Mia | Híbridos Rebeldes 1

14. Ensalada de frutas

Rouse

La semana pasó tan rápido que cuando el viernes llegó ni yo me lo podía creer.

El pequeño suceso del lunes me había hecho conocida sin ese propósito, Alexia, la que no desaprovechó el incidente para hacer de las suyas, me había pedido disculpas el día siguiente. Noté como odiaba perder el orgullo, pero debía. Se había metido con la compañera del hijo del rey de su especie. Yo merecía su respeto solo por eso.

Y desde ese momento ya todos comenzaron a tratarme con cuidado, sabían quién era mi pareja, sabían que habría problemas si se atrevían a molestarme.

Así que me sentí muy extraña con ese nuevo trato que recibía. A los únicos que me atreví a pedir que no me tratasen diferente fue a mis nuevos amigos, en toda la semana no dejé de juntarme con el hermano de Malcom y sus amigos.

Y lo bueno de esa semana es que la directora había anunciado la apertura del campamento. El miércoles se le dio inicio, comenzando con los de primer año y la semana que viene le tocaría a mi grupo. Pero para ello debía rellenar un formulario, y necesitaba la firma de alguien adulto y responsable como autorización.

El campamento duraría tres días, pasaríamos dos noches en el bosque. Y por los comentarios de los chicos, se escuchaba emocionante. Requería la firma de Hareth como permiso, porque sin duda alguna pensaba asistir, no debería haber ningún problema con separarnos.

Apenas llegué del instituto, Hazal había ido a recogernos de vuelta de su universidad. Todas nos encontrábamos tan agotadas que cada una se dirigió a su habitación a descansar un poco. Por mi parte, decidí tomar una ducha para después continuar poniéndome al día con las materias, los profesores me habían solicitado entregar los últimos trabajos para tener nota y, además, estudiarlos para los próximos exámenes. Y me faltaba muy poco para acabarlos, April me había prestado sus apuntes muy amablemente.

Hareth no estaba en casa, seguía en su oficina en el centro de Milford. Llegaba como a las cinco siempre. Así que aún faltaban unas cuantas horas para que volviésemos a vernos. Y mientras tanto, yo me mantuve muy ocupada con mis últimos pendientes. Debía tener todo listo para el lunes y martes porque el miércoles se le daba inicio al campamento de segundo año de preparatoria, mi grupo. Pero iríamos acompañados del último año, así lo dispuso la directora.

Llegó un momento donde me dio por salir en busca de algo para picar, así que eso hice y me dirigí hacia la cocina.

Revisé mi teléfono en el transcurso, y lo único que encontré fue un mensaje de Abby avisándome que no estaba en casa.

—Hola, Lía —saludé a la chica detrás de la barra de cocina—. ¿Qué haces?

—Buenas tardes, señorita Rouse —dijo medio sorprendida al verme. La verdad es que podía comprender su actitud, desde el lunes lo único que hice fue realizar tareas. Apenas salí de la habitación, bueno, salía solo para desayunar e ir a clases—. Estoy empezando a preparar el postre para el día de hoy.

—Qué temprano, pero supongo que está bien.

—¿Necesita algo?

—¿Tan evidente soy? —le pregunté, para luego hacer una mueca de culpabilidad.

—No quise sonar grosera por la pregunta, perdóneme —dijo tan rápido que apenas le entendí.

—Está bien, está bien —repetí, tranquilizándola, al ver su cara alarmada—. Solo venía por una fruta, pero ahora que veo ese canasto lleno de frutas me dan ganas de comerlo todo —dije, observando las frutas que había arriba de la mesa—. ¿Hay ensalada de frutas? —le pregunté, esperanzada.

Ella negó con la cabeza.

—No, pero ahora mismo se lo preparo —me afirmó, rodeando la barra de la cocina en dirección en la mesa que contenía esas suculentas frutas, al mismo tiempo que yo avanzaba hacia ese lugar para detenerla.

—Solo preguntaba, no hace falta que lo hagas —dije colocándome a su lado, en frente de esa mesa—. Tienes mucho trabajo allí, yo misma lo haré y no acepto un no por respuesta —aclaré al notar que ella tenía la intención de hablar.

—Está bien, es usted muy amable.

—Dime Rouse, por favor, que apenas tengo diecisiete años, me haces sentir más mayor. Tú, ¿cuántos años tienes? —le pregunté al tiempo que volvíamos a colocarnos en nuestros lugares anteriores, yo con el frutero por supuesto.

—Veinte —contestó mucho más calmada.

Minutos más tarde yo también me encontraba detrás de la barra de la cocina terminado de cortar las manzanas, los coloqué en el cuenco con las demás frutas para luego agregar jugo de frutas, según yo, la ensalada de frutas ya estaba lista. Le pregunté a Lía en donde se encontraban los vasos, ella misma fue a traerme uno para después seguir con los suyo.

—¡Lía, hay cambios en el menú! Prepara los… —exclamó la voz de una mujer ingresando en la cocina, pero dejó de hablar al verme a mí—. Buenas tardes, señorita. Qué sorpresa verla por acá.

—Hola —saludé con una sonrisa de labios pegados—, ya tenía que salir de mi encierro, la escuela me tenía muy ocupada. ¿Quiere un poco? —ofrecí, señalando mi creación.

—Gracias, pero usted no debería...

No terminó de hablar porque se escuchó una voz llamando a Lía. En ese momento vi a la mujer, de unos treinta años de edad, cerrar sus ojos con fuerza y, también, me pareció escuchar a alguien maldecir por detrás de mí.

—¡Malia! —una voz femenina demasiado aguda se escuchaba cada vez más cerca. Vi a una apresurada Lía ir a lavarse las manos y secarlas con el delantal que llevaba puesto al no ver ningún trapo por donde posara la vista.

—¡¿Malia, no escuchas que te estaba llamando hace horas?! —apareció en el umbral de la puerta una chica rubia, se detuvo, observando a la susodicha con hostilidad y superioridad. Cruzó los brazos sobre el pecho, usaba una camiseta color negra que dejaba al descubierto su ombligo, el jean que tenía puesto era sumamente ajustado y sus piernas parecían súper largas gracias a los zapatos de taco alto que usaba, aun así pude darme cuenta que yo era más alta pese a que ahora misma ella me ganase en altura por sus tacones.




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