Ese sobrenombre hizo que reconociera el sentimiento que me estaba dominando. La emoción negativa hizo estragos en mí, avivando el mar de fuego que parecía correr en mis venas, la sangre me hervía a causa del enojo.
No pude contener la sensación peligrosa que me abordó, no pude detenerme y salí a causa de un loco impulso. Abrí la puerta mostrándome delante de Hareth como realmente era, la ira se reflejaba en mis ojos, en mis rasgos endurecidos. Mis celos era tan evidentes que decidí no esconderlo.
Como decidí no esconderme más. Él me había tenido la suficiente confianza para decirme que era parte del mundo sobrenatural, pues yo también debía hacer lo mismo. Y acababa de hacerlo, no en la mejor circunstancia, pero lo hice.
—¡No vuelvas a llamarme así! ¡Soy Mia para ti!
Hareth retrocedió, impactado por lo que estaban viendo sus ojos.
Yo no cambié mi expresión de enfado a medida que disminuía la distancia entre los dos. Mi mano tocó su pecho únicamente para empujarlo de ahí como muestra de mi molestia con él. La impresión en su mirada se reflejó en toda su cara, él parecía haberse quedado sin voz y únicamente me veía en un estado de perplejidad absoluta.
Mi cabello seguía brillando, el fuego se manifestaba con un esplendor impresionante. Podría quemarlo a él, me encontraba muy cerca y debía tener ese hecho presente porque lo mejor para mí y para él era que yo comenzara a alejarme. Pero no quería hacerlo, quería escucharlo defenderse; decirme algo.
—Podré tener una estatura más baja que tú, ¡pero odio ese término! ¿Me escuchaste? ¡Lo odio! —Lo agarré del cuello de su camiseta para atraerlo más a mí, para que me viese—. ¿No dirás algo al respecto?
—¿No tienes que decirme algo tú? —aflojé mi agarre y lo dejé libre, puse distancia sin dejar de verlo en ningún instante.
—Ya no hace falta, decidí mostrártelo.
—Joder, Mia. ¿Cómo…?
—Hareth… —dije su nombre en un tono más bajo, suplicante. Él percibió esa nota preocupada y fijó su atención en mí, viéndome en espera de que dijera algo más. La molestia no quería abandonarme, por ese mismo motivo las lágrimas volvieron a punzar en mis párpados. Hareth inmediatamente se acercó, pese a que podría herirlo, no me alejé. Y cuando él colocó sus manos a los lados de mi cabeza dejando que el fuego le traspasara estas… yo me asombré. Él no daba indicios de estar sufriendo, es más, me sonrió cuando alejó una mano y me enseñó la llama que permanecía en su mano.
—Estás en el mundo sobrenatural, Mia, recuerda que yo no soy normal. No temas, sé libre conmigo.
—Cálmame —susurré—, esto me pasa cada vez que el enojo me domina, no puedo tranquilizarme. Esa chica dijo puras mentiras, Hareth, no puedes creerle.
—Te creo a ti.
Y antes de que dijera algo más, él terminó la distancia entre los dos fundiéndome en sus brazos exactamente como me lo imaginé en un inicio.
Pasé mis manos sobre la piel de sus costillas hasta alcanzar su espalda, ejercí presión en esa zona para mantener una unión aún más fuerte. Su cálido pecho y sus cómodos brazos me recibieron gustosos, un golpe lleno de tranquilidad se estampó contra mí proporcionándome un alivio inmediato. Cerré los ojos y dejé envolverme por el momento, disfrutando de la paz que me transmitía Hareth, mi compañero, mi alma gemela, solo mío.
—Solo me interesas tú, Mia —me susurró al oído, su respiración golpeó esa zona otorgándome esa sensación electrizante que cruzaba por mi espalda dándome por completo la serenidad que tanto necesitaba. Me establecí y me distancié con sutileza al mismo tiempo que mis ojos buscaban los suyos.
Su mirada conectó con la mía, yo sonreí con los labios pegados, ilusionada. Él me devolvió el gesto, sus ojos no expresaban más que amor y deseo, el cariño se reflejaba en toda su cara. Pero yo detecté una falla en cruzar por sus ojos, un lamento, una disculpa. Solo que duró poco, fue apenas un instante, me pareció ver incluso un auxilio expresándose en ellos.
—Ya estás bien ahora —mencionó distanciándose un poco más para inspeccionarme. Su mirada escrutó mi cara y seguidamente bajó la vista para estudiarme por completo. Me toqué el cabello de manera automática, y como él dijo, ya estaba bien—. Excepto tu ropa.
Apenas terminó de decirme aquello, bajé la vista de forma rápida y abrupta en mi pecho. Y para mi fortuna, esa zona aún seguía protegida. Pero ante la mención de Hareth había detectado inmediatamente las partes en las que me encontraba expuesta, como parte de mi espalda y costado, los hombros también, la camiseta apenas me cubría porque el cuello aún no se desgastaba.
Ni siquiera tuve tiempo para pensar en la palabra «fantasía».
—Lo siento…
—No tienes porqué disculparte, el que debería hacerlo soy yo —lamentó—. Siento el comportamiento de Hannah, no debió hablarte y comportarse de esa manera, te aseguro que hablaré con ella y se disculpará contigo. De verdad, siento mucho lo ocurrido, ella no es así…
«O eso es lo que tú crees».
El recuerdo de él abrazándola hizo mella en mí con intenciones de incendiarme otra vez. Pero reprimí esa sensación, acariciándome por inercia el anillo que nunca me quitaba.
—Ella… —pronuncié seriamente—, ¿quién es?
—Oh —dijo él como si apenas se hubiese dado cuenta de algo—. Hannah, ella es mi hermana.
—Uh —dije inmediatamente, mi tono avergonzado fue muy palpable. Había pensado lo peor, tenía que admitirlo. Y eso es porque la actitud y el comportamiento no se asemejaban para nada con la de Hareth y Hazal. Además también estaba la apariencia, ella se veía diferente a ellos, era más baja, como Hareth mismo lo dijo, ella era «pequeña» y no compartía ningún rasgo conocido con ellos, bueno, excepto los ojos.
—Debí presentarlas formalmente al instante, quizás de esa manera hubiésemos evitado ese acontecimiento… Lo lamento nueva…
—No, no. Ya deja de disculparte porque eso no te corresponde. ¿Podemos hablar después? Es que… mírame. Necesito cambiarme, me vendría bien una ducha para relajarme por completo.
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Editado: 12.07.2021