontró con la de él. Contuve la respiración cuando recordé su atractivo rostro, a causa de un simple recuerdo de su toque volví a sentir como la mitad de mi cuerpo vibraba y como una oleada de sensaciones inquietantes me embriagaba.

¿Qué era esto que sentía?

Volví a dejarme caer en la cama, estaba de costado, con la cabeza sobre mi brazo derecho, acerqué más mi rostro a la almohada al percibir un rico olor masculino…

«Mmm, delicioso» pensé, cerrando los ojos y sintiendo la suavidad de la tela contra la mitad de mi cara.

Al moverme sentí algo, un ruido a mi lado, parecía una envoltura por lo cual mis ojos se abrieron al instante. Me senté en la cama, parpadeando varias veces para aclarar la vista y, cuando lo logré, me sorprendí con lo que tenía a mi costado, sobre y alrededor de mí.

—Esto es... hermoso —expresé en voz alta, sonreí ampliamente, observando, aún impresionada, los pétalos de rosas rojas que estaban sobre la sabana oscura que me cubría, se encontraban esparcidas a mis costados y al pie de la cama, formando mi nombre: MIA.

Me reí sin poder evitarlo. Mordiéndome el labio, negué con la cabeza y dirigí la mirada a mi costado, en donde había percibido el ruido, allí estaba un ramo de flores.

Agarré el ramo para poder verlo mejor y en eso algo se deslizó de entre sus pétalos; una nota.

Dejé el ramo en mi regazo para poder desplegar el pequeño papel y leerlo.

Para la chica más hermosa. Hareth —lo leí en voz alta. Una sonrisa se me empezó a formar en el rostro.

—Veo que te gustó —escuché su voz, lo miré y vi que estaba cerrando la puerta del baño por detrás de él. Llevaba puesto un pantalón de chándal con una camiseta negra y sus zapatillas eran deportivas.

—Gracias, no tenías que hacerlo. Todo se ve hermoso —le sonreí, tímidamente.

—Haría lo que sea por ver siempre esa sonrisa en tus labios, mi hermosa Mia —mencionó en tono suave. Caminó hasta el borde de la cama, con mi mirada puesta en él—. ¿Dormiste bien? —me preguntó finalmente, se sentó en el borde y me despojó suave e inesperadamente de las sábanas. Me quejé al instante, la camiseta se había arrugado un poco por lo cual mi ombligo estaba al descubierto. Me bajé de la cama y me acomodé la camiseta que me quedaba por debajo de las nalgas.

—Nunca había dormido tan bien —le dije momentos después, fijé los ojos en él—. ¿Y tú? ¿Qué tal el sofá? ¿Cómodo? —me burlé, escondiendo una sonrisa por debajo de la palma de mi mano.

En la noche, él me había insistido unas incontables veces de querer dormir conmigo. Pero no se lo permití. Finamente se había ido a acostar en el sofá esquinero. Habíamos hablado de algunas cosas hasta que de repente ya no nos dijimos más nada. O yo me quedé dormida. En eso recordé que ni siquiera me había acordado del número de mis padres. Tenía que ir a buscar a Abby.

—Excelente. Si estás tú, no tienes que preocuparte por mí —me contestó. Por un momento pensé que me lo estaba diciendo en broma. Pero al notar como su expresión facial no cambiaba, y por su mirada que atisbaba seguridad, supe que me decía la verdad.

—Recuerda que no me voy a ir a ninguna parte —por ahora, quise agregar, pero cuando lo iba a decir, no pude pronunciar palabra alguna—. Necesito ver a mi amiga. ¿Está, cierto? —cambié rápidamente de conversación, poniéndome un poco inquieta. Cambié el peso de mi cuerpo de un pie a otro por culpa de ello, haciendo un vaivén con las caderas, como si estuviera bailando. Al mover el pie, sentí algo más, miré el suelo y vi que ahí también estaban esparcidas más pétalos.

Al detectar eso, me quedé quieta.

—Están —me afirmó con un tono de voz más profundo, volví la vista hacia él, Hareth se puso de pie y se encaminó hacia el escritorio con mi mirada sobre él, vi cuando agarró algo y como se volvía hacia mí—. Es ropa, por ahora solo pude conseguirte este, espero no haberme equivocado con tu talla—dijo acercándose demasiado a mí. Estaba por dar un paso atrás, necesitando una distancia entre él y yo, al percibir el latir apresurado de mi corazón. Pero él, con su mano libre, me lo impidió al sostenerme desprevenidamente por la cintura, acortando mucho más la distancia entre ambos.

Alcé la mirada, viéndome sorprendida y totalmente nerviosa ante el toque de su mano.

Hareth lanzó la ropa sobre la cama, y con esa mano, me acomodó el cabello por detrás de mi hombro, descubriendo mi rostro, sus dedos me tomaron con suavidad por el mentón. Sus ojos no se despegaron de los míos en ningún momento, me veía de una manera dulce, pero había algo más en su mirada; intriga, curiosidad y… miedo.

Entonces, él parpadeó y yo fui consciente de que lo tenía pegado a mí.

—Ah… creo —intenté decir algo, desviando un poco la vista de él. Me lamí los labios al sentirlos secos de repente.

—Muévete otra vez —susurró, ladeando su rostro y acercándolo hacia mi oído.

—¿Qué? —pronuncié despacio, regresando la mirada a su rostro, pero él lo dejó sobre mi hombro, pude sentir su respiración contra mi cuello, luego deslizó sus manos hacia mi espalda, abrazándome.

—Baila conmigo —murmuró, y entendí lo que quiso decirme y lo que estaba haciendo. Puse mis manos sobre su hombro, y en ese momento él me miró, nuestros ojos se encontraron y yo le sonreí con los labios pegados. Él me devolvió el gesto cuando yo volví a mover mis pies, Hareth me imitó.

Bailamos al compás del otro, lento y disfrutando de nuestro contacto. Él acercó su rostro, apoyando su frente contra la mía.




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