Mia | Híbridos Rebeldes 1

25. Animal

No estaba entendiendo nada, por un lado estaba muy confundida y enfadada y por el otro me encontraba temerosa y preocupada.

Ni Peter ni Eleonor aceptaron mi llamada, incluso llamé a Candice y Luka, los padres de Abby, pero ni ellos estuvieron disponibles. Esto me confirmaba que efectivamente algo estaba sucediendo. La pregunta era ¿qué? ¿Qué estaba pasando? ¿Qué cosa tan importante estaría pasando para que me abandonaran de aquella manera?

Estuve todo el día intentando comunicarme con ellos, por ese mismo motivo me mantuve inquieta todo el rato, nadie me atendió y mucho menos me dieron alguna noticia por haber recibido tantas llamadas mías.

Ya en la noche me di por vencida y le pregunté a Abby si ella había tenido suerte.

—Esta cama es tan cómoda —expresó mi amiga tirada sobre el colchón. Me acomodé en el borde, apoyando la espalda contra la cabecera al mismo tiempo que cerraba los ojos en busca de consuelo—. Estemos tranquilas y confiemos, tampoco estamos en malas manos como creímos en un principio.

Abrí los ojos y la vi viéndome de lado, teniendo su cabeza apoyada contra una mano.

—Me parece demasiado raro que estén tan alejados de mí, nunca antes nos habíamos separado, somos una familia unida y de la nada estamos así. Me inquieta y preocupa no recibir noticias, ¿qué tal si algo grave les pasó? Nadie nos responde, Abby.

—Estoy igual de ansiosa que tú, pero no podemos hacer nada al respecto, solo esperar. Aunque… —dijo en un tono de idea, se incorporó sentándose en la cama, sobre sus piernas, arrodillada— conociendo la ubicación del instituto al que asistiríamos automáticamente sabemos adónde viviríamos, nosotras podríamos buscarlos, ya nada nos impide salir de aquí.

—Tienes razón —festejé asimilando esa información—. Tiene que ser lo antes posible, ya no puedo seguir viviendo ajena al mundo.

—Yo solo di la idea, yo no sé dónde queda tal lugar, pero conozco quien sí.

—Hareth —interpreté su mirada y ella asintió ante mi afirmación.

—Tú habla con él y yo hablaré con Edward, hay que programar la salida porque tocaremos cada jodida puerta si es necesario, haremos de todo con tal de encontrarlos si ellos no se manifiestan en veinticuatro horas.

—Yo quiero creer que lo harán, pero para este momento ya no sé qué pensar. Espero hayan preparado una muy buena justificación porque si lo que Hareth dice es verdad y mi madre resulta ser la exiliada princesa… —dejé la frase inconclusa porque aún no podía imaginar que esa posibilidad fuese verdad.

—El anillo que tienes es una gran prueba, Rouse, solo le perteneció a esa princesa.

—El anillo de Eden —dije procesando lo que significaba este objeto, con mis ojos fijos en la hermosa piedra que lo adornaba, lancé un suspiro y regresé la mirada a los ojos verdes de Abby, los cuales relucían por las miles de preguntas que abundaban en ellos.

—Si tu madre es esa princesa, ¿quién es Eden?

—¿Qué me dices tú? —pregunté al notar una suposición cruzar por su rostro.

—No me gusta armar teorías pero… ¿y si mi madre es ella?

—¿Crees que Candice es Eden?

—Supongo —me afirmó—, no quiero armarme toda una historia en la cabeza pero… si Eden es una bruja, y yo estoy manifestando poderes similares es muy probable que efectivamente mi madre sea ella, Eden Dell. También lo dedujo porque tu madre y la mía eran conocidas desde mucho antes que tú y yo, ¿coincidencia? No lo creo.

Era verdad, nuestras madres nos habían contado que fueron amigas en el pasado, que por circunstancias de la vida se habían alejado; la vida los guio por caminos opuestos pero ahora habían vuelto a coincidir. Su mundo volvió a chocarse como producto del destino, asimilar las palabras de Abby y relacionarla con su historia hizo que me cuestionara de todo.

—Si todo resulta verdad habrá graves consecuencias —sentencié directamente.

—Lo sé, mantenernos ajena a este mundo no fue una buena idea, igual no podemos opinar mucho, supuestamente los padres hacen lo mejor para sus hijos, primero debemos escuchar sus motivos y después recriminarlos.

—No creo que desaparecerse sin más demuestre lo mejor para nosotras, pero tienes razón —argumenté y dejé apoyada la cabeza contra la cabecera, lanzando un suspiro agotador.

—No te atormentes más, Rosy, solo esperemos.

—No puedo evitar sentirme enfadada, tan enojada —expresé con la molestia denotándose en mi tono de voz, situé una mano en la cabeza hundiendo los dedos en mi cabello intentando de esa forma suprimir la llama que amenazaba con salir.

—Oye —unas pequeñas y suaves manos me sostuvieron por el rostro, abrí los ojos casi exaltada viendo a Abby—, no vayas por ahí, cálmate y mientras el tiempo pasa concentrémonos en otra cosa. Podemos ir a comer, por ejemplo.

—No tengo hambre.

—Me acompañas a comer entonces —insistió—. Vamos, no te condenes a esto.

Ella bajó de la cama, llamándome con un gesto de mano para que la siguiera.

—Está bien.

(…)

La mejor forma de comenzar un domingo fue evidentemente con sus labios sobre mi piel, con sus manos recorriendo mi cuerpo y con nuestros alientos mezclándose y ahogándonos de placer, de puro éxtasis.

No creí que soportaría tantas sensaciones a la vez, la excitación vibró bajo mi piel esa mañana, fui invadida por unas inmensas ganas de poseerlo todo y aquello fue lo que recibí, él me lo entregó todo y juntos alcanzamos un clímax increíble.

Sentí un cosquilleo en el estómago de tan solo recordarlo, no podía evitar pensarlo una y otra vez y decirme que hacerlo en la cama fue maravilloso, tan fabuloso. Sentí que flotaba sobre una nube disfrutando del cielo que representaba Hareth Lewis.

Saboreé el manjar que disfrutaba en mi boca, tan delicioso.

Sin dudas comer fresas con nutella era de otro universo, me trasporté en el paraíso con este sabor en mi paladar y el maravilloso recuerdo que se proyectaba en mi mente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.