Mia | Híbridos Rebeldes 1

32. Un mes

No me moví de Luna Elipse hasta que Hareth apareció, pero tardamos un par de minutos para abandonar este lugar ya que él debía encargarse de dar nuevas instrucciones.

Nos retiramos después de que aparentemente ya todo estaba en orden. Él me tomó de la mano y nos apresuramos en llegar al auto. Él se mantuvo en silencio durante toda la trayectoria en casa, yo fui controlando el camino y viendo de vez en cuando por el espejo retrovisor a la camioneta que nos respaldaba.

Ingresar a la mansión fue como recuperar el aliento. Pasé rápidamente a la habitación y Hareth se quedó informándole a sus padres de lo ocurrido.

Compartí un mensaje con Abby para asegurarme de que estuviera bien. Por suerte lo estaba y ya alguien ya estaba por recogerla.

Dejé el teléfono de lado con el objetivo de darme una ducha, algo extraño me mantenía demasiado intranquila. Miré mis manos e invoqué el fuego, solo podía hacer esto: encenderlo y apagarlo. Me expuse delante de todos, pero lo peor de todo es que las hechiceras me habían relacionado con los Collins y esto no debió ser así. Mi identidad debía ser secreta, pero ya estaba dejando de serlo.

Cerré mi mano en puño, desapareciendo el calor de mi palma. También cerré los ojos y me concentré en otra cosa para desaparecer la mala sensación y lo único que encontré, en lo único que me aferraba siempre para disipar las preocupaciones, era en la música, en las notas que salían del piano. En mi melodía.

Hace mucho que mis dedos no recorrían las teclas de un piano, hace mucho no leía, hace mucho no me concentraba solo en mí.

Pero tampoco me disgustaba todo lo nuevo que experimenté, me maravillaba. Solo que en estos momentos extrañaba mi espacio y, específicamente, mi piano.

Decidí esa vez buscar paz en el baño, preparé la bañera y dejé sumergirme en el agua ligeramente caliente y llena de espumas.

Cerré los ojos y alejé los pensamientos negativos, pensamientos que solo me decían la verdad per que en ese momento me negaba en aceptar. Debía existir alguna forma de evitar a El Concejo, y lo había: Harun.

Abrí los párpados en cuanto recibí un beso en la frente.

—¿Estás bien, Mia?

—Sí.

—Siento mucho por lo que pasaste, juro que las atraparé y haré que se arrepientan por esta osadía.

—Está resultando difícil hacerlo. ¿Cómo la detendrán si se defienden tan bien?

—Existe una herramienta que suspende los poderes de cualquier ser sobrenatural, este objeto ayudará efectivamente pero está siendo complicado emplearlo en ellas. Son bastante profesionales.

—Yo estaba pasando un momento con los hermanos Collins cuando ellas aparecieron, ellas insinuaron que yo era parte de la familia Collins, ellas lo saben y me da miedo que El Concejo lo sepa también.

—El anillo te conecta inmediatamente con Eleonor Collins, ellas saben que lo tienes y saben quién eres. Esto…

—Es otro problema más, siento que estoy cada vez más cerca de El Concejo, y eso que hace poco conocí a Henry Grayson, pero yo me refiero a mí, siendo sometida, es la ley…

—Es un proceso que no quiero que pases. No adelantemos las cosas, ahora estás bien.

—Ellas querían llevarme —musité despacio—. “Lo que queremos por lo que él quiere” algo así me dijeron, ¿qué es lo que quieren?

—El pergamino.

—Pues no se detendrán hasta conseguirlo.

—No lo harán, quién se atreva a entrar donde está no saldrá cuerdo de ahí. Por eso no debes preocuparte, no lo conseguirán, ya hablé con Grayson e incluso El Concejo se encargará de su persecución.

—Me dieron pavor, no quiero volver a tenerlas cerca. ¿No pasará de nuevo, cierto?

—Trata de estar siempre en público, ¿estamos? Ellas no quieren exponerse demasiado.

—Bien —dije y aparté la mirada de la suya, mis ojos quedaron desplazándose siguiendo los movimientos de mis dedos los cuales jugaban con la burbuja. Agarré un puñado y lo acomodé en la mandíbula de Hareth, me reí suavemente—. ¿Por qué no me acompañas, santa Claus?

Él estiró esos labios carnosos que me volvían loca en una sonrisa atractiva. Sus ojos adquirieron un brillo juguetón, entornó la mirada en mi dirección mientras se desnudaba de una forma estremecedora.

Un momento después terminamos de ubicarnos, mi cabeza descansó en su pecho dejando envolverme por su calor.

—Te quiero, Mia. Eres todo lo que quiero. 

Lo miré a los ojos, expresando pura emoción.

—También eres todo lo que quiero. Me eres un chico irreal por ser tan ideal.

Besé su boca y me permití deleitarme por su sabor, estaba seducida por su encanto. Sentí que estaba enamorada.

(…)

La semana transcurrió sin incidentes y lo único que me desagradó de los días transcurridos fue lo tarde que llegaba Hareth de trabajar. Tenía más responsabilidades y compromisos que atender, él se estaba esforzando realmente por cumplir bien su papel de líder y además de eso su trabajo profesional. En una noche, lo encontré terminando de rediseñar algo que no le había convencido, pero con mis inexpertas opiniones terminó haciéndolo rápido. Pronto descubrí que se trataba del diseño de las nuevas residencias, una gran parte ya estaba siendo construida.

Hoy era viernes, al fin las clases se acabaron y yo llegué en la casa cansada de la vida. Mi humor no estaba siendo de lo mejor pero mejoró bastante cuando Helen y Hazal me invitaron a preparar junto a ellas el postre. Abby por su parte, sí se encontraba feliz porque el día anterior Edward había regresado. Pero como tampoco estaba nos metimos en la cocina y nos bañamos en harina. 

En uno de mis momentos reflexivos, mientras jugaba con la masa, miré a Helen Grayson y pensé si su concepto sobre mí cambiaria cuando supiera mi identidad. Me asustaba un poco no obtener su aprobación, ahora mismo me estaba tratando muy bien, era muy agradable y amable. ¿Pero cuando supiera la verdad qué?




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