Mia | Híbridos Rebeldes 1

13. Las categorías

Abby

Me separé de Rouse después de darle un apretón en la mano como muestra de apoyo: todo va a estar bien, le había expresado en silencio.

—Qué gigantesco —exclamé detallando cada lugar que pasábamos. Anthony sonrió y me indico que nos detuviéramos.

—Esta propiedad fue alguna vez el hogar de la realeza licántropo, pero por alguna razón decidieron convertirla en instituto —mencionó y luego señaló una enorme puerta, la más alta y ancha de todas—. Esa fue la sala del trono alguna vez, el ingreso a esa estancia está prohibida para los alumnos, claro, si una autoridad no te pide que lo hagas.

—¿Y tú sabes qué hay ahí?

—Se usa como oficina, o eso dicen.

—Entonces Milford es un pequeño reino, ¿así se dice, no? —pregunté mientras retomábamos nuestro camino.

—Es una manada, la manada principal porque aquí reside nuestro gobernante, el alpha de los alphas.

—¿Y ese quién es?

—Actualmente no está aquí, pero su heredero está al mando en su ausencia, creo que este está en algún tipo de prueba… No sé, debería preguntarle a mi hermano, será su beta cuando asuma su papel de rey.

—¿Pero quién es? —insistí.

—No conozco su nombre —dijo con cierta culpabilidad, luego una idea resplandeció en su rostro y sacó su teléfono del bolsillo de su jeans—. Pero para eso está Google… —celebró esbozando una amplia sonrisa, tecleó con rapidez y un instante después ya me estaba enseñando la imagen de alguien, la de un hombre que yo ya conocía muy bien: Hareth Lewis.

«Que maldita afortunada eres, Rouse» no pude evitar pensar. Mi amiga era la pareja destinada de un futuro rey.

—Wow, él es…

El sonido del timbre me interrumpió, y apenas en ese momento noté la cantidad excesiva de gente que transcurría en el pasillo.

—Ahí está nuestro salón —me indicó Anthony señalando una puerta abierta, nos apresuramos hacia ahí esquivando personas tan apuradas como nosotros.

Él ingresó pidiéndome con un gesto de mano que lo siguiera, eso hice, pero algo me detuvo abruptamente, mi mirada viajó inmediatamente hacia la dirección de donde venía un extraño sonido. Mi ceño se frunció, mi mirada se tornó confundida. Estaba por ignorarlo pero entonces se repitió, el sonido pareció viajar por las paredes. ¿Eran susurros? Me sobresalté y di un paso atrás, temerosa. Y entonces una voz susurrante y distorsionada comenzó a hablarme al oído. Me asusté aún más y di una vuelta para mirar de quien se traba, pero no había nadie.

—¿Abby? —dijo Anthony.

—Ya voy —murmuré con una extraña sensación invadiéndome de golpe.

Entré al salón seguido de él, dejé guiarme hasta la mitad del lugar en donde aparentemente él se situaba siempre, devolviéndole la mirada a las personas que no disimulaban verme. Pero capté que sus ojos se dirigían más hacia la pulsera que me habían dado en la dirección que a mi rostro.

Bajé la mirada a la pulsera roja.

Yo era la única que lo estaba usando. ¿Por ser la nueva?

—Abby, te presento a Brenda y Amy, y ese es Liam —la voz de Anthony hizo que regresara mi completa atención hacia él. Una chica pelinegra, una rubia y el chico detrás de ellas me sonreían.

—Un gusto —saludé, sentándome al lado de Anthony.

—¿Roja, eh? —dijo la pelinegra. ¿Brenda? —Espero no te importe sentarte cerca de unos azules —dijo en un tono que reconocí como de broma. ¿Hum, me perdía de algo?

—No entiendo ese concepto —le aclaré.

—Ya lo harás pronto —interfirió Anthony—, es nueva, entiéndanla —me excusó.

—Alumnos, ¡examen sorpresa! —exclamó el profesor nada más entrar.

Las quejas fueron inmediatas.

—Silencio —exigió el profesor—. Debieron tomarme más enserio cuando les avisé que en uno de estos días les haría un examen para saber cuánta atención me han estado poniendo.

—Pero es lunes —se excusó inútil y estúpidamente uno.

—No veo ningún problema con ello —sonrió el profesor que seguramente apenas rozaba los treinta. Era alto y fornido con vestimenta formal, y era guapo.

Y entonces yo me animé a dar a conocer mi opinión.

Me puse de pie e incluso levanté una mano para llamar su atención.

—¿Disculpe? Soy nueva —bajé mi mano cuando el profesor y todos me miraron— ¿El examen me incluye? Porque estoy segura que los temas que trataron son diferentes a los que yo he estado estudiando en mi instituto anterior, primero y principalmente porque vengo de Rusia.

—Me avisaron sobre ti, y sí, pero no te preocupes, si te va mal no lo incluiré en tus notas por ese mismo motivo. Pero la evaluación nos vendrá bien para conocer tu potencial. Igualmente, para los siguientes exámenes debes estar más que preparada, necesitaré notas para ti.

—Claro, y gracias —respondí y me senté.

—Espero mucha participación de tu parte.

Asentí como respuesta, nadie había apartado sus ojos de mí. ¿Pero que tanto ven, idiotas? Argh.

Poco después el profesor ya estaba repartiendo las fotocopias firmadas por él mientras seguía recibiendo protestas.

—¿Cinco jodidas hojas? —exclamó por lo bajo mi compañero de asiento, lo miré y lo vi recostar su espalda contra el espaldar de la silla con un gesto facial que indicaba un claro: Ya lo perdí. Se pasó una mano por la frente lamentándose en silencio.

—Es solo marcar si es correcto o no, completar… —dije analizando mi prueba y en mi mente ya se estaban formando las respuestas a todos los cuestionarios que pasaba —¿Tú examen es diferente?

—La de todos, el profesor es un experto para formular preguntas diferentes que contienen las mismas respuestas —bufó.

—Silencio —pidió el profesor—, empiecen y guarden silencio en todo el tiempo del examen, una hora y quince minutos, ahora empiecen. La cuenta regresiva comienza ya —anunció viendo su reloj—. Y basta de quejas que todo les resultará sencillo si me prestaron atención —le dijo a un grupo que no dejaba de murmurar.




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