Me desperté temprano, muy ansiosa por lo que ocurriría en la noche. Estaba sola en la cama y ese hecho no me sorprendió, era viernes y el itinerario de Hareth no cambiaba y la mía tampoco. Apenas eran las seis de la mañana, aún tenía tiempo de alcanzar a mi novio en el gimnasio.
Me aseé de prisa y me vestí acorde para el momento y emprendí su búsqueda, no lo había acompañado en los últimos tres días a salir a tomar aire por las mañanas porque no me sentía bien haciéndolo teniendo la regla, en estos días tan femeninos me sentía incluso ausente y muy pensativa, sensible y melancólica. Y en lo único que me refugiaba era en la música y por eso mismo ahora un piano decoraba una esquina del dormitorio.
No me costó para nada conseguir ese capricho.
Ahora ya me sentía renovada y justo a tiempo porque en la noche tomaríamos un vuelo directo a Bran, el Reino Vampírico.
Los padres de Hareth también regresarían en Inglaterra, lugar donde estaban residiendo actualmente. Solo que ellos no viajarían en avión puesto que Helen me comentó que no lo necesitaban teniendo un portal en su disposición, una cosa que te traslada de un lugar a otro en instantes, interesante, ¿no?
Me hubiera gustado practicarlo pero lastimosamente no estaba a mi uso porque los humanos no resistirían el gaste de energías que efectuaba ese trasporte. Y obviamente yo no iba a ser la excepción, seguramente podría intentarlo pero prefería no hacerlo para evitar la más mínima sospecha.
Además, un viaje de unas diez horas, solitos Hareth y yo, no me resultaba para nada mal.
Terminé de bajar las escaleras que daban directo a la entrada del lugar de mi destino, esa estancia inmensa se encontraba en el primer piso al final del pasillo, muy al fondo, que dirigía en la sala de estar y demás instalaciones. Abrí la puerta y me desconcerté al no hallar a nadie, pero no me alteré porque debía estar viniendo, preferí entrar y esperarlo, lo asombraría y le encantaría verme allí.
Me situé delante del espejo gigante que decoraba una de las paredes y comencé a danzar para pasar el rato, así sin música, simplemente probé algunos movimientos sencillos para entrar en calor. Pero detuve todo de golpe cuando un estruendo hizo estremecer el lugar.
Mi corazón golpeó con fuerza en mi pecho, reconocí el inesperado miedo que comenzó a alertarme mientras procedía a abandonar este lugar. Lo hice con lentitud y cierta sospecha.
Atravesé el pasillo con una sensación extraña embargándome el cuerpo. Pronto visualicé el desastre que quedó hecha la sala por el cambio de orden que tuvo, el sofá fue empujado en una dirección arrasando con otras cosas en el trayecto. Mi sorpresa fue tanta, más al notar al causante, que terminé deteniéndome fuera del radar de los espectadores.
Hareth, Hannah, sus padres y un hombre desconocido, al que seguidamente reconocí como el jefe de seguridad, se encontraban alterados y con poca paciencia.
Hareth me daba la espalda, no parecía estar bien.
Hannah miraba a sus padres, preocupada, alternó la vista hacia su hermano y dudó en aproximarse. Y si lo quiso hacer, su padre fue más rápido y llegó primero hacia Hareth. Situó una mano en su hombro y le dijo algo poco audible.
Hareth lo miró levemente.
—No lo resisto más —reconocí su voz, pero me desgarró su tono de voz, áspero y derrotado.
—Convéncete de lo contrario, siempre ganamos, ¿me escuchaste? Tú no serás la excepción.
—¡Eso he estado haciendo, quiero creer que podré con esto pero la mierda que me recorre es fuerte! ¡Arrasa y puede conmigo! Necesito… la —la inesperada bofetada que le profirió su padre lo silenció.
—¡Ni se te ocurra decirlo! —los ojos de Harold se modificaron, el ámbar relució adquiriendo un semblante diferente, sus rasgos se endurecieron, molesto. La ira chispeaba en su mirada, pero no más que en la de su hijo.
Helen recurrió hacia ellos inmediatamente, Hannah también lo hizo por acto reflejo.
Yo me quedé congelada en mi sitio, terriblemente impresionada.
—No permitas que te arruine —Helen le habló, acariciándole el rostro, justo esa parte recientemente golpeada, con suavidad y dulzura—. Un Grayson jamás se rinde, solo busca el balance que necesitas. ¿A quién necesitas?
—Siento que la consumo demasiado, no quiero agotarla… desgastarla y… —cerró los ojos pero al abrirlos todavía seguían siendo animales—. Rendirme no es una opción, pero me llama tanto hacerlo… —él desvió la vista en una dirección.
—Si vuelves a decirlo una vez más, está vez seré yo quien te golpee, ¿me escuchaste, Hareth? —Helen se lo dijo muy seria, volviendo a unir su mirada azul con la de su hijo al obligarlo a mirarla. Hareth se veía molesto, pero no demasiado a tal punto de aterrarme como lo estaba haciendo Helen, ella había hablado muy en serio.
—Lo siento —susurró Hareth, pensé que se estaba disculpando pero él le estaba señalando su pecho, él retrocedió y Harold le hizo un gesto al guardia para que le cerrara el paso.
Entonces Hannah se metió.
Ella lo tomó de la mano y lo direccionó a la salida rápidamente, como si estuvieran huyendo, y le permitieron hacerlo. Yo retrocedí inmediatamente, metiéndome en las sombras antes de que alguien me viera preguntándome qué demonios ocurría.
Y obviamente me molestaba el hecho de que ella lo tocara, esa chica no me inspiraba nada bueno.
Me metí al gimnasio y utilicé la salida que tenía con la intención de verlos, más bien, alcanzarlos. Pero al llegar en la entrada de la casa, desde esa distancia divisé como el portón estaba siendo cerrada. No me importó que ya se hubieran marchado, me apresuré en esa dirección y pedí que me lo abrieran, el acceso me fue concedido y salí de la propiedad solo para poder vislumbrar a lo lejos como un enorme lobo marrón se perdía en la distancia acompañado de una chica rubia, ella sobre él.
«No sientas» me supliqué, pero el fuego me quemaba la piel.
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Editado: 12.07.2021