Mia | Híbridos Rebeldes 1

24. El lago

Mia

Me quedé en silencio procesando toda la información dada. Una abrumadora sensación presionaba en mi pecho, parecía crecer porque próximamente un nudo ya se estaba atorado en mi garganta.

Incredulidad y decepción, sentimientos extraños chocaron en mi interior generándome más dolor.

Mi madre, ¿ella podría ser la princesa Eleonor Collins?

Tal vez estaba equivocada, tal vez mis suposiciones estaban siendo demasiado fantasiosas, tal vez...

«No, asimílalo, Rouse, tienes que ir por el camino que indique la verdad».

Y lastimosamente la verdad me estaba diciendo que viví engañada toda mi vida; que mi madre no era quien decía ser; que mis padres me mantuvieron cautiva en una mentira.

¿Por qué? ¿Por qué lo hicieron? ¡Por qué!

Necesitaba conocer esa respuesta, me urgía saberla ahora.

—Vámonos a casa —dijo Hareth, intentando hacer que lo mirara. Pero mi atención estaba muy lejos de allí, procesando todo lo que un híbrido debía pasar. A lo que próximamente yo debía enfrentarme.

—Quiero hablar con mis padres, ellos tienen que decirme... —hablé al reaccionar, no encontrando consuelo en todas las abrumadoras sensaciones que me estaban invadiendo—, tienen que decirme la verdad —miré bruscamente hacia Abby—. Llámalos, por favor, tengo que comunicarme con ellos... Si me engañaron con esto, estoy segura que también saben lo que tengo, lo que me pasa, merezco la verdad, ¡llámalos, llámalos, Abby!

Mi desesperación provocó que las lágrimas que punzaban en mis párpados salieran. Me arrepentí de gritarle a mi amiga, pero el desconsuelo había llegado junto a una fuerza agobiante, estaba delirando por respuestas.

—Entiendo lo mal que debes sentirte —contestó Abby—, juro que lo hago pero cálmate un poco y te ayudaré, como siempre, Rosy.

Negué con la cabeza sintiéndome una idiota, una maldita ingenua. Permití que Hareth me guiase en sus brazos y ahí quedé durante un momento, sintiéndolo como lo más real que tenía, repitiéndome y convenciéndome que él sí estaba siendo honesto conmigo.

—Por favor, déjennos solos —solicitó Hareth.

—Cuídala, ella se está conteniendo.

—Lo sé.

—Vamos, bonita.

—¿Mia? —Hareth me llamó apenas nuestros amigos se marcharon, mantuve mis ojos cerrados un poco más, recuperando la compostura, luego lo miré, distanciándome sutilmente de su cuerpo.

—No estaré bien hasta que hable con ellos, necesito saberlo...

—Y lo sabrás, pero no saquemos conclusiones apresuradas. Lo llamaremos, incluso podremos reunirnos con ellos para que nos cuenten lo qué está sucediendo.

—Si son parte del mundo sobrenatural, ¿por qué no hicieron nada para defendernos? Cuando Edward nos interceptó ellos actuaron... normales.

—Estaban en terrenos prohibidos para los exiliados, esto no es una buena razón pero... seguro tuvieron sus motivos. No sé qué decirte para consolarte, Mia. Lo que se viene a continuación, si esto resultase ser verdad, no te va a gustar.

—¿Hablas del ritual?

—Exactamente, no hay objeción a ello —se lamentó, y en su voz se expresaba todo su pesar, de pronto sus ojos volvieron hacia los míos reflejando una esperanza—. Pero yo tendré más influencias pronto, esto no se lo diremos a nadie, si tu resultas ser la hija de Eleonor Collins, será un secreto.

—¿Qué? Estás confundiéndome —expresé ante sus palabras tan misteriosas.

—El Concejo, esa organización vendrá por ti si saben que eres una híbrida. Es mejor no decir nada de esto hasta que sepamos la verdad, mantengámonos todo entre nosotros, ¿está bien? —asentí enseguida, estando de acuerdo en todo, pero también siento atacada por un terrible miedo ante sopesar un después—. Hablaremos con tus padres y después veremos cómo actuar, entre todos pensaremos lo mejor para ti.

—Dijiste que no me quedaba de otra más que someterme al ritual, ¿por qué este cambio?

—No queda de otra cuando ya te tienen fichados, ellos no saben sobre ti y así debe mantenerse hasta que...

—¿Hasta qué...? —presioné, queriendo saber que escondía esa mirada.

—Hasta que meta mis influencias, Rouse. ¿O tú quieres esto?

—No, no. Ni siquiera conozco de qué va, ni siquiera sé qué o quién soy.

—Lo sabremos y estarás bien, lo prometo —Hareth me besó y nuevamente me envolvió en sus brazos—. Necesitas bajar está tensión —dijo paseando una mano en mi espalda, llegando hasta... —. Conozco un lugar donde podríamos estar más cómodos.

—¿Sí? —dije recordando de pronto que ya habíamos estado juntos, por eso mismo fui invadida por pensamientos obscenos apenas terminó de hablar.

Alejé mi rostro de su pecho, nuestras miradas se encontraron y él sonrió, acercó su cara a la mía y me besó, dedicándome un dulce beso que contenía todo lo que necesitaba.

—Vamos —susurró contra mis labios, quité mi vista de su exquisita boca y asentí.

Tomados de las manos, continuamos con abandonar ese lugar dirigiéndonos al estacionamiento.

Nos montamos en su auto y rápidamente salimos rumbo a nuestro destino.

No hablamos durante todo el camino, yo solo me dispuse a seguir detallando Milford, memorizando los sitios que pasábamos y de vez en cuando me perdía en mis recuerdos.

Cruzamos el centro del pueblo y después nos desviamos de la calle principal. Cada vez los árboles eran mayores y, en menos de lo esperado, el auto ya se estaba adentrando en el interior del bosque a través de una calle de tierra. No sabía a dónde estábamos yendo, pero sí sabía que me encontraba muy nerviosa y ansiosa.

Giré mi rostro hacia Hareth y lo miré confundida, él solo sonrió con un gesto tranquilizador.

El auto se detuvo al final de la calle, tragué saliva notando como un extenso bosque se cernía por delante de mí.

—Vamos, estamos por llegar —Hareth me animó a salir del coche, asentí y le hice caso, dubitativa.




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