Mia | Híbridos Rebeldes 1

36. Lo prohibido

Apenas tuve intenciones de subir las escaleras que me guiarían a la estancia ocupada, frené de golpe al distinguir a Hareth bajándolas.

Verlo oprimió mi corazón, una molestosa angustia se extendió más por mi pecho. La noticia que me dio Sheldon me tenía de un hilo, no sabía qué pensar, qué hacer, cómo seguir.

Solo tuve una cosa en clara, Aedus Sallow sería un terrible problema.

—Mia —Hareth se apresuró hacia mí, tomó mi rostro cuidadosamente entre sus manos, mirándome preocupado. Y es que mi malestar estaba siendo demasiado evidente, disimular que todo iba en orden me costó por lo presente que seguía teniendo las palabras de Sheldon.

—¿Cómo va el evento, se calmó o…?

—¿Cómo estás tú? No te ves bien, si es por lo de —lo interrumpí apoyando mi índice contra sus labios. Debía admitir que la chispa de enfado por lo ocurrido continuaba, pero decidí apagarlo completamente porque ese había dejado de tener importancia para mí. Hareth nunca me traicionaría estando consciente, todo fue planeado y no fue culpa suya.

—¿Podemos irnos ya?

—Dime si estás bien —insistió él, impaciente, luego de tomar la mano que había utilizado para interrumpirlo suavemente entre la suya, manteniéndola a esa altura. Su mirada no advertía más que preocupación—. Por favor, háblame —pidió con voz calma al notarme callada y seguramente con la misma expresión abatida.

Le depositó un beso al dorso de mi mano consiguiendo que reaccionara.

—Contigo estoy bien —le aseguré y me convencí a mí misma de ello.

Ante mis palabras, su boca se torció en una sonrisa y comenzó a acercarse a mí con intenciones de besarme.

Recibí el contacto de sus labios, su boca se presionó contra la mía y Hareth esperó a que reaccionara una vez más. Solo que me quedé con los ojos cerrados, con mi mano libre sobre su pecho, sintiéndolo. Permanecí de ese modo dejando que el calor que representaba su cercanía creciera, reconocí esas sensaciones, me gustaba esto.

Entonces dejé llevarme por esas emociones que me llenaban al estar junto a él y lo besé. Acompañé sus movimientos queriéndolo todo. Necesitándolo todo. Liberé mi mano de la suya abrazándolo por el cuello, con mis dedos acariciando su rubio cabello.

Sentí el contacto de sus manos en mi espalda desnuda, mi cuerpo se apretó contra el suyo, alterado.

—¿Nos vamos? —susurré en su oído.

—¿Ahora? —tiré de sus hebras volviendo su rostro hacia el mío, su mirada recibió a la mía con el reflejo del deseo en ella.

—Sí, ¿o pretendes que todos nos vean?

—Tú eres prohibido, aparte de mí nadie, nadie más que yo tendrá el privilegio de verte… —me dio un beso profundo, quitándome el aliento, al finalizar detecté la peligrosidad de sus manos bajando por mi espalda baja— y tocarte —me apretó el trasero, logrando que soltara un jadeo por la sorpresa.

—¿Entonces nos vamos?

—¿Cuál es tu prisa? El evento apenas comienza, ¿no quieres pasar más tiempo con tu familia?

Recordar a Sheldon no me hacía bien, de pronto ya no me agradaba. Y volver al evento representaba volver a verlo a él. No, me asustaba la fuerza que me suplicaba buscarlo. Lo mejor era irme, huir de esto.

—Ya todo está calmado —respondió a mi pregunta—, no soportamos horas de viaje para que un pequeño percance nos arruine el momento, ¿cierto?

—Está bien —accedí a pesar de no querer.

—Si no estás cómoda, me avisas y nos vamos.

Dijo antes de tomarme de la mano y devolvernos al evento. Me guardé la respuesta que quise darle porque en ese instante no estaba cómoda.

Lo peor de todo es que ni más ingresamos al salón, mis ojos ya estaban chocando con su presencia. Aedus.

Selene Collins se apresuró hasta nosotros y me convenció para que la acompañara. Me tomó de la mano apenas accedí a su invitación y me alejó de Hareth, guiándome hasta los aperitivos. Giré el rostro hacia mi novio viendo que ya lo estaban uniendo a un grupo. Regresé mi atención a la zona destinada y sonreí por verlo a él.

Neisan tomaba una copa de sangre, se encontraba apoyado contra la pared con la expresión aburrida. Lo único que le parecía interesante resultaba ser la bebida que degustaba.

Y qué ganas.

—Creo que padre debería montar otro lugar para los jóvenes —se quejó él—. Está música me dan ganas de llorar.

—Un clásico —dije emitiendo una ligera risa. Me acomodé a su lado y sufrí tentada al pedirle que me convidara.

—Conseguimos bebida para ti, evita consumir los que fueron producidos en este mundo, por favor, levantaría sospechas al ver que resistes —me aconsejó Selene.

—Descubrí que me gusta la sangre —dije muy bajito, no les fue difícil escucharlo. Neisan fue el primero en expresar su desconcierto aguantando escupir su bebida por culpa de mi inesperada revelación.

Y es que esto les estaba resultando una sorpresa porque Aedus les había borrado de la mente lo sucedido, mi incidente.

—Trae dos copas, Selene —mencionó secretamente Neisan—, y después síganme —guiñó el ojo en mi dirección y seguidamente comenzó a avanzar. Hice lo que pidió y nos apartamos de allí encontrando un lugar despejado detrás de la pared que dividía al salón de la zona que daba al tocador, ese espacio dejaba ver el inmenso patio del castillo gracias a que la pared contigua era completamente de vidrio.

Desde ahí pude contemplar la fuente que fue testigo de nuestra primera interacción. Ese momento exacto se reprodujo en mi mente. Selene me pasó una de las copas, lo acepté dirigiéndola a mis labios, consumir un sorbo despertó ese momento una vez más.

Aedus necesitaba borrarse de mi cabeza. Su nombre debía eliminarse con urgencia de mi mente. Pensarlo me era prohibido, era completamente indebido pensarlo demasiado.

Selene fue rellenando nuestras copas unas cuantas veces más. Brindamos nuevamente antes de tomarlo, me reí al momento de guiarla a mi boca.




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