Mia | Híbridos Rebeldes 1

10. Una canción

Abby

Hazal me había hecho varios gestos que interpreté como un «vámonos» mientras nos encontrábamos terminando el almuerzo, yo quería postre pero su insistencia me obligó a decir que sí, y además porque me daba curiosidad saber el motivo de su urgencia.

Rouse y Hareth también se encontraban con nosotras, y no quería dejar sola a mi amiga con él, otro loco igual que Edward, pero viendo desde otra perspectiva pude notar ese algo brotando en al aire sobre ellos que me otorgó el beneficio de la duda dándome ese impulso para dejar sola a Rouse con ese extraño. Solo esperaba que fuese tan simpático como aparentaba.

La mirada que me dedicó ella al despedirme repentinamente junto con Hazal me había causado un poco de risa.

—¿Qué pasa? —le pregunté a la rubia cuando ya nos encontrábamos fuera del restaurante.

Ella comenzó a caminar a una dirección que no conocía y yo no tuve de otra que seguirla, ubicándome a su lado para caminar al mismo ritmo.

—Solo creí que necesitaban un momento a solas.

—¿Tú podrías decirme qué está ocurriendo?

—Quisiera decírtelo, pero llegaron a un acuerdo de…

—¿Cómo qué acuerdo? ¿De qué estás hablando? —la interrumpí, atravesándome en su camino para que se detuviera y respondiera mi exigente pregunta.

—No debería hablarte sobre esto.

—Pero vas a hacerlo —afirmé.

—No específicamente —me aclaró rodeándome con una pequeña sonrisa para reanudar su paso, obligándome a hacer lo mismo. La miré insistente para que continuara hablando—. Solo no quieren, bueno, queremos que les dé un ataque o nos tachen de locos…

—En realidad, lo hicimos desde el principio —volví a interrumpirla—, no conozco otra mejor definición que “loco” para Edward y para él, tú eres linda pero también actuaste de una manera muy extraña cuando me abrazaste y cuando abrazaste a Rouse prácticamente llorando.

—Estaba emocionada —se justificó.

—Y precisamente necesito conocer el motivo de esa emoción, ¿qué lo causó? ¿Nosotras? ¿Nuevo ganado para vender?

—¿Cómo? —dijo ante mis últimas palabras con sus grandes ojos marrones muy abiertos, claramente desconcertada—. No, claro que no. Pero tendrán esa explicación muy pronto.

—Eso me comentó Rouse, que él le había dicho que pronto nos contarían lo que estaba pasando. Solo que yo tengo mucha paciencia.

—¿Aguardarías una semana? —interrogó, puse cara pensativa hasta que expresé un «posiblemente» en mis facciones—. Perfecto, porque solo han puesto ese plazo para que vean que aquí —anunció abriendo los brazos señalando nuestro alrededor—… todo es muy normal y tranquilo.

—No sé qué decir al respecto —musité—, todo sigue y seguirá resultando muy extraño hasta que no sepamos la verdad. ¿Tú no me prestarías tu teléfono, o sí? —dije cambiando de tema.

—Lo siento, pero prometí que no lo haría.

—Edward —gruñí por lo bajo—, no sé quién se cree por haberme quitado algo exclusivamente mío. Lo volví a tener en mis manos solo cuando Rouse se comunicó con sus padres pero luego de eso, nada.

—No te preocupes, todo pasará en una semana. Tú tranquila y disfruta.

—¿Disfrutar? Es fácil decirlo para ti que sigues conservando tu teléfono.

—Mejor vamos a distraernos, Edward me dio su tarjeta para que compraras lo que se te diera la gana.

—¿Después tendré que pagarle la cantidad que gasté? —tuve que preguntar, un poco temerosa porque los precios en este pueblo llamado Milford no eran tan baratos, o por lo menos en la tienda que visitamos. Puras ropas de marca.

—No, qué se joda —pronunció divertida ocasionando que me riera, ella se veía tan fina que escucharla usar una palabra “vulgar” me resultaba un poco gracioso.

—Sí es así, ¿qué mejor forma de vengarme de él que dejándolo sin un centavo? —Expuse con una sonrisa—. Luego yo podría vender todo lo que compré y convertirme en millonaria.

—Excelente plan —halagó Hazal, deteniéndole delante de una zapatería—. Pero lamento desilusionarte, esta tarjeta es sin límite de gastos.

Puse cara de desilusión, pero después cambié de expresión, sonriendo de nuevo.

—Entonces compraré lo suficiente como para comer bien el resto de mi vida. Mi plan sigue en pie.

—Comencemos entonces.

Nos sonreímos y próximamente ingresamos a la tienda.

(…)

Pareciera que Edward me escuchó a metros de distancia porque ni más pasamos el enorme portón negro, él ya estaba saliendo de la casa, bajó los escalones y se encaminó rápidamente hacia donde él auto se estaba dirigiendo para estacionar.

De esa forma, cuando el auto se detuvo, él fue quien me abrió la puerta.

—Vaya, ¿se compraron toda la tienda o qué? —expresó observando el interior del vehículo mientras yo me disponía a salir de él. Sonreí un poco victoriosa al ver su cara de extrema impresión.

—Mejor ayúdame con esto —le tendí una bolsa, él lo aceptó por inercia, me volví hacia el coche para tomar otra y volver a entregárselo, realizando ese procedimiento unas dos veces más hasta dejarle las manos completamente ocupadas. Al final yo tomé una bolsa y me distancié de él para observarle la cara, las bolsas le llegaban hasta el cuello y me parecía gracioso como él no podía ni bajar el mentón por culpa de estas.

—Hazal, debiste detenerla —reprendió cuando la rubia fue a abrir el maletero para sacar más de nuestras compras.

—Tú ve subiendo esas cosas, ya después hablamos —fue la respuesta que recibió de ella.

—¿Es qué no conoces a las mujeres? Vemos algo lindo y lo queremos, y con la oportunidad infinita que tú me diste, bueno… me emocioné un poquito.

—Si estás feliz, esta carga vale la pena —dijo él, sorprendiéndome.

No dije nada, solo me dirigí hasta la casa con él siguiéndome los talones.

—¿Y Rouse no ha llegado?

—No.

—Pues la necesito aquí, ya mismo —añadí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.