Mia | Híbridos Rebeldes 1

34. Bran

El beso continuaba, Hareth no quería desprenderse de mí. Yo estaba inmersa solo en él, en seguirle en esto que tanto me gustaba. Su cuerpo se cernió sobre mí, detecté su proximidad y del peligro que representaba aquello. Pero no me importó y disfruté de las caricias que me proporcionaron sus manos además de sus fabulosos labios, su boca se corrió a un lado repartiendo besos en mi mejilla, prácticamente en toda mi cara. Sonreí al recibir nuevamente el contacto de sus labios sobre los míos.

Su boca se fundió con la mía en unas caricias desgarradoras, el huracán de sensaciones no sería detenida por nada ni por nadie, él era el único capaz de despertar tanto en mí, un hermoso caos de sensaciones en las que me estaba perdiendo, complacida.

Mis dedos se hundieron en sus hebras, me acerqué más, tanto que ya no me di cuenta en qué momento conseguí subirme a horcajadas sobre él. Solo me di cuenta de ello cuando lo sentí. Ese roce manifestaron las alertas, más la alerta de seguridad ya que nos encontrábamos totalmente expuestos.

Aunque una vez nos descontrolamos en el jardín, aquí estábamos más protegidos.

El beso no acabó por eso, se terminó cuando el piloto anunció que estábamos por descender.

Habíamos llegado a Rumania, pronto estaríamos en el Reino Vampírico.

Me reubiqué reprimiendo las sensaciones que querían seguir avivándose. Miré a Hareth y sonreí.

—Estás loco.

—Sabes bien que lo estoy por ti, fuego.

Amplié mi sonrisa y negué con la cabeza.

Me ajusté el cinturón para el descenso. El aterrizaje fue perfecto, la sensación de nerviosismo estuvo acompañada de emoción en cuanto di un paso fuera del avión.

Bajamos los escalones, su mano no dejó la mía en ningún momento. Hareth me comentó que nos encontrábamos en el aeropuerto más cercano a Bran, pero que aún faltaban unas pocas horas para llegar a nuestro destino. Justo por eso, volveríamos a viajar en helicóptero para que el traslado fuera más rápido.

Nos dirigimos hacia ese transporte ya preparado, los escoltas que nos acompañaban se dispersaron y fueron a saludar a los que nos recibieron. Pronto ya estábamos saliendo de ahí. 

Saqué más fotos porque el paisaje lo ameritaba. Y de la nada pasaron las horas y el helicóptero aterrizó delante de una amplia y alejada casa.

Los encargados de la propiedad vinieron a recibirnos, ingresamos y yo fui derechito al baño, al salir Hareth me propuso salir a comer afuera. Y acepté, conocería Bran.

Tomó menos de diez minutos en auto llegar al hermoso pueblo, más allá se veía el enorme castillo en la que esta noche asistiría.

Comimos y después hicimos un pequeño tour para pasar el día. Regresamos en la casa unas horas consideradas antes del evento de Sheldon Collins.

Allí ya me esperaban dos especialistas para ayudarme a preparar para tan importante evento. Por suerte eran personas que ya me habían atendido antes, Dante se había encargado de que luciera espectacular en la coronación de Hareth, pues ahora lo volvería a hacer para la fiesta de Sheldon Collins.

Ellos eran seres sobrenaturales, reconocidos que se trasladaban en cuestión de segundos por el mundo gracias a ese maravilloso portal. Hazal me había sugerido contratarlo y bueno, ahí lo tenía.

Yo ni siquiera sabía qué vestido usaría, lo había contactado en la semana y habíamos charlado un poco para que conociera más de mis gustos, no costó mucho porque anteriormente ya habíamos interactuado. Él dijo que se encargaría de todo y que lo amaría más, y sí, Dante resultaba tan encantador y adorable que era imposible no quererlo. Era castaño, alto, de contextura delgada y de una vestimenta fantástica.

Él y su amiga hicieron que estuviera a gusto en todo momento, no pasó ni un segundo donde me sintiera incomoda. Y entonces llegó el momento de contemplarme en el espejo ya completamente producida.

Maquillaje perfecto, cabello suelto y ondulado, con un detalle en el lado izquierdo de la cabeza de un broche elegante decorando mi pelo. Contemplé mi rostro como si estuviera viendo a una desconocida y no a mí. Luego bajé la vista, recorriendo cada parte del vestido rojo que tenía puesto.

Tenía el escote en forma de V en donde se daba inicio a unos preciosos encajes que se adhirieron con perfección a mis pechos, bajando hasta mi cintura en donde se daba comienzo a encajes más despejados sobre la gasa que caía en forma de ondas hasta el suelo, con una apertura frontal, dándole un toque elegante. Las mangas eran cortas, de encaje, y del mismo se daba comienzo a una gasa que caía por detrás acompañando a la falda. Mi espalda estaba al descubierto en una forma ovalada. 

El tacón alto y elegante era precioso, no se notaba mucho porque el vestido era largo, pero cada vez que caminaba eran muy visibles.

—Estás divina, eres mágica, amor, eres fuego —me alagó Dante.

—Muchísimas gracias. Estoy encantada contigo —lo abracé ligeramente, me distancié sonriente y volví la vista a mi reflejo, aún incrédula.

—Estoy segura que serás la sensación de la noche, estás impresionantemente bella.

—No te quites el crédito, por favor.

—Por supuesto que no, ya sé que tengo un don para esto. Ahora sal, él te espera.

—Okey —observé a la amiga de Dante—. Muchas gracias, Gigi.

Me despedí de ella y Dante y salí para encontrarme con Hareth. Lo encontré y amplié mi sonrisa, me asombraba muchísimo verlo vestido de traje y también de que este le quedara tan bien, me tenía alucinada.

Nos miramos, nos detallamos y nos deseamos.

Acomodó su saco color gris oscuro con un gesto que me indicaba que se estaba recomponiendo, mientras disminuíamos la distancia.

 —Ya no encuentro las palabras para expresarte cuan hermosa eres, Mia. Estás increíble, mi reina.

—Gracias, también estás muy guapo, tremendamente apetecible.

—¿Sí?

—Siempre.




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