Mia | Híbridos Rebeldes 1

30. Heaven

Abby

Mi pancita ya no daba más, podía visualizar perfectamente cómo se me había hinchado ligeramente. Haber comido tanto en este majestuoso y pintoresco evento ya estaba manifestando estragos en mi sistema. Joder, necesitaba ir al baño. Mi vejiga no daba para seguir soportando… Y es que no quería ir sola al baño. Estaba esperando encontrar a mi pelirroja a miga para que me acompañara porque la sola idea de adentrarme sola al interior de este castillo me daba escalofríos.

Edward se encontraba alegremente hablando con dos de sus amigos, no quería interrumpir ese encuentro solo por mi cobardía. Gabriel y Eline, sus padres se habían ido a saludar a unos conocidos, la mayoría se había parado e ido a interactuar porque al parecer el momento de socializar había llegado.

Y yo necesitaba a mi compañero o amiga, o incluso Lewis. ¡A alguno de ellos! Porque solo ellos conocían mi condición, si me adentraba a ese castillo, las paredes podrían comenzar a vibrar… y aquello produciría un efecto en mí, un efecto que me haría ver extraña ante los que eran ajenos a esto. Por eso no quería ir con nadie más, pero me estaba viendo obligada a hacerlo.

Estaba por reventar.

«Heaven Abigail, es la última vez que comes así, ¡la última!», sentencié ridículamente.

Se unieron dos personas más a mi mesa, Edward dijo mi nombre y tuve que enderezarme dificultosamente para gesticular un saludo que no me hiciera ver desagradable. Luego de ello, volví a explorar el entorno en busca de mi amiga. Pero nada, no había rastros de ella y él.

Me puse de pie, esa acción llamó inmediatamente la atención de Edward  a lo que yo me apresuré en transmitirle que todo estaba bien, a pesar de lucir como una embarazada a punto de parir.

Bueno, así me sentía. Necesitaba pujar para deshacerme de ese líquido para liberar tensión y relejar mis músculos. O como sea. Ay Dios, ya estaba diciendo estupideces. Estaba pensando incoherencias.

Solo quería orinar.

Comencé a caminar en dirección al castillo, tuve que esforzarme para no encorvarme y mantener una postura decente. No le presté atención a nadie, solo quería llegar a la entrada y al paso que iba, sentí que la trayectoria se estaba efectuando demasiado lento.

Aceleré mis pasos, por suerte nos encontrábamos en un espacio exclusivamente para este tipo de reuniones, no estábamos sobre el pasto o en una zona inadecuada, el piso era de hormigón y las instalaciones eran perfectas. Por este motivo, no había forma de que me tropezara porque manejaba muy bien los tacones altos. Tenía buen equilibrio y me consideraba experta en usar zapatos altos.

Pero mi condición necesitada me estaba dificultando el paso y, además, hacía notar fallas en mi “perfecta postura”.

Medio sonreí cuando al fin estaba por alcanzar el ingreso al castillo, la puerta estaba cada vez más cerca. Ese hecho me motivó a una vez más acelerar mis movimientos…

Un hombre se asomó del otro lado, se detuvo en el umbral, atento a la pantalla de su teléfono. Su expresión seria me llamó la atención, la noticia que recibió pareció enfadarle. Su semblante autoritario de rostro atractivo consiguió que disminuyera la velocidad para detallarlo mejor. Tenía el cabello de un castaño oscuro y una barba perfectamente cuidada le cubría la mitad de la cara, no lo mantenía abundante, sino solo para darle ese aire de «señor». O al menos, eso fue la impresión que me dio a mí. Su figura era alta, tenía los hombros anchos sin llegar a ser corpulento y su aspecto en sí, me indicaron que se mantenía en buena forma.

Lucía un traje oscuro que lo conservaba más serio de lo que ya se veía. Su expresión se suavizó, alzó la mirada mientras guardaba su teléfono en el interior del bolsillo de su saco… Evadí inmediatamente su mirada.

Fui rápida pero ni aquello me salvó de la sensación extraña que cruzó por mi cuerpo en cuanto sus ojos se posaron sobre mí.  Me abordó un sentimiento irreconocible, mi pecho se comprimió al sentirme pequeña ante semejante «hombre». Pero yo tenía absolutamente prohibido dejarme ver insegura, alcé el mentón y me atreví a mirarlo una vez más, y fue ahí entones cuando reconocí la sensación más poderosa que me estaba invadiendo.

Su mirada recibió a la mía, el impacto que detallé en sus ojos, más la tormentosa aflicción que lo acompañaba, me hicieron estremecer. Su rostro se contrajo por una emoción que preferí no seguir detallando, aparté la vista al sentirme incomoda de repente.

Quise pasar por su lado rápidamente, pero la distracción que había cometido al mirarlo trajo consecuencias y apenas dejé de verlo, me vi chocando contra el hombro de alguien perdiendo rápidamente el equilibrio. Esa persona me miró, quiso atraparme y salvarme, pero el reflejo de alguien más impidió que el accidente se ejecutara y no me vi cayendo al suelo, sino a los brazos de ese alguien.

Oh, infiernos. Gracias —dije al nuevamente enderezarme. Lo miré agradecida, mis cejas se fruncieron con extrañeza cuando él no respondió. Di un paso atrás y esperé un segundo más antes de retroceder más—. Adiós…

Le di la espalda y hui de ahí. Avancé de forma rápida, solo que un momento después, giré el rostro en su dirección y lo noté persiguiéndome con la mirada. Sus ojos turbados me hicieron estremecer una vez más.

Regresé la vista al frente y me dispuse a encontrar el cuarto de baño. Lo hice momentos después, y ese intercambio de miradas con el desconocido me mantuvo pensando en ese extraño instante, distrayéndome la mente. Por esa razón, salí invicta de ese castillo.

No pude evitar ponerme nerviosa por si lo volvía a ver. Me había espantado un poco su forma de mirarme.

Para mi fortuna, al salir no lo vi más. Pero sí vi a Rouse acercándose apresuradamente hacia mí.

Alterné la vista hacia Lewis, él estaba volviendo a su puesto. Me daba el perfil y por ese motivo pude detectar en su expresión grave una quiebre. Y Rouse también estaba manifestando intranquilidad.




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