Mia
Mi amiga consiguió las noticias que buscábamos y esperábamos. Regresó el día siguiente a su partida, no me había mencionado nada por teléfono, me dejó expectante hasta que nos encontramos veinticuatro horas después. O sea, ahora.
Irrumpí apresuradamente su habitación en cuanto pude escaparme de la mira de las mujeres Lewis fui a verla. Inmediatamente procedimos a compartir información. Ella me lo contó todo, me relató su encuentro con mi madre y lo que ella le había revelado.
Y fue entonces cuando por primera vez la vi quebrarse frente a mí, su voz se rompió cuando me confesó su condición. Su rostro se había contraído de tristeza y arrepentimiento apenas soltó el estado que la atormentaba. Aquello produjo que mi corazón se encogiera, fue doloroso verla así.
—No quería que me vieras diferente —había pena en su voz. Y debo admitir que recibir esa inesperada noticia me asombró hasta el punto de dejarme muy pasmada, turbada y rígida procesando esa información—. No quiero que nadie me mire diferente. Y es precisamente por esto que me desconcertó mucho que mis padres no hayan venido por mí. Su incomunicación es sospechosa, pero tampoco puedo suponer algo que me guie a ese motivo. Estoy más desorientada que nunca y me da miedo que esta turbación me haga olvidar.
“Muchas veces se me olvidan las cosas, tengo episodios de laguna mental” sus palabras se repitieron en mi mente.
—Eso no pasará —fue lo primero que le dije, recuperándome del estado en la cual permanecí todo el tiempo que duró su explicación—. Eres mi mejor amiga, ¿crees que permitiría que me olvides? De una cachetada haría que me recuerdes de nuevo —advertí ocasionando que sus labios se extendieran en una sonrisa, tal gesto produjo que la angustia que anteriormente se reflejaba en sus rasgos desapareciera un poco.
—Qué suave —se rio, ampliando su sonrisa con una expresión agradecida. Y no pasó demasiado para que rompiera el espacio y la fundiera en un abrazo amistoso.
—Deben tener una muy buena justificación como los míos, tus padres te aman. Tuvieron la confianza y la seguridad de un día contarte que no compartían sangre, pero ese lazo no interesa cuando hay amor. Ellos te adoran, nada tiene que cambiar —decidí distanciarnos, encontré sus ojos y continué hablando—. Y no te reprendas, veo en tu mirada mil sermones de ti para ti. Esto es solo un período que ya pasará. Tenlo por seguro, y para todo me tienes a mí. No estás sola, yo te amo, te ganaste mi aprecio en un día —me reí aligerando el aire de suspenso que se había formado—. En serio, siempre juntas, Heaven.
—También te amo, Mia.
Sonreí y nos volvimos a abrazar, hacía bastante que no nos molestábamos llamándonos por el nombre que no nos gustaba.
—También pertenezco al mundo sobrenatural, de eso estoy segura. Y necesito saber dónde me quieren conducir estos susurros —decidió.
—Te apoyaré en todo lo que decidas, al final nunca continuamos con esa búsqueda. Nos interrumpieron la primera vez que tuvimos la intención de seguirlos. Pero ahora cuando quieras, estaré a tu disposición, aunque preferiblemente después de esta coronación que me tiene de los nervios —solté una risa de disculpa.
—Muchas gracias, Rosy. Este encuentro con tus padres nos despejó las dudas y resolvió un acertijo, Candice no es Eden Dell.
Efectivamente.
Eden Dell era otra persona, ¿quién?
(…)
El día siguiente transcurrió en un abrir y cerrar de ojos. La noche cayó y entonces contemplé a un príncipe por última vez, porque al despertar él ya sería oficialmente un rey.
Dormimos expectantes por el mañana.
Fui la primera en abrir los ojos cuando el sonido de la alarma irrumpió mi sueño. Emití un quejido no queriendo levantarme, incluso me tapé la cara con el brazo, reacomodándome en mi sitio disfrutando del contacto que mantenía con mi novio. Yo me encontraba acostada de lado, mi mejilla izquierda descansaba gustosamente contra la suave y cómoda almohada, el calor que recibía por parte de él me conservaba en un estado de paz y deleite que no quería romper.
Hareth también se movió, pero solo para acercarme más a su cuerpo, quedamos bien pegados sintiéndolo todo del otro. Él me abrazaba por detrás, se aferró a mi cintura con más ímpetu reacomodando su rostro por detrás de mi cuello, su nariz rozó la piel de esa zona causándome escalofríos, y esa corriente se intensificó cuando sus labios reemplazaron su ligero toque, presionando en un beso húmedo que me advirtió que ya estábamos despiertos.
Destapé mi rostro y acomodé los mechones que se interponían frente a mi rostro por detrás de la oreja. Él me ayudó con ese procedimiento, llevó mi cabello por detrás de mi espalda, apartando las necesarias para descubrir más partes de mi cuello para luego besarme ahí. Quise alzar el rostro, pero sus dedos ejercieron presión en mis hebras impidiéndome hacerlo, por lo tanto, mi rostro se mantuvo contra la almohada y yo seguía sin poder verlo.
—Hareth —dije su nombre en tono suplicante, jadeante.
Al parecer él se despertó más dominante que nunca.
—Aquí me tienes, Mia —su voz ronca y cargado de algo prometedor produjo que un inmenso calor me abrasara, me lo dijo tan cerca que ya no supe describir qué exactamente fue lo que sentí. Ese tono causó el efecto deseado porque solo le bastaron segundos para que ya estuviera alucinando por él.
Hareth se acomodó, cerniéndose ligeramente sobre mí solo para alcanzar levemente mi boca.
—Buenos días, mi reina.
—Igual, majestad —correspondí en un susurro. Él aflojó su agarre en mí haciendo que esta vez fuésemos capaz de besarnos por más tiempo. Pero aún no cambiábamos de posición, él continuaba tras mi espalda. Su mano derecha se ocupaba de acariciarme los muslos y con la izquierda él mantenía su postura. Su mano fue subiendo con libertad, pasó sobre mi abdomen alcanzando uno de mis pechos, ambos libres. Solo estaba usando su camiseta, me encantaba dormir solo con esa prenda.
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Editado: 12.07.2021