Terminamos de comer el postre y salimos del restaurante, cruzamos hacia el parque y comenzamos a caminar en él tomados de la mano. Un minuto después distinguí un banco y nos guie hacia allí. Hareth se sentó y antes de que yo lograra ubicarme a su lado, él tiró de mi mano logrando que me sentara sobre sus piernas.
Sonreí y me acomodé en su regazo. Rodeé su cuello con un brazo para mantenernos más cerca y acerqué mi cara a la suya, rozando su nariz con un gesto provocador antes de volver a alejarme.
—Hey, ven aquí —protestó él dándome el beso que había evitado.
—Espera, no podemos montar un show erótico aquí —repuse contra sus labios.
—Nadie nos ve, deja que bese a mi novia.
Sonreí y le permití besarme como más quisiera, profundizó el beso que se tornaba más hambriento y pasional. El afán de nuestros movimientos, el ansia y el anhelo me indicaban que definitivamente nos estábamos comiendo de una forma que no era apto para todo público.
—Soy tu novia —dije ilusionada apenas nos separamos y tras recuperar el aire que había perdido. Dejé una mano acariciando su cara mientras el hacía lo mismo, manteniendo su pulgar rozando la línea de mi mandíbula de una forma tierna.
—Sí, y algún día mi esposa.
—Deja que disfrute mi título de novia primero.
—¿Y dónde quiere ir mi novia ahora, qué se le apetece?
—Hum… —murmuré pensativa, desvié la vista de la suya observando nuestro entorno. Las luces del parque me proporcionaron una perfecta iluminación hacia más allá y vislumbré a un par de personas—. ¿Vamos por ahí? —le señalé esa dirección mientras me ponía de pie.
Hareth accedió de inmediato, tomó mi mano y comenzamos a caminar. Apenas nos acercamos a ese lugar y noté de qué iba la cosa, decidí pasar de largo. Era un grupo de adolescente tomando y molestándose entre sí, también había música del tipo que a mí no me gustaba.
Alcanzamos el sitio donde estaban ubicado los juegos, no había nadie, ninguna sombra acechando el lugar.
Era viernes, qué temprano dormían todos allí. Bueno, los locales seguían abiertos y había gente en ellos. El parque era el único lugar casi deshabitado.
—No hay nadie, ven —le dije a Hareth medio corriendo para llegar hasta uno de los columpios, me senté en una y comencé a balancearme ligeramente—. Esto es uno de los placeres de la vida —manifesté filosóficamente, el viento fresco de la noche azotó mi rostro, despeinándome un poco—. ¿Por qué no vienes? —pregunté al detectar que solo me estaba viendo desde una distancia prudente.
—¿Yo ahí? No, podría romperlo.
—No creo, estos suelen ser bastante fuertes. Mira estas cadenas...
—Solo voy a verte, me gusta mirarte.
—Saca una foto para conservar el momento —sugerí— ¿Te gusta la idea, no?
—Me encanta.
Y él lo hizo, y finalmente fui hacia él para sacarnos unos bonitos selfies de pareja: con la cara muy junta y sonriendo, besándonos las mejillas y finalmente la boca.
Me dio sed y fuimos por alguna bebida, y luego de obtener dos botellas de agua saborizada decidimos volver al coche para ir a casa. El rumbo a la mansión fue bastante tranquilo y relajante, Hareth había encendido la radio y lo dejó en una emisora que estaba reproduciendo lo más nuevo de la música. Cada vez que reconocía alguna canción la cantaba, y algunas veces Hareth me acompañaba con el estribillo, todo acababa en risas porque existía algo que se llamaba confusión que nos hacía equivocar.
(…)
—Aún no es medianoche —dije al entrar en nuestra habitación, verificando la hora en mi teléfono. Miré mi fondo de pantalla y sonreí, luego lo apagué y dejé el celular sobre la mesita de noche. Me senté en el borde de la cama y proseguí a quitarme las sandalias, Hareth apareció delante de mí y se agachó ayudándome a deshacerme de mi calzado.
Ese gesto me pareció de lo más tierno, no fui capaz de reprimirme el suspiro soñador.
Él me acarició los pies y luego me dio un beso en la pierna, sus ojos subieron hasta los míos viéndome de una forma que alteraba a mi corazón e incitaba a mi cuerpo a cometer pecados, pecados placenteros sin duda.
Aunque pensándolo mejor, no sería algo indebido porque ahora éramos oficialmente una pareja: novios.
—¿Cansada, fuego?
—Tú acabas de prenderme con ese gesto, Hareth. No de esa forma —aclaré rápidamente—, solo me has quitado el sueño.
—Es bueno que me lo aclares —dijo descalzándose él también. Luego se quitó la camisa azul que se había colocado para combinar conmigo.
Me puse de pie de forma automática y antes de que mi cerebro procesara qué diablos hacía, yo ya me encontraba acariciándole el pectoral a Hareth, bajando de una forma suave y seductora hacia sus abdominales.
—Si no quieres dormir, ¿qué se te apetece hacer ahora? —me preguntó él.
—Tu propuesta… resuena en mi cabeza.
—¿Qué propuesta? —preguntó en tono misterioso. Mis ojos estaban fijos en su abdomen, no era capaz de verlo, pero si quería verme confiada tenía que mirarlo a los ojos. Así que ahogué mi vergüenza y alcé la mirada a la suya.
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Editado: 12.07.2021